Fotos en acción

Una de las desventajas de viajar solo es que terminas con cero fotos de ti mismo en la moto. Ya sabéis, las chulas, donde se te ve tumbando en una curva con un paisaje alpino de fondo.

Siempre puedes montar el trípode o poner la cámara en una piedra, grabar un vídeo y luego sacar fotos de los mejores fotogramas, pero el resultado no será el mismo que con un buen teleobjetivo y la velocidad de disparo adecuada.

Había visto fotógrafos profesionales tomando fotos y luego vendiéndolas online en eventos organizados como la Rider1000, pero en el viaje a los Alpes fue la primera vez que me los encontré en la carretera por su cuenta.

En el Col du Galibier y luego en la Strada dell’Assietta vi fotógrafos agazapados en una curva, sacando fotos de todos los que pasaban. Más adelante habían montado un pequeño puesto donde se podía recoger una tarjeta con su web y las instrucciones para comprar y descargar las fotos.

Pensé que estaría bien tener algunas, así que recogí un par de tarjetas y, una vez en casa, miré los resultados en Griffe PhotosPhotoAssietta.

Aquí están las fotos, ¿qué os parecen?

Con vistas a Mónaco

Día 8 – Lunes 7 de agosto – de Moulinet a Barcelona (764km)

 

Había puesto el despertador a las 6:30 para salir temprano y evitar las horas de más calor del día en tanto que fuera posible, pero no me hizo falta. A las 6 clavadas un gallo nos despertó a todos y siguió cantando a pleno pulmón por lo menos media hora más. Desayuné bajo la mirada de unos burros y mientras desmontaba la tienda vi que dos bancales por encima de donde me había instalado había jaulas con conejos. El cámping era sin duda una granja.

La carretera hacia Sospel era una maravilla, una serie de horquillas construidas en las laderas rocosas de las Gorges de Piaon, vacía a esa hora de la mañana, como también lo estaba la carretera que subía al Col de Castillon, al que llegué por la carretera antigua, la nueva cruza las colinas a través de un túnel más abajo en el valle.

Al salir de una de las últimas horquillas antes de llegar a la costa vi un antiguo viaducto que se separaba de la ladera y describía una larga curva en el aire sobre el valle antes de volver a girar hacia la montaña de nuevo. Era una vista impresionante, y al acercarme vi que ya no había raíles sobre él y una verja cerraba el acceso en el punto donde se encontraba con la carretera. Era parte de una vieja línea de ferrocarril que conectaba Menton, en la costa, con el pueblo de Sospel, y la razón por la cual se separaba tanto de la ladera en ese punto no era para permitir un mayor radio en la curva, como había pensado yo, sino para poder destruirlo de forma sencilla y eficiente en caso de guerra, inutilizando la línea para el enemigo.

Unos kilómetros más abajo la carretera llegaba a Menton, marcando el punto final de mi viaje a través de los Alpes franceses. Quedaba un último puerto en el mapa, el Col d’Éze, en la carretera de la costa entre Mónaco y Niza; con la mayor parte del tráfico en la autopista, la carretera estaba tranquila y me ofreció unas vistas fantásticas al Mediterráneo con Mónaco a mis pies.

Tras conquistar el último puerto llené el depósito, elegí una buena playlist en el iPod y me preparé para el tirón de 700km de vuelta a casa por la autopista. A los neumáticos mixtos no les gustan las velocidades elevadas y yo quería intentar ahorrar gasolina, así que me tomé las cosas con calma y un par de repostajes más tarde estaba en las afueras de Barcelona.

El calor había sido soportable, sin exceder los 31ºC, y ya estaba pensando en la ducha y una cerveza fría cuando de repente el tráfico se paró por completo. A pesar de que era hora punta al final de día no me esperaba problemas, pues la mayor parte de gente ya estaba de vacaciones, pero me acababa de encontrar con un colapso total a la entrada de la ciudad. Entonces recordé que algún genio en urbanismo había decidido dar luz verde a obras en dos de las principales vías de acceso a la ciudad al mismo tiempo, dejando así sin alternativas al tráfico de entrada en Barcelona, una de ellas un nuevo carril bus que nadie había pedido y nadie necesitaba. Había carriles cortados y otros reducidos en anchura, así que no tenía por dónde colarme con las maletas en la moto y me tocó sudar sentado en medio del caos durante casi una hora mientras todo el tráfico accedía a la ciudad por un solo carril. Cuando llegué a casa aún me esperaba otra sorpresa: el propietario del edificio había decidido substituir el ascensor y las obras iban a durar hasta el 23 de agosto, obligándome a cargar con todo el equipaje escaleras arriba vestido de Robocop, sudando y soltando improperios.

Cuando conseguí despegarme del traje me di una buena ducha, abrí una IPA fría y me fui a darle un beso a mi añorada cama.

Cuentapuertos:

37. Col de Castillon 706m

38. Col d’Éze 507m

La carretera más alta de Europa

Día 7 – Domingo 6 de agosto – de Briançon a Moulinet (241km)

 

Habiendo completado las cuatro famosas rutas alpinas offroad, era ya hora de seguir con la Route des Grands Alpes. Me quedaban solamente 260km para terminar, una distancia que parecía muy factible, incluso tomándomelo con calma.

El factor que no había tenido en cuenta, sin embargo, era el tiempo. Hasta el momento había tenido mucha suerte, pero mientras terminaba de recoger el campamento y cargar la moto bajo un cielo plomizo, oí el rugir de un trueno subir por el valle. Iba a desayunar con Harald antes de ponerme en camino y en cuanto dejé la moto al lado del bar empezó a llover con fuerza, así que nos sentamos pacientemente a tomar el café a sorbos y esperar que pasara la tormenta. Harald dijo que visto el tiempo, iba a quedarse un día más pero yo tenía que ponerme en camino en la dirección en la que el cielo estaba más oscuro. El radar meteorológico de la app de France Méteo (muy útil) mostraba que, efectivamente, la tormenta avanzaba en la misma dirección que tenía que tomar yo, pero se desplazaba rápido, calculé que en una hora más o menos habría pasado del todo.

A las 10:30 la lluvia había parado, el suelo se estaba secando y el cielo parecía aclararse, a lo que todos los ciclistas, excursionistas y moteros que estaban pasando el rato a resguardo de los toldos de la terraza del bar empezaron a activarse. Me despedí de Harald agradeciéndole su compañía los últimos dos días y dejé el cámping.

En los dos últimos días había llegado a la conclusión que el tráfico para cruzar Briançon era horrible, e incluso un sábado por la mañana como hoy no era ninguna excepción. Para empeorar las cosas, fui a parar detrás de una autocaravana holandesa que tapaba completamente mi visión de la calle, así que me pasé la salida que tenía que tomar en una rotonda del centro y tuve que desandar el camino por un callejón cerrado al tráfico no residente.

Ya fuera de la ciudad, el ascenso al Col d’Izoard empezó inmediatamente. Era una bonita carretera a través de un bosque y el paisaje era, si cabe, aún más verde tras la lluvia. Tenía que ir con cuidado con la carretera aún muy mojada y, a medio subir, tuve que decir basta y parar a ponerme un polar cuando el termómetro bajó de los 15 grados. ¡Qué diferencia con los días anteriores!

Cuando llegué arriba del puerto el cielo se estaba abriendo y me permitió unas vistas preciosas a ambas vertientes, con nubes de distintas formas desplegándose por las laderas de los altos picos. Mientras me preparaba para seguir el camino me encontré con una pareja de catalanes que iban en dirección norte, y me recomendaron tomar la carretera por el Col de la Bonnette y el Col du Raspillon. Estaba siguiendo la Route des Grandes Alpes en el mapa que tenía y esos dos puertos estaban marcados en una variante de la ruta principal, que atravesaba el Col de la Cayolle, el Col de Valberg, el Col de Ste-Anne y el Col de la Couillole antes de volver a encontrarse con la variante. Había pensado que cuatro puertos parecía una opción más interesante que dos, pero decidí cambiar la ruta para seguir su consejo.

La carretera bajaba desde Col d’Isoard a Guillestre y desde allí repetí un tramo que había hecho el día anterior para ir hasta el Tunnel du Parpillon: de Guillestre al Col de Vars y la bajada por el valle de Ubaye hasta La Condamine-Châtelard, donde empieza la carretera que sube hasta el túnel. No me importaba volver a hacerlo, era una carretera excelente; una subida rápida hasta el Col de Vars donde puedes pasártelo en grande enlazando curvas con un asfalto inmejorable y un descenso más lento pero más paisajístico por el otro lado. ¿Qué más se puede pedir?

Las Gorges du Guil y el Col de la Bonnette, eso es lo que se puede pedir. La carretera a través del estrecho de las Gorgues du Guil es una de las muchas llamadas “carreteras balcón” en Francia, estrecha, revirada, cortada en la roca con unos muros de protección muy bajos y espacio para un solo coche. El tráfico tenía que parar cada vez que dos coches yendo en direcciones opuestas se encontraban y maniobrar para intentar encontrar espacio para pasar los dos. Pasado esto me desvié de la ruta principal al llegar a Jausiers para tomar la carretera que sube al Col de la Bonnette y una cosa me llamó inmediatamente la atención: justo antes del desvío y varias veces pasado éste había letreros anunciando “la carretera más alta de Europa”. Un momento… Hace tres días estaba escribiendo aquí mismo que el Col de l’Iseran era el más alto de Europa, ¿me había equivocado? ¿Quizá aquí había un tramo sin asfaltar al final y eso hacía el Col de l’Iseran la carretera asfaltada más alta de Europa y esta la carretera más alta de Europa a secas? ¿Pero entonces qué pasaba con la Pointe Sommeiller? ¡Se supone que esa era la carretera sin asfaltar más alta de Europa! Menudo lío.

Todas estas preguntas quedaron rápidamente olvidadas mientras disfrutaba de una subida épica y aparentemente interminable hacia el puerto. Jausiers está a 1195m y el puerto a casi 3000m, así que podéis imaginar la carretera. Todo tipo de curvas, llanuras salpicadas de ganado, vistas imponentes, varios fuertes abandonados… lo tenía todo. Cuando llegué al puerto, desprovisto de toda vegetación y azotado por el viento, entendí por fin el porqué de la etiqueta “la carretera más alta de Europa”. El título del puerto más alto de Europa pertenece efectivamente al Col de l’Iseran, que es 49m más alto. Sin embargo, hay una carretera circular que parte del Col de la Bonnette y da la vuelta al pico de la Bonnette, alcanzando los 2802m, lo que le otorga el título de carretera asfaltada más alta de Europa.

Aparqué al lado de muchas otras motos que compartían un espacio minúsculo al borde de la carretera en el punto donde alcanza su máxima altura y anduve la distancia que faltaba hasta el pico de la Bonnette.

Vestido con todo el equipo de moto, chaqueta, pantalones y botas, notaba claramente que el aire era menos denso a esa altura, pero el esfuerzo valía la pena: desde el pico se veían unas vistas ininterrumpidas de 360 grados sobre los Alpes hasta donde alcanzaba la vista.

Bajé por el otro lado de la carretera hasta el puerto y seguí con la ruta hacia el siguiente, el Col du Raspillon, que resultó ser otros de esos puertos que conectan el final de un valle con el comienzo de otro más alto, no uno entre montañas, así que me lo perdí una vez más.

A medida que la carretera bajaba hacia St-Étienne-de-Tinée la temperatura subió sin piedad. Ni tan solo fue un cambio progresivo, iba por la carretera con una temperatura muy agradable, disfrutando de las vistas del rio Tinée cuando de golpe, al salir de una curva no muy lejos del pueblo, sentí una oleada de aire caliente golpearme en la cara como si acabara de abrir el horno para ver qué tal estaba la pizza. Para cuando llegué a St-Étienne tuve que parar para abrir toda la ventilación del traje.

Las cosas no mejoraron en absoluto más adelante y, cuando dejé la carretera principal para subir hacia el Col de St-Martin no podía ni ver la carretera bien, pues el calor y el sudor habían empañado mis lentillas. Paré a limpiarlas y tomarme un respiro y, con mucha mejor visibilidad, pude disfrutar mejor de la subida.

Sin embargo, la diversión no duró demasiado. De vuelta al valle en dirección a La Bollène-Vesubie el calor era ya insoportable y empezaba a estar agotado. La subida al último puerto del día, el Col de Turini, era intersante, con un paisaje más mediterráneo que contrastaba con lo que había estado viendo estos últimos días, pero no estaba disfrutando realmente de ello. Me pareció que tardaba una eternidad en llegar arriba y me preocupaba que aún me quedara mucho rato antes de encontrar un cámping en el otro lado, ya que la zona parecía muy despoblada.

Cuando coroné el puerto encontré no uno, sino tres hoteles. Parece que es un importante cruce de caminos. Mientras me reponía bajo una sombrilla en la terraza de uno de ellos bebiendo una Coca-Cola fría estuve muy tentado de mandar al garete el presupuesto del día y pedir una habitación allí mismo, pero el camarero me dijo que había dos cámpings en Moulinet, el primer pueblo carretera abajo, a tan solo 12km.

Me sentía mucho mejor tras el descanso y la Coca-cola, y la bajada era a través de un bosque denso que ayudó mucho a mejorar el problema de la temperatura, así que disfruté más de esos últimos pocos kilómetros.

Casí me pasé la entrada del cámping, pues era una rampa estrecha y empinada a través del bosque y no había ningún cartel grande. El lugar se llamaba La Ferme, y eso es exactamente lo que era: una vieja granja con cuatro o cinco bancales donde plantar una tienda. Dudo que una autocaravana, y no digamos ya un turismo tirando de una caravana, fueran capaces de subir por ahí, y aún menos dar media vuelta para volver a bajar, así que los únicos que ocupaban el sitio eran un motero alemán, una pareja alemana con coche y tienda y una pareja francesa con una pequeña furgoneta Citroën. Me instalé cerca del motero, que resultó ser uno de esos casos rarísimos de un alemán que no habla ni una palabra de inglés.

Planeando la ruta para el día siguiente, vi que me quedaba solamente un puerto para llegar a la costa y, con algunos días de vacaciones aún por gastar, le di vueltas a la idea de volver a Barcelona en dos días y evitar la autopista, pero el día me había enseñado que la temperatura era demasiado alta para disfrutar de la carretera en cualquier sitio que no fuera por encima de los 1000m, así que decidí levantarme con el sol y volver por autopista.

Cuentapuertos:

31. Col d’Izoard 2360m

32. Col de Vars 2108m

33. Col de la Bonnette 2715m

34. Col du Raspillon 2513m

35. Col de St-Martin 1500m

36. Col de Turini 1604m