Chernobyl – El sarcófago 30 años después

Hace casi tres años crucé Ucrania en moto. Muchas cosas han cambiado desde entonces. Viajé a través de la región del Dombás, pasé dos noches en Luhansk y crucé la frontera con Rusia. Esto sería impensable en la actualidad, la región está sufriendo los devastadores efectos de la guerra y la frontera con Rusia está cerrada. No sé cuándo podré volver a visitar la zona, espero que pronto, pero puede ser que pase mucho tiempo. Lejos de esta zona de conflicto, al norte del país, se encuentra otro enemigo que necesitará mucho, mucho más tiempo para ser derrotado.

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Esta semana marca el 30 aniversario de la catástrofe nuclear de Chernobyl. La noche del 26 de abril de 1986 una combinación fatal de error humano y defectos en el diseño llevaron al peor desastre nuclear de la historia. Los hechos que causaron la explosión, a pesar de ser bastante técnicos, son ampliamente conocidos. El desmembramiento de la URSS y las dificultades de llevar a cabo estudios detallados, sin embargo, significa que los efectos de los residuos radioactivos a largo plazo son mucho menos conocidos: grandes zonas inhabitables, población desplazada, cultivos y fuentes contaminados, incremento en los casos de cáncer, particularmente de tiroides, trastornos genéticos… de un modo u otro, el desastre afectó las vidas de por lo menos 300.000 personas.

Desgraciadamente, como suele ser el caso con las catástrofes que ocurren lejos de nosotros, el mundo ha dado la espalda a Chernobyl. La zona fue aislada por el ejército, los restos del reactor cubiertos, y nos olvidamos de ello.

Pero el peligro sigue ahí. Hay 16 toneladas de uranio y plutonio dentro del reactor, entre otros muchos tipos de material radioactivo. Un miligramo es suficiente para ser mortal para una persona. Podéis hacer los números.

En los días inmediatamente posteriores al accidente, una vez controlado el fuego del núcleo, la prioridad era sellar los restos del reactor para evitar que la nube de polvo y humo radioactivos se extendiesen por la atmosfera (basta recordar que el alcance de la catástrofe solo se conoció cuando la nube radioactiva llegó a Suecia e hizo saltar las alarmas en una central nuclear allí) pero era imposible trabajar cerca de edificio puesto que los niveles de radiación eran tan altos que podían resultar mortales en cuestión de minutos y dejar secuelas letales en cuestión de segundos.

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Construir una estructura para sellar un edificio que no solo era enorme, sino que además estaba parcialmente destruido y rodeado de escombros sin acercarse más de lo estrictamente necesario no era una tarea fácil. La zona de alrededor tenía que ser despejada para construir los cimientos, se tenían que buscar formas de colocar la estructura en su sitio sin poner en peligro las vidas de los trabajadores y todo tenía que completarse lo más pronto posible.

Se usaron bulldozers de control remoto para despejar los alrededores. Los escombros y la primera capa de suelo se retiraron y se enterraron en profundas zanjas que se cubrían de inmediato de cemento. La mayor parte de la estructura del sarcófago se construyó en otros emplazamientos y luego se transportó y fue colocada usando enormes grúas de control remoto. El despliegue de inventiva y tecnología era impresionante.

A pesar de todo, la construcción remota de semejante estructura seguía suponiendo grandes retos. La estructura del techo no descansa sobre muros o pilares de nueva construcción, sino sobre los restos de conductos de ventilación, que resultaron dañados en la explosión. La losa de cemento de 2.000 toneladas que cubría el reactor cayó en una posición inestable, casi en vertical; si se moviese podría levantar enormes cantidades de polvo altamente contaminado o dañar estructuras a su alrededor. Las soldaduras y remaches del sarcófago se tuvieron que hacer de forma remota, de modo que no son tan precisos como sería deseable, y para rematarlo, la estructura ha sufrido desde entonces el asalto de los elementos.

Fue diseñada para aguantar 30 años y mantener los niveles de radiación lo suficientemente bajos para permitir trabajar en la construcción de una estructura mejor y más permanente. Sin embargo, el desmembramiento de la URSS significó que el problema pasó a estar en territorio Ucraniano, y ni Ucrania ni Rusia tenían los fondos para acometer semejante obra.

10 años después del final su construcción, la estructura mostraba grietas y agujeros, y el agua de la lluvia penetraba y se filtraba al subsuelo. Los niveles de radiación dentro del sarcófago seguían siendo extremadamente altos y se determinó que era imposible repararlo desde dentro.

Ya en 1992, el gobierno ucraniano convocó una competición internacional para elegir una propuesta de diseño para una estructura que sustituyera la actual, pero no fue hasta el año 2004 cuando se completó el diseño. El inicio de las obras sobre el terreno aún tendría que esperar otros seis años, hasta 2010. En 2006 la Estructura de Estabilización (DSSS, por sus siglas en inglés), que se construyó para aliviar parte del peso de la cubierta que descansa sobre un muro de hormigón dañado, fue extendida para soportar el 50% de la carga. Esto debía asegurar la estabilidad de la estructura por otros 15 años, pero otras partes del sarcófago seguían siendo inestables: en febrero de 2013 parte del techo de la sala de turbinas se hundió, y los trabajadores tuvieron que ser evacuados. El hundimiento fue atribuido a la mala calidad de la construcción y el deterioro de la estructura.

Visité el lugar en julio de ese mismo año, y la construcción del nuevo sarcófago, llamado NSC por sus siglas en inglés, estaba muy avanzada, si bien inicialmente se predijo la finalización del proyecto para el año 2005. El NSC está diseñado como un enorme arco que cubrirá el viejo sarcófago completamente. Mide más de 100 metros de alto, 150 de largo y tiene una luz de 245 metros. Contiene dos grúas y el equipamiento necesario no solo para sellar el reactor, sino para comenzar a desmantelarlo y retirar el combustible de su interior. Una vez completado, se desplazará sobre dos raíles hasta su posición sobre el viejo sarcófago.

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180 metros al este del lugar de construcción del NSC, la antigua estructura se perfilaba contra el cielo mucho más alta de lo que las fotografías que había visto hacían creer. Solo se nos permitió estar allí unos minutos, pero fue suficiente para apreciar la imperiosa necesidad del nuevo sarcófago.

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En el momento de escribir estas líneas la construcción del NSC ya se ha completado. Lo único que falta es desplazarlo hasta su posición definitiva y sellarlo de forma permanente, 30 años después de la catástrofe.

Algunos enlaces a material interesante:

The Sarcophagus enThe Charnobyl Gallery – Web de fotografía sobre Chernobyl y Prypyat

Documental completo sobre la catástrofe y sus consecuencias

Documental de la BBC Inside Chernobyl’s Sarcophagus

Viejos pájaros soviéticos

Día 13 – Domingo 7 de Julio – Luhansk (0km)

Para un friki de los aviones como yo, hoy ha sido el día perfecto. El lugar al que fuimos era aparentemente un de las tres mejores escuelas de pilotos militares de la antigua USSR, y el enorme complejo que ocupaba está hoy en parte abandonado, en parte habitado por gente de la ciudad, en parte usado por el ejército, en parte un museo del aire. El autobús nos dejó en la entrada principal, donde un antiguo reactor soviético se alzaba orgulloso, como para recordar a la gente lo que el lugar había sido en el pasado.

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Atravesamos las puertas y observé que los edificios del punto de control de la entrada habían sido convertidos en pequeños comercios y kioscos. Los bloques de pisos que flanqueaban la avenida principal estaban habitados hoy por gente de la ciudad que los había comprado baratos porque habían sido construidos hacía tiempo. Hacia el interior del complejo, los árboles y la vegetación habían crecido más, y de vez en cuando se podía vislumbrar un edificio o una nave que formaron parte de la escuela de pilotos.

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Pronto estábamos caminando a través de maleza y edificios medio hundidos, y me pareció extraño que allí hubiese un museo, pero hay que tener en cuenta que Ucrania no ha desarrollado una industria del turismo en la mayoría de lugares. Al cabo de un rato nos habíamos perdido y no había a quién preguntar. Al final encontramos lo que parecían los garajes de otro bloque de pisos, y Anna le preguntó a un hombre mayor que salía cómo llegar al museo. Nos envió a través de un camino estrecho que cruzaba un pequeño bosque que después se convirtió en campo abierto, y seguimos caminando hasta que me di cuenta de que estábamos en la pista de aterrizaje de la escuela. A lo lejos a nuestra derecha, se veían las colas de los aviones del museo. Le pregunté a Anna qué uso le daba la gente a la pista en la actualidad, y me dijo que mucha gente llevaba a los niños allí con el coche de la familia para enseñarles a conducir, y que también había gente que hacía carreras pero de vez en cuando algún avión privado pequeño aterrizaba. Me sorprendió mucho que se permitiese a la gente entrar en una pista que a veces estaba activa, y le pregunté si había algún tipo de control aéreo o autoridad responsable del tema, pero no lo sabía. Hice un par de fotos (uno no se pasea por una pista activa a menudo) y fuimos hacia el museo.

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Resulta que habíamos encontrado la puerta trasera, y había un guarda viejo que costó una barbaridad convencer de dejarnos entrar. Después de asegurarle que íbamos a ir directos al edificio principal a pagar, nos dejó pasar. Anna le preguntó por lo de la pista, y dijo que ellos eran responsables del museo y los militares de la estación de radio que había al lado, si alguien decidía plantar su avión en la vieja pista, era su responsabilidad vigilar que no aterrizase encima de nadie. ¡Qué locura de país!

Una vez en el museo, me lo pasé en grande a pesar del horrible calor. Había muchos aviones que me encantan, como un Ilyshin Il-76, un Tupolev Tu-95, un Mig 29, un Sukhoi Su-27, un Beriev Be-12 y muchos otros. El guarda de la puerta trasera volvió, aparentemente arrepentido de su comportamiento anterior y nos dio una extensa explicación de los aviones y helicópteros que tenían allí, aunque fue en ruso… Anna hizo lo que pudo para traducirlo.

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Volvimos al piso para comer algo y darme una ducha que necesitaba desesperadamente, y por fin encontré un momento para escribir para el blog. Por la tarde fuimos otra vez al centro para ver la puesta de sol desde un parque con vistas a la parte vieja de la ciudad. Fue una magnífica última vista de Luhansk.

Mañana entraré en Rusia, y ya estoy nervioso por tenerme que enfrentar a la temible burocracia soviética.

El club de motos de Luhansk

Día 12 – Sábado 6 de julio – de Ruz’ka Lozova a Luhansk (362km)

Bueno, otro día que se suponía tranquilo y corto y resultó ser increíble. Dejé Ruz’ka Lozova temprano para intentar tener tiempo de visitar un poco Luhansk, ya que Anna, mi anfitriona, me había dicho que había visitas a las antiguas industrias de la ciudad y me apetecía mucho verlo.

Llegué a la ciudad bastante temprano, y mientras iba por las afueras adelanté un convoy de un club de motos. Eran las primeras motos de verdad que veía en el país y me sorprendieron bastante. Cuando paré en el primer semáforo antes de entrar en la ciudad, uno de ellos, que aparentemente había dejado el grupo para atraparme, se me paró al lado y me preguntó de dónde venía. Empecé a contarle la historia, pero el semáforo cambió y seguimos adelante. Poco después el resto del convoy nos atrapó y me hicieron señas de que parase en la cuneta. Vladimir, el presidente, hablaba inglés, y tenían curiosidad por saber de dónde venía. Me dijeron que habían ido a una reunión a unos 100km de la ciudad y me preguntaron dónde me alojaba. Les enseñé la libreta donde llevaba apuntada la dirección y el teléfono de mi anfitriona, y entonces el presidente sacó su móvil, se lo dio a otro miembro y le dijo que la llamase. Hablaron en ruso un rato y luego me presentó a uno de sus hombres, el “Veterinar”, y me dijo que lo siguiese, que me enseñaría el camión para llegar al centro y me llevaría a un lugar donde había quedado con Anna.

Así que entré en la ciudad de Luhansk escortado por el club de moteros local, y una vez en el centro, la mayoría de ellos se fueron para casa. Mi guía y otro miembro, con sus respectivas artilleras, me llevaron al centro, y en unos 20 minutos llegó Anna. Los moteros me desearon buena suerte con el resto del viaje y se fueron, y yo le dije a mi anfitriona que necesitaba dejar las bolsas y aparcar la moto en un lugar seguro antes de visitar la ciudad. Resultó que vivía a unos siete kilómetros de allí y si cogía el autobús, llegaría más tarde que yo, así que, estando en Ucrania, la senté encima de las bolsas y los neumáticos de repuesto y fuimos hasta su casa así, sin casco.

Una vez aparcamos la moto y me pude duchar, me llevó a visitar una fábrica de trenes muy importante en la ciudad. Normalmente no se pueden visitar lugares así, pero estaban celebrando el día de la industria de la ciudad, y muchos de los sitios estaban abiertos al público. Una oportunidad que no quería dejar escapar. La visita fue genial, nos llevaron por una fábrica enorme al más puro estilo soviético al atardecer, con el sol anaranjado brillando a través de los enormes ventanales de las naves y regalándome unas fotos maravillosas.

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Después de eso fuimos a comer algo y a un bar que servía la cerveza local, que era excelente. Se hizo tarde, y tras un día tan largo estaba agotado y la idea de levantarme a eso de las 6 de la mañana para ir hasta la frontera, enfrentarme a todo el papeleo para entrar en Rusia, y luego hacer 400 km hasta Volgogrado no me resultaba para nada atractiva. Además había un museo que realmente quería ver, una antigua escuela de pilotos militares que habían convertido en un museo que tenía una colección de aviones soviéticos, así que decidí quedarme una día más en la ciudad.