Servicio drive-through en el bazar

Día 18 – 17 de agosto – Osh (0km)

Marc tenía que llegar hoy en algún momento después de mediodía, si la hora a la que llegamos Katja y yo servía de indicación, e íbamos a ponernos en camino al día siguiente, así que quería conseguir un compresor para substituir el que había muerto en las montañas Ak-Bashy.

Los chicos de Muztoo me habían dado la localización de un sitio donde vendían recambios para bicis y cosas del estilo, pero estaba a unos cuatro o cinco kilómetros, así que decidí coger un taxi. Paré uno en la calle principal delante del hostal y le mostré la localización en el mapa. No pareció entender dónde era, pero con gestos me dijo que yo mirase el mapa y le fuera diciendo a la derecha o a la izquierda y él conduciría.

Nos pusimos en marcha y me di cuenta de que tenía un invento extraño encima de la columna de dirección, una especie de levas de cambio. Había soldado dos plaquetas metálicas a una barra detrás del volante y las movía empujándolas o tirando de ellas. El coche era un Honda Fit con un cambio de variador contínuo, así que me monté la película de que había ideado algo para controlar él el cambio automático, hasta que me vió curioseando, sonrió y señaló hacia abajo. Entonces lo vi: ¡no tenía piernas! Llevábamos como 15 minutos conduciendo y no me había dado cuenta. También tenía una barra de metal montada en una abrazadera por debajo del volante que desplazaba con la mano derecha para apretar el pedal de freno.

Cuando estábamos llegando se dió cuenta de que íbamos al bazar de biciletas y me preguntó qué necesitaba, pues ya le había dicho que iba en moto. Le dije la palabra en ruso para ‘bomba’, y señaló a la toma de mechero, como preguntando si quería una eléctrica. Le dije que sí, y enotonces se puso a conducir en otra dirección. Entendí que me llevaba a un sitio mejor donde comprar una bomba eléctrica y, efectivamente, al cabo de un rato llegamos a un bazar todavía más lejos que vendía recambios para coches. Estos bazares son enormes y laberínticos, y yo no tenía ni idea dónde tenía que ir a por la bomba, pero el tipo entró directamente con el coche dentro y condujo hasta una tienda que conocía. Bajó la ventana, habló con otro tipo que le dió un compresor, lo desempaquetó, lo conectó a la toma de mechero del coche para comprobar que funcionara y yo pagué al de la tienda, todo sin bajar del taxi. Luego me llevó de vuelta al hostel y me cobró unos tres euros por todo el viaje.

Aún no tenía notícias de Marc, así que me fuí a visitar el parque principal de la ciudad, que no quedaba lejos. De camino pude apreciar la belleza de la arquitectura soviética y también vi algunos niños bañarse en el río que cruza la ciudad.

El parque era muy bonito, seguramente la parte de la ciudad mejor cuidada, y había un memorial a la guerra de Afganistán. No la de los americanos bombardeando escuelas con drones, sino la de 1979, cuando la URSS intervino en Afganistán contra insurgentes radicales islámicos que se alzaron contra el gobierno y los EE.UU. decidieron que era una idea brillante hacerse amigotes con esos mismos insurgentes y armarlos hasta los dientes solo para tocar los cojones a los rusos (y así de bien salió la cosa décadas más tarde).

Kyrgyzstan era una más de las repúblicas soviéticas en la época, así que les tocó mandar soldados al conflicto, del mismo modo que les tocó mandar gente a trabajar como liquidadores al accidente de Chernobyl, para el cual también había un memorial en el parque.

También había una estátua de Lenin, la más alta en toda Asia Central, y cerca de ella el único Geocaching en toda la ciudad (y en casi todo el país, también).

Poco después de volver al hostal llegó Marc. Estaba completamente cubierto de polvo, sudado y agotado del trayecto desde Kazarman, pero era genial volverlo a ver en la moto de nuevo.

El nuevo sarcófago ya está en su posición definitiva en Chernobyl

El nuevo sarcófago, o NSC por sus siglas en inglés, ha sido completado y desplazado a su lugar.

24 años después de que Ucrania declarase la necesidad de construir una nueva estructura para sustituir el sarcófago original, construido con prisas como solución temporal para contener la radiación, y 9 años después del postergado inicio de los trabajos, la colosal estructura completó ayer su trayecto hasta su posición final.

La estructura de más de 36.000 toneladas se construyó a 180 metros del reactor numero 4 para mantener a los trabajadores alejados de la radiación, y comenzó su lento viaje hace dos semanas.

Sin embargo, el proyecto no termina aquí; aún se debe completar la construcción de dos paredes para sellar los extremos de la estructura, tras lo cual comenzarán los trabajos en su interior para demoler las estructuras del antiguo sarcófago que sean inestables.

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Chernobyl – El sarcófago 30 años después

Hace casi tres años crucé Ucrania en moto. Muchas cosas han cambiado desde entonces. Viajé a través de la región del Dombás, pasé dos noches en Luhansk y crucé la frontera con Rusia. Esto sería impensable en la actualidad, la región está sufriendo los devastadores efectos de la guerra y la frontera con Rusia está cerrada. No sé cuándo podré volver a visitar la zona, espero que pronto, pero puede ser que pase mucho tiempo. Lejos de esta zona de conflicto, al norte del país, se encuentra otro enemigo que necesitará mucho, mucho más tiempo para ser derrotado.

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Esta semana marca el 30 aniversario de la catástrofe nuclear de Chernobyl. La noche del 26 de abril de 1986 una combinación fatal de error humano y defectos en el diseño llevaron al peor desastre nuclear de la historia. Los hechos que causaron la explosión, a pesar de ser bastante técnicos, son ampliamente conocidos. El desmembramiento de la URSS y las dificultades de llevar a cabo estudios detallados, sin embargo, significa que los efectos de los residuos radioactivos a largo plazo son mucho menos conocidos: grandes zonas inhabitables, población desplazada, cultivos y fuentes contaminados, incremento en los casos de cáncer, particularmente de tiroides, trastornos genéticos… de un modo u otro, el desastre afectó las vidas de por lo menos 300.000 personas.

Desgraciadamente, como suele ser el caso con las catástrofes que ocurren lejos de nosotros, el mundo ha dado la espalda a Chernobyl. La zona fue aislada por el ejército, los restos del reactor cubiertos, y nos olvidamos de ello.

Pero el peligro sigue ahí. Hay 16 toneladas de uranio y plutonio dentro del reactor, entre otros muchos tipos de material radioactivo. Un miligramo es suficiente para ser mortal para una persona. Podéis hacer los números.

En los días inmediatamente posteriores al accidente, una vez controlado el fuego del núcleo, la prioridad era sellar los restos del reactor para evitar que la nube de polvo y humo radioactivos se extendiesen por la atmosfera (basta recordar que el alcance de la catástrofe solo se conoció cuando la nube radioactiva llegó a Suecia e hizo saltar las alarmas en una central nuclear allí) pero era imposible trabajar cerca de edificio puesto que los niveles de radiación eran tan altos que podían resultar mortales en cuestión de minutos y dejar secuelas letales en cuestión de segundos.

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Construir una estructura para sellar un edificio que no solo era enorme, sino que además estaba parcialmente destruido y rodeado de escombros sin acercarse más de lo estrictamente necesario no era una tarea fácil. La zona de alrededor tenía que ser despejada para construir los cimientos, se tenían que buscar formas de colocar la estructura en su sitio sin poner en peligro las vidas de los trabajadores y todo tenía que completarse lo más pronto posible.

Se usaron bulldozers de control remoto para despejar los alrededores. Los escombros y la primera capa de suelo se retiraron y se enterraron en profundas zanjas que se cubrían de inmediato de cemento. La mayor parte de la estructura del sarcófago se construyó en otros emplazamientos y luego se transportó y fue colocada usando enormes grúas de control remoto. El despliegue de inventiva y tecnología era impresionante.

A pesar de todo, la construcción remota de semejante estructura seguía suponiendo grandes retos. La estructura del techo no descansa sobre muros o pilares de nueva construcción, sino sobre los restos de conductos de ventilación, que resultaron dañados en la explosión. La losa de cemento de 2.000 toneladas que cubría el reactor cayó en una posición inestable, casi en vertical; si se moviese podría levantar enormes cantidades de polvo altamente contaminado o dañar estructuras a su alrededor. Las soldaduras y remaches del sarcófago se tuvieron que hacer de forma remota, de modo que no son tan precisos como sería deseable, y para rematarlo, la estructura ha sufrido desde entonces el asalto de los elementos.

Fue diseñada para aguantar 30 años y mantener los niveles de radiación lo suficientemente bajos para permitir trabajar en la construcción de una estructura mejor y más permanente. Sin embargo, el desmembramiento de la URSS significó que el problema pasó a estar en territorio Ucraniano, y ni Ucrania ni Rusia tenían los fondos para acometer semejante obra.

10 años después del final su construcción, la estructura mostraba grietas y agujeros, y el agua de la lluvia penetraba y se filtraba al subsuelo. Los niveles de radiación dentro del sarcófago seguían siendo extremadamente altos y se determinó que era imposible repararlo desde dentro.

Ya en 1992, el gobierno ucraniano convocó una competición internacional para elegir una propuesta de diseño para una estructura que sustituyera la actual, pero no fue hasta el año 2004 cuando se completó el diseño. El inicio de las obras sobre el terreno aún tendría que esperar otros seis años, hasta 2010. En 2006 la Estructura de Estabilización (DSSS, por sus siglas en inglés), que se construyó para aliviar parte del peso de la cubierta que descansa sobre un muro de hormigón dañado, fue extendida para soportar el 50% de la carga. Esto debía asegurar la estabilidad de la estructura por otros 15 años, pero otras partes del sarcófago seguían siendo inestables: en febrero de 2013 parte del techo de la sala de turbinas se hundió, y los trabajadores tuvieron que ser evacuados. El hundimiento fue atribuido a la mala calidad de la construcción y el deterioro de la estructura.

Visité el lugar en julio de ese mismo año, y la construcción del nuevo sarcófago, llamado NSC por sus siglas en inglés, estaba muy avanzada, si bien inicialmente se predijo la finalización del proyecto para el año 2005. El NSC está diseñado como un enorme arco que cubrirá el viejo sarcófago completamente. Mide más de 100 metros de alto, 150 de largo y tiene una luz de 245 metros. Contiene dos grúas y el equipamiento necesario no solo para sellar el reactor, sino para comenzar a desmantelarlo y retirar el combustible de su interior. Una vez completado, se desplazará sobre dos raíles hasta su posición sobre el viejo sarcófago.

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180 metros al este del lugar de construcción del NSC, la antigua estructura se perfilaba contra el cielo mucho más alta de lo que las fotografías que había visto hacían creer. Solo se nos permitió estar allí unos minutos, pero fue suficiente para apreciar la imperiosa necesidad del nuevo sarcófago.

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En el momento de escribir estas líneas la construcción del NSC ya se ha completado. Lo único que falta es desplazarlo hasta su posición definitiva y sellarlo de forma permanente, 30 años después de la catástrofe.

Algunos enlaces a material interesante:

The Sarcophagus enThe Charnobyl Gallery – Web de fotografía sobre Chernobyl y Prypyat

Documental completo sobre la catástrofe y sus consecuencias

Documental de la BBC Inside Chernobyl’s Sarcophagus

Picadas de mosquitos radioactivos

Día 10 – Jueves 4 de Julio – Visita a Chernobyl (0km)

Es difícil describir la experiencia de hoy. Era algo que esperaba con ganas, ya que era uno de los puntos álgidos del viaje, y fue una visita interesante, pero al mismo tiempo fue experiencia inquietante como pocas.

Luda me llevó hasta la plaza principal de la ciudad, desde donde el autobús del tour me tenía que recoger, y una vez enfrente del hotel que era el punto de encuentro, me dijo que estaría allí de nuevo a las 6 de la tarde para enseñarme un poco el centro. Vi un autobús y un par de personas esperando y pregunté a la última persona de la cola, que resultó ser el doble exacto de Hillary Swank. Era de Suecia y como su novio había decidido no hace vacaciones ese verano, estaba viajando por Ucrania unas cuantas semanas sola. Subimos al autobús y enseguida empezamos a hablar de viajes, ya que compartíamos el gusto por los destinos raros y Europa del este. La conversación se interrumpió rápido al empezar un documental sobre el desastre, que resultó ser muy interesante y mucho más completo que otras cosas que había visto antes. Terminó poco antes de que llegásemos al primer punto de control. Una extensa zona alrededor de Chernobyl está bajo control militar, y a pesar de que unas 170 personas, todas de más de 70 años y jubiladas, han decidido volver a sus tierras, no se permite entrar ni salir a nadie sin pasar por estrictos controles. Bajamos del autobús y después de que comprobasen nuestros pasaportes y los contrastasen con una lista, cruzamos las barreras andando y esperamos que el autobús pasase al otro lado. Al cabo de poco rato conduciendo llegamos a la primera y única población habitada, que acoge a unas 5,000 personas que trabajan en temas de seguridad y mantenimiento de la zona. Viven y trabajan allí durante 15 días y luego tienen 15 días libres, y tienen que someterse a controles médicos frecuentes.

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De camino hacia allí, pasamos varios pueblos, pero lo único que quedaba de ellos eran los carteles en la carretera con sus nombres, pues el ejército había derribado y enterrado las casas tras el desastre y la naturaleza había recuperado el espacio rápido. Paramos un momento en la población, donde vimos un monumento conmemorativo, un parque de bomberos (cuyos miembros fueron los terceros en llegar al lugar tras la explosión) y unos pocos vehículos que se usaron en la limpieza.

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Había una colección de vehículos más grande en un lugar llamado cementerio de vehículos, pero los habían declarado demasiado radioactivos para poder formar parte de la visita con seguridad y se había cancelado esa parte de la visita y enterrado los vehículos hacía años.

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Después nos dirigimos a otro punto de control para entrar en la zona de exclusión, donde no vive nadie, a pesar de que mucha gente trabaja allí. Antes de llegar a la planta nuclear nos paramos en una guardería abandonada que, juntamente con una oficina de correos que a penas se mantenía en píe entre los árboles, eran los dos únicos edificios que quedaban en el último pueblo antes de la planta.

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Entonces, al salir de una curva, apareció ante nosotros. La chimenea que se erguía entre los reactores tres y cuatro. Paramos una última vez antes de llegar allí, para ver las obras de un par de torres de refrigeración y de los reactores cinco y seis, aún rodeados de altas grúas.

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No se terminaron nunca. El autobús paró en la carretera y cuando nos bajamos a hacer algunas fotos, el guía nos advirtió que no saliéramos de la carretera y no pisáramos la hierba, que estaba muy contaminada.

Cogimos el autobús de nuevo para recorrer la corta distancia que nos separaba del sarcófago que cubre el reactor numero tres. La estructura parecía bastante vieja, Era la primera y la única de ese tipo, y su construcción duró semanas y se cobró numerosas vidas.

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Los que lo diseñaron y construyeron no habían hecho algo así antes, y nadie había trabajado ni se había entrenado para trabajar en condiciones como aquellas. Miles de personas trabajaron en la construcción del sarcófago, durante no más de un minuto cada vez para evitar dosis letales de radiación, y aún así, todos ellos sufrieron terribles consecuencias. Todos los que estuvieron allí para contener el desastre dieron sus vidas para prevenir una tragedia mucho mayor, que hubiese convertido la mayor parte de Europa en un lugar inhabitable. Algunos de ellos sabían lo que les esperaba, otros fueron enviados allí por sus superiores sin saber qué riesgo corrían, pero sin ellos la tragedia hubiese sido mucho peor. Desde los primeros bomberos que llegaron al lugar hasta los mineros que cavaron un túnel bajo el reactor para verter cemento y evitar que las barras de uranio fundido alcanzasen el agua de debajo y explotasen; desde la gente que se subió al techo del reactor número cuatro para retirar trozos de grafito altamente radioactivos con sus propias manos hasta los pilotos de los helicópteros que volaron justo encima del incendio radioactivo para dejar caer toneladas y toneladas de arena y plomo para intentar apagar el fuego; desde las personas que se acercaron tanto como pudieron al núcleo para medir la radiación hasta los trabajadores que construyeron el sarcófago, todos ellos son héroes anónimos que salvaron cientos de millones de vidas y que hoy han sido olvidados, condenados a sufrir las terribles consecuencias que sus cuerpos experimentaran hasta el fin de sus vidas solos.

Cerca del sarcófago original que cubre el reactor numero tres, una empresa francesa se afanaba a construir una estructura de dimensiones descomunales: un nuevo sarcófago que cubrirá el antiguo y garantizará la seguridad durante cien años. Es difícil apreciar las dimensiones en las fotografías, pero las cajas rojas cerca de la parte superior son contenedores marítimos, lo que da una buena idea del tamaño.

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Y aún tiene que crecer para ser el doble de alto y de largo. Debería haberse construido hace diez años, pero no había dinero. Estará terminado en 2015. Nos dijeron que sólo podíamos hacer fotos del reactor y del sarcófago nuevo, ya que había edificios militares en la zona y no se podían fotografiar.

En cierto modo, me siento privilegiado de haber tenido la oportunidad de hacer este tour ahora, ya que estas visitas pueden tener los días contados, al menos tal y como son ahora. En tres años el reactor número tres ya no será visible, enterrado bajo su nueva cubierta, y la ciudad de Prypyat se habrá derrumbado y habrá sido devorada por la naturaleza.  El autobús nos dejó en la entrada principal de la ciudad, que en su día alojó a 50,000 personas, todas ellas evacuadas en dos días sin poder llevarse más que un par de maletas. Jamás se les permitió volver.

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Hoy, era imposible reconocer que era una avenida. Árboles y arbustos habían crecido en ambos lados hasta reducirla a poco más que una pista a través del bosque. Los edificios han estado abandonados desde el desastre, de modo que la mayoría tienen enormes goteras y están en peligro de derrumbarse en cualquier momento.

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El autobús nos dejó en la plaza principal y empezamos a andar por la ciudad, con cuidado de no tocar las plantas. Andamos alrededor de algunos de los edificios de la plaza y encontramos el parque de atracciones, una de las vistas más inquietantes de la ciudad, con la noria aún en pie, congelada en el tiempo.

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Desde allí atravesamos lo que parecía un bosque hasta que el guía se detuvo entre los árboles y anunció que estábamos en medio del campo de futbol en el estadio de la ciudad. Al salir de la vegetación encontramos las gradas, y ese fue uno de los dos edificios que pudimos visitar por dentro.

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El otro fue el centro de deportes, con su pista de baloncesto y su piscina vacía. Fue una visita fascinante.

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El autobús nos recogió en otra avenida reducida a casi un camino y nos sacó de la zona de exclusión para llevarnos a la cantina del pueblo donde los trabajadores actuales viven. Pasamos un exhaustivo proceso de desinfección a base de un lavado de manos con una pastilla de jabón vieja, y nos sentamos a disfrutar de una comida al más puro estilo soviético.

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Después de comer, nos paramos en el punto de control principal y nos hicieron pasar por unas máquinas de medición de la radiación que parecían sacadas de una película de la guerra fría. A continuación nos dejaron marchar, libres de radiación.

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De camino a la visita la tensión se podía palpar en el autobús, casi nadie hablaba, todos llenos de expectación por lo que íbamos a ver. De vuelta, la tensión se había disuelto y había más conversación y bromas. Un profesor holandés que estaba sentado detrás de mí dijo que su mujer le iba a hacer tirar toda la ropa que llevaba a la basura en cuanto llegase al hotel, y conocí a un americano que trabajaba para el CDC que tenía un montón de anécdotas que contar sobre todos los lugares donde había estado destinado.

De vuelta en Kiev, Luda me estaba esperando para ver un poco la ciudad, ya que aún tenía unas horas. Había traído una amiga que también hablaba inglés, y fuimos a hacer un poco de turismo antes de volver a casa a preparar las maletas para la mañana siguiente.

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Kiev es una ciudad enorme, una extensión de más de 3 millones de personas, mucho más grande de lo que me imaginaba, y era obvio que me estaba perdiendo muchas cosas. Decidí que volvería a visitarla algún día.