Ruta – On/Off: Cingles de Tavertet, Sau i Susqueda, Les Guilleries, Montseny (152km)

La ruta

Son las ocho menos diez en una gélida mañana de sábado cuando me reúno con mi compañero de ruta para hoy en una decrépita gasolinera de polígono industrial tristemente famosa por ser el lugar en el que terminó un secuestro de 492 días en 1994. No hay ni alma a la vista aparte de la silueta de mi amigo y de su Ténéré recortados contra la neblina matinal.

Estamos aún a unos 50km del punto de inicio de nuestra ruta, media hora de frío intenso y niebla densa que hace que la carretera parezca una escena sacada de Fargo.

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La ruta que hemos planeado para hoy empieza justo al dejar el eje que conecta Cervera y Girona, la C-25, por la salida 183. A pesar de tener puños calefactados en ambas motos tenemos las puntas de los dedos congeladas al dejar la autovía, los cubrepuños hacen bien su función de proteger las manetas de freno y embrague en caso de caída, no tanto la de protección aerodinámica de nuestras manos.

Ya en la carretera C-153, cruzamos Roda de Ter mientras el sol lucha por atravesar la bruma y hace difícil conseguir fotos decentes del viejo puente romano que salva el río Ter. Unos pocos kilómetros más adelante la carretera empieza a ascender por las colinas a través de campos de pasto, un recorrido mucho más interesante tras el tramo relativamente largo de autovía para llegar aquí, pero nos lo tenemos que tomar con relativa calma pues el asfalto está mojado y patina.

En el cercano pueblo de l’Esquirol giramos a la derecha dejando la carretera principal y enfilamos por una de mis carreteras favoritas: la BV-5207 que sube a Tavertet. A pesar de que la carretera termina allí, cuando hace bueno la llenan bastantes turistas que suben por ella hasta el pintoresco pueblo situado en lo alto de los acantilados que dan al valle del río Ter y la sierra de Les Guilleries, pero hoy la carretera es nuestra. Son las nieve y media, hemos ganado suficiente altura para dejar atrás la niebla matinal y el sol brilla intensamente sobre el espectacular paisaje.

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Unas curvas antes de Tavertet paramos en un mirador que da a un valle donde está teniendo lugar una batida de caza de jabalíes y nos encontramos a un hombre mayor siguiéndola con su walkie-talkie.

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Nos cuenta que cada año hay más y se organizan estas batidas para mantener la población bajo control. Sus rodillas ya no le permiten unirse a ella como hacía cuando era más joven, pero aún disfruta siguiendo el desarrollo desde allí. Señala un punto naranja en el denso bosque por debajo nuestro: un cazador con un chaleco de seguridad, y unos segundos después oímos unos disparos que resuenan contra las paredes de los acantilados y parecen cien escopetas disparadas al unísono.

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A entrada de Tavertet encontramos una barrera que bloquea parcialmente la carretera. Está ahí para evitar que los muchos turistas que conducen hasta aquí para disfrutar de una comida en alguno de los restaurantes aparquen dentro del minúsculo pueblo, se puede pasar sin problemas y atravesar el pueblo hasta el extremo este, desde donde una pista cementada asciende por el borde de los riscos hasta un llano desde el que se divisan los Pirineos en la distancia. Las visas desde aquí arriba son magníficas, en unos pocos metros de carretera uno puede disfrutar de una panorámica de casi 360º de las principales montañas y cordilleras catalanas: Pedraforca, Guilleries, Montseny, Pirienos…

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Desde allí la pista desciende a través de un bosque de hayas con el suelo cubierto de una alfombra de hojas de color marrón rojizo y termina de nuevo en la C-153 en dirección a nuestra siguiente parada: Rupit.

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Hay una pista que lleva de Rupit al pantano de Sau resiguiendo el pie de las paredes de Tavertet. He pasado por allí dos veces en mi vida: una en bicicleta cuando tenía doce años y otra en un Fiat Punto cuando estaba en la universidad con la que era entonces mi novia. Recordaba una pista en relativo buen estado, y para mi sorpresa descubrimos que la han cementado. Es un recorrido muy agradable entre bosque y pastos con vistas a los riscos sobre los cuales estábamos hace apenas una hora.

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Al llegar al fondo nos desviamos de la ruta principal para acercarnos a la orilla del pantano y desayunar frente al campanario de la iglesia del pueblo de Sau, que es lo único que queda visible tras la construcción de la presa. Con el vientre lleno pero las manos aún muy frías, hacemos los pocos kilómetros que nos separan de la pared de la presa para explorar la única parte de la ruta que aun me resultaba completamente desconocida.

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Mirando mapas e imágenes de satélite, parecía que había una carretera a lo largo de la orilla sur del pantano de Susqueda que lleva hasta su pared y luego hasta la C-63, pero no estaba seguro de que se pudiera pasar. Podría ser una vía de servicio de la presa o una pista forestal en mal estado y no me apetece especialmente meterme en terreno complicado pues mi moto lleva neumáticos de carretera (y encima gastados). Cruzamos la presa hacia donde parece que se desvía una carretera, pero está cortada y parece que lleva años así. Desprendimientos de rocas y tierra. Volvemos a cruzar a la orilla norte y desde allí bajamos por otra carretera que parece llevar a la central eléctrica al pie de la presa. Efectivamente, termina en una valla, pero a la subida descubrimos una pista de tierra que parece seguir bajando. Tiene una pendiente pronunciada, al menos los primeros metros, pero veo marcas de neumáticos de turismo y pensamos “no puede ser demasiado complicada”, y nos aventuramos.

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La pista está en buen estado y un puente al fondo de la garganta nos lleva de nuevo a la orilla sur de rio. Desde allí seguimos una estrecha pista que pone mi pobre moto a prueba. Piedras, arena, barro y hojas me dejan muy claro que neumáticos de carretera, poco recorrido de suspensión y muelles duros no son la mejor combinación aquí. ¡Cómo echo de menos la Super Ténéré!

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Una hora más tarde la presa de Susqueda aparace ante nuestros ojos tras la ultima curva. Estamos sudados y me duelen las muñecas y la espalda de la postura forzada sobre los resposapiés, pero también visto una sonrisa de oreja a oreja. Lo hemos conseguido.

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Una buena carretera lleva hasta la C-63, que tomamos durante un tramo hasta llegar Anglès y girar por la GI-542 para la parte final de la ruta. Esta carretera sube por las montañas de Les Guilleries atravesando el pueblo de Osor y llega a Sant Hilari de Sacalm, famosos por las numerosas fuentes que producen gran parte del agua embotellada que se vende en el país. Desde allí vamos a tomar una carretera más estrecha hacia las montañas del Montseny. Esta resulta un poco más complicada de encontrar, pues no está indicada, pero al cabo de un rato descubrimos que era tan sencillo como seguir los indicadores hacia la planta embotelladora de Fontvella, la principal en la zona, desde donde sale la carretera. Ya ha pasado el mediodía, y el asfalto está completamente seco, así que podemos ir a buen ritmo y disfrutar de una carretera fantástica: asfalto en perfecto estado, nada de tráfico, vistas excelentes.

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Poco después cruzamos de nuevo la C-25 y tomamos la GI-543 y BV-5303 resiguiendo el límite norte del parque natural del Monseny hasta terminar nuestra ruta en la C-17 en dirección a Barcelona.

Mapa

Mapa

Qué ver

Roda de Ter – El puente viejo: data de la época romana, era parte de la Strata Franciscana que llevaba hasta Francia.

Tavertet – Un grupo minúsculo de pintorescas casa de piedra construidas al borde de las paredes que llevan el mismo nombre. Vale la pena una visita y un paseo por los alrededores con vistas imponentes de toda la región a tus pies.

Rupit – Un pueblo del siglo XII con estrechas calles adoquinadas, un puente colgante de madera y los restos de un castillo medieval

Pantà de Sau – La punta de la torre del campanario es todo lo que queda visible del pueblo de Sant Romà de Sau, que quedó sumergido tras las construcción de la presa en 1962. Cuando el nivel del agua baja lo suficiente en los veranos más secos la iglesia emerge y es posible acceder a ella a pie desde la orilla.

Dónde comer

Al llegar a Seva, casi al final de la ruta, nos podemos desviar siete kilómetros por la BV-5301 hasta el núcleo de El Brull, donde encontramos dos restaurantes excelentes que sirven comida casera tradicional catalana: Can Pasqual y Castell del Brull.

Prueba – Kawasaki J300

La Kawasaki J300, el primer escúter de la casa japonesa. Honda, Yamaha y Suzuki, las otras grandes casa japonesas, cuentan hace ya mucho tiempo con numerosos productos en este sector y Kawasaki no quería quedarse sin un trozo de un pastel tan suculento como es el mercado Europeo. Sin embargo, la aparición de este escúter de supuesto carácter deportivo no ha estado exenta de polémica.

Pero… un momento. ¿Un escúter? ¿Esto no era un blog de motos? ¿O al menos de viajes en moto?

Bueno, sí, lo es. La cuestión es que la V-Strom necesitaba ya un cambio del kit de transmisión y de los cojinetes de la dirección, y me tocaba dejarla en taller. Como la moto la necesito a diario, me pasé una mañana por Hamamatsu motor a ver si podía concertar una cita con tiempo y dejarla y recogerla el mismo día, pero Fabio, atento como siempre, me dijo que la trajera cuando quisiera, que me dejaba otra de substitución. Perfecto. Quedamos para un par de días más tarde.

El día acordado dejo la moto en manos de su mecánico y me ofrecen una Burgman de 125, pero con la enorme bolsa del trabajo ya metida bajo el asiento (cabía perfectamente, buen punto a favor de ese modelo) nos damos cuenta de que el anclaje del asiento no se cierra. Tras jugar un poco con la llave e intentar ajustar los soportes para que el asiento encajara mejor, el mecánico determina que no me puedo llevar por ahí una moto a la que no se le puede cerrar con llave y me dan otra: la Kawasaki J300 que tienen como moto de pruebas.

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Mira qué bien, 175cc más para poder hacer los viajes que me tocan esa mañana y además un modelo reciente. Aprovecha para escribir algo para el blog, pensé.

Pues nada, vamos a ver qué tal esto de llevar escúter. Como la cosa ha sido un poco improvisada, no llevo el equipo adecuado para ello: ni zapatillas Bikkembergs, ni plumón con capucha y sin ninguna protección en codos, hombros o espalda, ni casco tipo jet con la cinta medio suelta, ni iPhone 6 para ir mirando mensajes en cada semáforo. Bueno, habrá que apañarse con las botas y la chaqueta de moto, oye.

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Tras constatar que el hueco bajo el asiento es mucho menor que el de la Burgman me cuelgo la bolsa al hombro, me subo al bicho y le doy al contacto. El monocilíndrico de 300 arranca al instante y me incorporo al tráfico Barcelonés que pasa por delante del concesionario. La primera impresión es que frena, y mucho, pero puesto en perspectiva, hasta una bici de montaña con unas buenas pinzas hidráulicas frena más que mi pobre V…

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Le voy pillando el tacto a la frenada, al principio hacía saltar constantemente el ABS en la rueda trasera acostumbrado a apretar con decisión una palanca que para mí es el embrague, y a la posición, mucho más adelantada y con el manillar cerca. Los retrovisores tampoco ayudan a hacerme sentir cómodo entre el tráfico, demasiado pequeños y demasiado cortos. Algo más familiarizado con la moto para cuando llego a la Avenida Meridiana, me coloco en primera línea en un semáforo dispuesto a hacer la clásica salida en verde de escúter. A mi alrededor otros aparatos semejantes, la mayoría de menor cilindrada. El semáforo cambia y para mi sorpresa me quedo atrás, humillado por toda la maquinaria que esperaba conmigo tras el paso de peatones. ¿Qué pasa aquí? Esto es una 300, debería merendarse a casi todas… En el siguiente semáforo lo entiendo: estaba conduciendo como lo hago con la moto. Un poco de gas, abrir embrague, acelerar progresivamente cuando éste ya ha mordido y aprovechar el par. Parece que no se hace así con un escúter, la cosa es más, digamos, dual. Se pone verde, se le retuerce el puño del gas sin miramientos ni simpatía alguna por la mecánica y se frena a fondo 20 metros más adelante en el siguiente semáforo. Llevado así, se desenvuelve con soltura y potencia de sobra por el tráfico, pero no compraría un trasto de estos de segunda mano ni loco. Qué vida tan dura tienen los pobres…

Ya fuera de Barcelona, en la autopista, es hora de probar cómo va en vías rápidas. Ahora que ya no tengo que poner el pie en el suelo en cada semáforo me acomodo y estudio la ergonomía del puesto de conducción. La protección para las piernas es claramente mejor que en una moto, pero con la pantalla baja de serie, se echa en falta mayor protección para la cabeza; imposible circular con la visera abierta. No hay sitio para apoyar los pies en la parte interior del carenado y estirar un poco las piernas al estilo de una T-Max, y con los pies sobre la plataforma las puntas de las botas quedan ligeramente mirando hacia adentro, cosa que me hace ir algo incómodo.

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Aparte de estas quejas, la J300 alcanza sin problemas los 140km/h y se muestra bastante estable. Volviendo a la polémica que mencionaba al principio, aparte de las críticas que recibió Kawasaki, una marca de corte deportivo, por sacar un escúter, también le tocó recibir por haberlo desarrollado sobre la base de una Kymco 300. Cierto es que entra en un mercado muy competido y no se la podían jugar a comenzar con un diseño desde cero, pues eso supone una enorme inversión y un error puede ser fatal, pero ello no ha ayudado demasiado a la imagen deportiva. Se supone que los ajustes de suspensión son diferentes para darle carácter propio, y es cierto que se comporta bien en curvas, pero eso pasa factura en la conducción por ciudad, que es donde más se va usar, resultando la suspensión algo seca.

Ya en Sabadell aparco para ir a hacer unos trámites y veo que mi casco tampoco cabe bajo el asiento… vale, es un Shoei dual, de los que llevan visera, quizá uno integral normal entraría, pero lo vi un poco justo. Toca cargar con la maleta y el casco. Al cerrar el asiento descubro un pequeño problema de acabado: tiene dos anclajes, pero solo se fija uno. Para que cierre bien hay que bajar el asiento con decisión, demasiada. En una nota más positiva, la J300 es facilísima de subir y bajar del caballete y mover en parado.

Siguiente etapa: vuelta a casa a comer; después de ciudad y autopista, ahora toca ruta por carretera se curvas para terminar de opinar. Aquí las suspensiones vuelven a dar un excelente resultado, la moto se mueve bien, es ágil y el motor tiene suficiente solvencia hasta para pasárselo un poco bien. El problema para mí es que sigue siendo un escúter, con lo que eso implica en cuanto a dinámica de conducción. El variador continuo tiene un instante de retraso antes de mandar la potencia que uno cree que está modulando con el puño al suelo; al entrar en una curva o en una rotonda y tumbarse, ese pequeño vacío de potencia me resta mucha confianza. El otro gran pero es la postura; en una conducción un poco animada o a velocidades de autopista, ir sentado como se sienta uno en una taza de váter da una sensación de control nula. No se pueden usar los pies ni las piernas para ayudar en los giros, y no me quité en todo el día la sensación de que en cualquier momento iba a salir disparado del trasto por un lado.

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Antes de entrar en la ciudad de nuevo paro para hacer unas fotos y valorar un poco el tema estética. Con una línea aguda y rasgada, terminada en la parte delantera en una óptica que recuerda un poco a la gama Z de la marca, la J300 da el pego como opción deportiva en su segmento, aunque éste es un tema altamente subjetivo, que cada cual juzgue las fotos.

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De vuelta a Barcelona, las ventajas de no tener que estar cambiando de marcha en tráfico denso vuelven a hacerse evidentes, pero sigo sin acostumbrarme a algunas cosas, como por ejemplo no poder aguantar el freno con el pie en un semáforo y tener las dos manos libres sin que se vaya la moto hacia adelante o hacia atrás.

Tras recuperar mi moto a la mañana siguiente, el veredicto más concluyente que puedo dar es que en ningún momento he añorado el escúter. Es una buena máquina, con un motor solvente y agradable, cómoda, ágil y bien acabada, y para moverse exclusivamente por la ciudad es una buena opción, pero no me gustó en carretera comparada con una moto, lo que lleva a lo que siempre me pregunto: para moverse por ciudad, 125cc bastan y sobran, y para salir a carretera, cualquier moto es mejor que un escúter. Entonces, ¿para qué un escúter de mayor cilindrada? Especialmente cuando entramos en precios por los cuales se puede comprar una muy buena moto. A no ser que uno tenga el poder adquisitivo para darse el capricho, y mantener dos máquinas, el fenómeno de los escúter de gran cilindrada es algo que sigo sin entender.

Más fotos aqui.