Día 5 – Viernes 5 de agosto – Rutas offroad y vuelta a Briançon (259km)
En realidad, no me apetecía salir a hacer pistas hoy. Viajaba solo, lo que siempre conlleva un riesgo añadido, y en menos de dos semanas empezaba las vacaciones con mi pareja, un viaje que ella llevaba mucho tiempo planeando, así que sabía a ciencia cierta que, si sufría una caída en medio de la nada en los Alpes y me lesionaba, mi mayor problema no iba a ser cómo conseguir ayuda allí, sino tener que enfrentarme a su ira cuando descubriera que nuestra aventura asiática no iba a poder ser. Sin embargo, a las cuatro de la tarde estaba volando por una de las mejores pistas que he visto, con unas vistas magníficas a ambos lados de mí, y pensando que esto era sin duda alguna lo mejor que alguien puede hacer con una moto.
Casi todas las rutas offroad que había encontrado estaban en la misma zona de Italia, justo al otro lado de la frontera desde Briançon, todas ellas bien conocidas en el mundillo. De hecho, un par de alemanes que conocí más tarde ese día en la montaña me confirmaron que esta es la única zona donde se puede hacer pistas en moto, el resto de los Alpes está muy protegido.
Mi exhaustiva investigación online (media hora en ADVrider mientras mis alumnos del curso de verano hacían exámenes) había revelado seis rutas interesantes. Pensé que podía hacer tres que estaban cerca unas de las otras por la mañana y dos más en otra zona por la tarde, incluso una tercera si estaba inspirado.
Una vez más, como los chicos de Top Gear dicen (los buenos, no sus sustitutos), “ambitious but rubbish”.
La primera ruta que elegí era la subida al Forte Jafferau. El fuerte es una impresionante construcción en la cima de una montaña de 2.775 metros de altura, Monte Jafferau, fue construido por los italianos en 1896 y se mantuvo operativo hasta el fin de la segunda guerra mundial, cuando fue destruido por los franceses como parte de las condiciones del tratado de paz. No queda rastro del teleférico que subía provisiones desde el valle, pero la carretera militar que llevaba hasta él sigue ahí y aún pertenece al ejército italiano. Abierta al tráfico, es una ruta por pista hasta uno de los puntos más altos que uno puede alcanzar con un vehículo.
Hay tres vías posibles para llegar al fuerte: dos salen del pueblo de Millaures, una mediante las pistas de servicio de una estación de esquí y la otra a través de la carretera militar, la strada militare n.218. La otra vía es la otra punta de al strada militare, que sale del pueblo de Moncellier. Quería hacer esta última porque tiene un elemento que la hace particularmente interesante: un poco antes de conectar con la pista que sube de Millaures, esta ruta atraviesa un túnel cavado en la roca bajo unos impresionantes acantilados, un túnel sin asfaltar y con un fuerte desnivel que siempre está mojado y resbaladizo, con una buena reputación por su dificultad, conocido como la Galleria del Siguret.
Fui hasta el pueblo de Moncellier a primera hora de la mañana para evitar el calor que parecía haberse instalado por todos los Alpes y, justo en el desvío que marcaba el inicio de la ruta, me encontré con esta señal:

Mi italiano es bastante limitado, pero entendí que el túnel estaba cerrado a todo tipo de tránsito, incluyendo peatones, por riesgo de hundimiento. Lo que no tenía tan claro era lo de “divieto di transito” entre los kilómetros 13 y 14. ¿Se refería a la parte que estaba cerrada en el túnel? ¿Quería decir que había un desvío que lo evitaba? No tenía cobertura, así que no podía usar Google para traducirlo, ni escribir a mi hermana, que domina el italiano. Pensé que, ya que había ido hasta allí, al menos podía subir y descubrir por mí mismo si la ruta estaba cortada del todo o no.
Como con cualquier otro deporte, necesito un rato para calentarme y sentirme cómodo haciendo pistas. Desconecté el ABS y el control de tracción y enfilé por el camino, pensando que era un poco más complicado de lo que me apetecía. Era estrecho, algunas partes empinadas y había bastante piedra suelta. Pero eso era solo porque estaba frío y necesitaba estirar un poco.

Al cabo del rato me fui sintiendo más cómodo y empecé a disfrutarlo. La mayor parte de la pista transcurría por dentro del bosque, pero de vez en cuando se entreveía el fondo del valle y podía intuir el calibre de la caída. ¡Suerte que el bosque era denso! Mi mente ya estaba en pleno modo offroad cuando alcancé un pequeño collado donde una hilera de piedras bloqueaba el paso y otra señal más anunciaba que la carretera estaba cortada (esta era la tercera que encontraba, por si aún no lo había pillado) así que, en un arranque de valentía, decidí ignorar las piedras y la señal y, arriesgándome a ser multado por el ejército italiano (los carteles decían que se había cortado por orden suya), seguí adelante para ver si el túnel era transitable.

Al pasar las rocas vi de inmediato que esa parte de la pista no había sido mantenida igual: había más surcos, piedras y algunos árboles caídos, probablemente derribados por avalanchas, que se metían un poco en la pista en algunos puntos. Fui avanzando tan lejos como pude, pero a medio camino de la entrada del túnel, un pequeño desprendimiento bloqueaba la pista. Si hubiese ido con más gente probablemente podríamos habernos ayudado unos a otros a superarlo. Lo intenté yo solo, pero el paso estaba demasiado cerca del borde de la pista para mi gusto, un pequeño error supondría una buena caída por la ladera de la montaña, y sin cobertura y sin haber visto ni un alma en este lado de la ruta en toda la mañana (la gente debía de hacer más caso a las señales que yo) no era una idea que me resultara especialmente atractiva, así que le di la vuelta a la moto como pude y abandoné esa vía, volviendo a la carretera mucho más rápido ahora que ya iba suelto offroad.
Menos de una hora más tarde me encontraba en un desvío en Millaures mirando la misma señal: Galleria del Siguret chiusa, pericolo crollo, bla bla… pero el camino por este lado llegaba al fuerte sin tener que pasar por el túnel así que, ¡para arriba! Una buena señal era que aquí había mucha más actividad: bicis de montaña, varios 4×4 aparcados por la pista, un equipo de mantenimiento trabajando en la pista… El primer tramo ya imponía un poco, unas cuantas curvas de 180º muy empinadas que, si bien no eran demasiado problema a la subida, podían ponerme en aprietos a la bajada. En el punto en que el bosque empezaba a clarear había un pequeño fuerte que dominaba el valle, y paré a hacer algunas fotos. Mientras husmeaba por el lugar, un tipo en una Africa Twin de primera generación apareció pista abajo, entró en el fuerte, enfiló por una pendiente imposible en la colina tras de él, bajó por un camino aún más imposible y se marchó por donde yo había llegado. Me sentí un novato total.

Seguí y al cabo de poco me encontré con un grupo de cuatro motos, dos alemanes y dos italianos, que se habían parado en el desvío donde la pista bajaba hacia el túnel. Desde allí tenía una vista perfecta del collado a donde había llegado por la mañana, la carretera que atravesaba la ladera y la entrada al túnel, con una pila de tierra que bloqueaba la entrada de modo que, aunque hubiese podido pasar del desprendimiento, no hubiese podido cruzar el túnel. Me uní al grupo para el resto de la subida hasta el fuerte, que era más sencilla que el primer tramo en el bosque.

La parte alta de la montaña estaba bastante ocupada: varios 4×4, muchas bicis de montaña y un rebaño de ovejas cuyos enormes mastines intentaron llevarse mi pierna de trofeo al pasar. El último trecho hasta el fuerte había estado pavimentado con piedras en su día, pero ahora estaba tan roto que era horrible circular por él, la moto sacudiéndose con tal violencia que pensaba que se iba a desmontar, pero aguantó como una campeona y llegué al collado sin problemas.

Siendo montañero además de motero pensé que lo decente era hacer a pie los últimos metros hasta la cumbre, así que aparqué la moto allí y llegué andando hasta el pico del Mont Jafferau a pie.
Desde arriba era fácil ver por qué los italianos habían construido esta fortificación aquí. Se dominaba un panorama de 360º y sus ocho cañones debían haber llegado lejos dentro de territorio francés. Mientras disfrutaba de las vistas llegaron una KTM y una Africa Twin y oí a los moteros hablar catalán. Si hay una cosa de la que se puede estar seguro, es que vayas donde vayas, vas a encontrar algún turista catalán, pero ¡no esperaba encontrarlos también aquí arriba! Resulta que eran de Tarragona, y ya llevaban unos días haciendo algunas de las pistas de la zona. También habían intentado meterse en el túnel, pero por este lado, sin más éxito que yo.

Al despedirnos llegó un gran grupo de quads por la otra ladera. Habían subido por las pistas de esquí por esa vertiente, una ruta que yo estaba considerando para no tener que volver por donde había venido, así que les pregunté por el estado de la pista, pues los alemanes que me había encontrado antes me habían dicho que ellos la recordaban muy vertical y con mucha roca suelta cuando la habían hecho algunos años atrás, pero estos me dijeron que hacía poco que la habían nivelado con excavadora y que no había problema para bajar por ahí.
Vale, la pala la podría haber nivelado, o sea que no había piedras de por medio, pero eso no la hacía menos vertical. No solo eso, sino que la tierra estaba suelta del paso de quads y 4×4, así que la bajada era de infarto. Usé la primera, frené con la rueda trasera, toqué lo menos posible el freno delantero, y sudé y solté tacos casi todo el camino. No soy para nada un experto en offroad, más bien al contrario, y estoy seguro de que todo el mérito de llegar abajo de una pieza es de la moto y los neumáticos Mitas, que se comportaron ambos de maravilla en esas condiciones.
Encontré una mesa de picnic a la sombra justo a la entrada de Millaures y me miré la lista de rutas offroad que había hecho mientras comía. Mis piernas, brazos y espalda acusaban la bajada, y por un segundo estuve tentado de dejarlo ahí, pero aún tenía tiempo y sería una pena no hacer al menos otra ruta, así que elegí una que no estaba demasiado lejos y no parecía complicada en base a lo que había leído: la Strada dell’Assietta, una pista a lo largo de las crestas entre los valles de Val Chisone y Val di Susa, también construida por el ejército. Mas o menos en las montañas enfrente de donde estaba, decían que tenía unas de las mejoras vistas de la zona.
Fui hasta la estación de esquí de Sestriere y, justo donde empezaba la ruta, me encontré con otra señal anunciando que la pista estaba cerrada. ¡Maldita sea! Leí la letra pequeña (solo en italiano) y me pareció entender que lo que decía era que estaba cerrada los miércoles y sábados. ¿O era de miércoles a sábado? En cualquier caso, nada me impedía el acceso, así que me metí.

Las crónicas que había encontrado sobre esta pista la ponían al mismo nivel de dificultad que la del Forte Jafferau, pero no era para nada así. Quizá es que ya estaba en modo offroad total, pero me pareció una pista muy sencilla con algunas de las mejores vistas de los Alpes. Con más de 30km, también había tiempo de sobra de disfrutarlas, y eso es lo que hice. Me paré a menudo a ver el paisaje, me lo pasé en grande en los tramos más rápidos y, para cuando había terminado, era el tío más feliz del planeta.

Volví a la carretera en Pourrieres, bajé de vuelta a Sestriere y desde allí a Francia por el Col de Mongenèvre de nuevo. De bajada a Briançon me encontré atrapado detrás de un Audi A4 Allroad con un conductor muy, muy lento y mientras me aburría tuve una idea: debería fundar una ONG que se dedique a rescatar coches buenos de conductores pésimos. Es una pena que tantos coches magníficos terminen en manos de conductores desastrosos que nunca los conducirán como se merecen, así que esta organización se dedicaría a quitarles estos coches, encontrarles un nuevo hogar con un conductor entusiasta que se asegure de darle el uso y el cuidado adecuados, y sustituirlos por algo más coherente con su nivel de talento al volante, un utilitario coreano, por ejemplo, un Kia Truño o un Daewoo Larva. ¿Qué os parece?
En el cámping me esperaba una última sorpresa para redondear el día. Justo cuando me sentaba en la terraza del bar, preparado para disfrutar una merecida cerveza, vi a Harald, el alemán que había conocido en Séez y que me había recomendado este sitio. Se sentó en mi mesa y compartimos unas cuantas cervezas e historias.
Cuentapuertos:
21.Col de Montegenèvre 1850m
22. Colle Basset (off) 2424m
23. Colle Bourget (off) 2299m
24. Colle Costa Plana (off) 2313m
25. Colle Blegier (off) 2381m
26. Colle Lauson (off) 2497m
27. Colle della Assietta (off) 2474m