Los Stans se convierten en el Stan

Día 21 – 20 de agosto – de Sary-Tash a Osh (179km)

Y la mañana trajo una respuesta.

Había dormido bastante bien, pero cuando llegó el momento de levantarse y empezar hacer el petate, el pie me dolía más que el día anterior. No solo eso: estaba visiblemente hinchado.

A pesar de todo, conseguí preparar los bultos, ponerme el traje y meter el pie en la bota. Dentro de la bota no dolía tanto, aunque ponérmela había sido bastante doloroso, pero da igual cómo lo notara con las botas puestas, era demasiado arriesgado adentrarme en las Pamir; la carretera no iba a hacer más que empeorar, apenas podía subir y bajar de la moto y tenía cientos de kilómetros hasta el siguiente núcleo poblado, sin contar que allí no habría hospital, el más cercano estaba a tres días de moto.

Ya que Osh estaba a tan solo unas tres horas deshaciendo camino, decidí que lo más sensato sería volver atrás y hacer que me miraran el pie. Si no era nada serio y necesitaba unos días de reposo, aún tendría tiempo de hacer las Pamir.

Así que casi 200km y algunos pasos de montaña más tarde volvía a estar en la misma sala de rayos X que había visitado una semana antes.

Me hicieron dos radiografías del pie y media hora después estaba sentado en una silla en la sala de al lado escuchando un médico hablar ruso rapidísimo y señalar una placa que mostraba que tenía el pie roto por tres sitios distintos. Lo único que entendí fue ‘traumatólogo’, así que fue hacia allí que nos dirigimos.

No me dieron bastón, muletas ni silla de ruedas, así que tuve que ir saltando a la pata coja con la ayuda de Marc por un pasillo subterráneo hasta el edificio de al lado y encontrar la sección de traumatología, que tenía un aspecto todavía más deprimente que el ala del que venía.

Me pusieron en una camilla en una habitación minúscula y, por la pinta que tenía el sitio, tenía mis dudas si me iban a tratar o a interrogar y mandar a un goulag en Siberia. A continuación, empezó una lenta y farragosa conversación a través de Google translate. El tipo que me estaba atendiendo decía que, debido a una de las tres fracturas, había que operar el pie. Intenté hacerle entender que, si me tenían que operar, quería que fuese en casa, no allí, pero parecía reticente a dejar que me fuera en aquel estado. Tras unos cuantos frustrantes intercambios de opiniones a través del móvil, pareció llegar a la conclusión de que, si yo estaba de acuerdo en que me diesen el alta tal cual estaba, tendría que inmovilizarme el pie para que pudiera viajar, siempre bajo condición de ver un médico lo antes posible al llegar a destino. Entonces, para más inri, dijo que se le había terminado el yeso y que tenía que ir a la farmacia a por más y tenía que pagarlo yo. Terminé pagando 30€ para que me escayolasen la pierna, la mayor parte de los cuales sospecho que terminaron en el bolsillo del supuesto ‘traumatólogo’.

Después de todo esto por fin me pusieron en una silla de ruedas y me empujaron hasta la salida del edificio, donde Marc estaba esperando con el taxi más pequeño de la ciudad, un Nissan tipo coche kei reciclado del Japón. Al llegar al hostal, sin embargo, me tocó volver a dar saltos de nuevo, pues no tenía nada para apoyarme.

En la moto tenía un bastón de trekking viejo amarrado al portaequipajes que intenté usar como soporte telescópico para poner una GoPro, pero el invento vibraba demasiado y lo di por fracasado. Por suerte, no tiré el bastón, así que lo desmonté de la moto y lo usé como muleta.

El siguiente paso era organizar el transporte para casa lo antes posible, así que me puse al teléfono con mi aseguradora, que me dijeron que lo más sencillo sería que hiciese los trámites necesarios y luego reclamase los costes. Tras contactar con Turkish Airlines y descubrir que el coste de adelantar mi vuelo de vuelta superaba de mucho el de comprar otro vuelo, encontré uno de Bishkek a Barcelona con Ural Airlines que salía a la noche siguiente, lo que me daba 24 horas para llegar a Bishkek. Hay vuelos de Osh a Bishkek, pero estaban todos completos para los días siguientes, así que no me quedó más remedio que reservar un taxi privado que me llevase hasta Bishkek.

Finalmente, lo único que quedaba por hacer era encontrar la manera de llevar la moto también a Bishkek, donde la guardarían en el hotel al que llegamos al empezar el viaje hasta que los chicos de ADVFactory la mandaran a casa en Septiembre. En Muztoo fueron muy atentos y dijeron que mandarían un camión a por ella al día siguiente a mediodía.

Con todo ya arreglado, caí muerto en la cama para intentar recuperar energías para la larga vuelta hasta casa. Se había acabado. Fin de las vacaciones. Había visto casi todo lo que teníamos planeado ver en Kyrgyzstan, pero era el único -stan que había hecho. Nada de Tajikistan, nada de Uzbekistan, y lo peor, nada de las montañas Pamir.

Deja un comentario