El Hermitage

Día 33 – Sábado 27 de julio – San Petersburgo (0km)

Hoy me he pasado el dia en el Hermitage. Hay muchas cosas que ver y hacer en San Petersburgo, pero os puedo asegurar que si os gusta el arte, vale la pena pagar un billete de avión y un visado a Rusia sólo para ver este museo. Tienen una colección impresionante, y podría haberme pasado otro día entero aquí. No puedo compartir ninguna foto del sitio porqué no tenía permiso para hacer fotos, tengo un presupuesto bastante ajustado y preferí gastarme el dinero en una audio guía para aprovechar la visita al máximo en vez de pagar por un permiso para tomar fotos y pasarme el día haciendo lo mismo que los turistas asiáticos: correr de un cuadro a otro haciendo una foto de la pintura y otra del cartelito al lado. Me pregunto si realmente apreciaban las obras o simplemente estaban cazando trofeos para enseñarlos a sus amigos y familiares en casa. En fin, cualquier cosa que pudiera escribir sobre la colección o el edificio, que por si sólo ya justifica la visita, no le haría justicia a ninguna de las dos cosas, así que mejor venid a verlo vosotros mismos.

Un trago en el tejado

Día 32 – Viernes 26 de julio – San Petersburgo (0km)

Hoy me levanté tarde, necesitaba dormir mucho después de la jornada anterior, y luegohice inventario de la comida que tenía y preparé una lista de la compra para las dos siguientes semanas, ya que imagino que acamparé la mayor parte del tiempo en Finlandia y Noruega para abaratar costes. Hice algunas compras, mandé un par de solicitudes de CouchSurf y me fui a explorar la ciudad.

¡Y qué ciudad! Directa a las primeras posiciones de la lista de mis ciudades favoritas. Es preciosa, no tiene nada que ver con ninguna otra ciudad en Rusia, con sus canales, rio, edificios señoriales… Es imponente y al mismo tiempo acogedora, combina un aire de clasicismo con un una sensación innegable de cool y últimas tendencias, y la gente parecen más centroeuropeos que rusos. Me encantaría poder pasar unas semanas aquí, la ciudad vale definitivamente la pena.

Por la tarde subí al bar del tejado, que resultó ser un time café, donde se paga por el tiempo que uno está allí, no las bebidas, y puedes tomar tanto café, limonada o té como quieras. Me senté en una hamaca con mi libro mientras el sol se ponía sobre los tejados de la ciudad, tiñendo mi vaso de rojo. Se empezaba a notar que ya estaba más al norte, el sol se puso pasadas las diez y media y a las once aún había luz.

Os dejo con unas cuantas fotos, en la página de Facebook encontraréis el álbum entero.

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Nunca te fíes del hombre del tiempo

Día 31 – Jueves 31 de julio – De Moscú a San Petersburgo (708km)

Empezaré por lo mejor del día primero, ya que fue prácticamente la única cosa buena que pasó hoy. Esta mañana Ilia me dejó dar una vuelta en su KTM, ¡y me encantó! Siempre me ha gustado esta moto, y he estado pensando seriamente en una cuando llegue el día de sustituir my V-Strom. Di un paseo corto y las sensaciones fueron buenas, es una moto con buena respuesta, potente, cómoda y la suspensión absorbe los socavones sin inmutarse. Ilia me dijo que es tan buena que en carreteras en mal estado ni se molesta en ir mirando el piso, simplemente tira adelante.

Tenía entrenamiento hoy, y el campo de tiro al que iba estaba en la carretera hacia San Petesburgo, así que me dijo que vendría conmigo un rato. Me pareció genial tenerlo delante para salir de Moscú y del tráfico denso que rodea la ciudad. Hicimos una pequeña parada en el trabajo de su mujer para decir adiós y hacernos unas fotos, y luego seguimos. El tráfico era bastante malo, pero era de esperar; lo que no me esperaba era la carretera después de dejar a Ilia en el desvío hacia el campo de tiro y prometernos volver a vernos, en Rusia o en Barcelona. La carretera que venía del sur era una autopista bastante buena que hizo el largo camino más llevadero, así que confiaba en que la que conecta las dos ciudades más importantes del país sería aún mejor, haciendo fáciles los 700km que tenía por delante.

No entiendo qué tipo de planificación siguen las carreteras rusas. ¿Quién en su sano juicio puede pensar que es una buena idea que la carretera entre Moscú y San Petersburgo pase por dentro de cada ciudad, pueblo y aldea entre las dos ciudades? No podía creerme que fuese verdad. Tardé horrores en cubrir los primeros 200km del recorrido, era un atasco interminable, con los coches y camiones completamente parados en algunos tramos, con los conductores fuera de los vehículos charlando tranquilamente. Si no hubiese ido en moto, seguramente aún estaría allí. Un consejo: si venís a Rusia, usad una moto o el tren. NO cojáis un coche u os pasaréis las vacaciones enteras en un atasco.

Por suerte, a medio camino la carretera se convirtió en una autovía y por fin pude avanzar. El problema ahora sin embargo era la lluvia. Había mirado la previsión del tiempo antes de salir, y decía que estaría nublado en Moscú y soleado en San Petersburgo. Bueno, pues no lo estaba. No sé si la previsión del tiempo está oficialmente considerada una ciencia, pero claramente no lo debería ser. Al igual que los curanderos, adivinos y economistas, los meteorólogos son un atajo de charlatanes que la mayor parte del tiempo no tienen ni la más remota idea de lo que está pasando. Se les puede dar bastante bien estudiar el tiempo pasado y elaborar estadísticas, y de vez en cuando echar un vistazo a sus radares de última tecnología y decirte dónde hay nubes y hacia dónde sopla el viento, pero predecir el tiempo con exactitud? Para nada. Un pastor que se haya pasado la vida entera al aire libre y haya aprendido a interpretar las señales puede decirte si va a hacer sol o si habrá tormenta en su zona, pero ¿alguien sentado detrás de un ordenador en un despacho? No.

Diluvió todo el camino hasta San Petersburgo. Los 700km. Y para hacer las cosas más interesantes, se me había pasado por alto un pequeño pero importante detalle: mi GPS viene con unos mapas muy buenos para Europa, pero no para el resto del mundo, así que cuando estaba preparando el viaje compilé y descargué un mapa de Open Street Maps que cubría los países que iba a visitar fuera de Europa. No incluí toda Rusia, ya que es enorme y sólo iba a viajar por algunas partes, así que justo en las afueras de San Petersburgo, se me terminó el mapa. Tuve que parar, sacar el móvil, buscar la dirección del hostal en Google Maps y memorizar el camino hasta allí, ya que no tenía dónde poner el teléfono en la moto. Por suerte, el tráfico allí no era ni de cerca tan malo como en Moscú, de hecho estaba todo muy tranquilo, y llegué al hostal sin problemas.

Como he descubierto que es habitual en Rusia, no había ningún cartel que indicase dónde estaba el hostal, así que dejé la moto en la calle y subí por las escaleras del número 9, esperando que hubiese un hostal en algún piso. Había uno, y la chica en recepción muy amablemente bajó conmigo a la calle a enseñarme dónde estaba la puerta que llevaba a un patio interior dónde podía dejar la moto por la noche.

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El hostal era muy agradable, situado en un edificio antiguo en el centro de la ciudad. Los otros pisos estaban ocupados por un bar de jazz, un cine independiente, una escuela de baile y un bar en el tejado. Un buen sitio donde alojarse. Es una lástima que la experiencia quedase empañada por el personal, no las chicas, que eran muy simpáticas, sino los otros dos elementos a quienes no parecían importarles lo más mínimo los huéspedes: no me enseñaron las instalaciones, no me dieron nada de información de la zona o la ciudad e ignoraban por completo a los clientes. Uno de ellos estaba más interesado en jugar a videojuegos en el ordenador de la sala común y poner música hasta bien pasada la una de la madrugada y el otro en su novia hasta el punto que me pregunté si no eran una pareja pasando unos días allí más que parte del personal.

Fui a dar una vuelta por la zona, que tenía muy buena pinta, y pasé el resto de la tarde-noche planificando la ruta que me quedaba e intentando encontrar alojamiento en las siguientes ciudades.

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