Los problemas con la llanta – el final de la historia

Una semana después de recibir la llanta, encontré por fin algo de tiempo el fin de semana para dedicarme a ella; era la semana de exámenes finales en el trabajo y esos días siempre son complicados.

Tenía que desmontar los discos de freno de la llanta dañada y ponerlos en la nueva, cosa que preveía difícil, pues los cinco tornillos que los fijan llevan cola para evitar que se aflojen. Luego estaba el tema de los cojinetes. La llanta que compré ya traía, pero no sabía si estaban en mejores o peores condiciones que los de la vieja.

El plan era pintar la llanta durante el fin de semana (recordad que era de color plata), ya que hacía falta una primera capa de imprimación que debía secarse 24 horas antes de dar al menos una capa de pintura negra mate, y luego el lunes llevar las dos llantas y el neumático al taller para que intercambiasen los discos de freno, mirasen los cojinetes y los cambiasen también si hacía falta y montaran el neumático.

Sin embargo, cuando llegué a casa de mis padres, mi padre, mecánico de precisión jubilado y genio del bricolaje, comprobó los cojinetes y descubrió que los de la llanta nueva estaban mucho mejor, de modo que nos ahorrábamos tener que sacarlos y cambiarlos, y también estaba seguro de que podíamos aflojar los tornillos de los discos de freno nosotros mismos. Viendo la oportunidad de dejarlo todo listo en un día empecé a dudar si pintar o no la llanta y alargarlo todo un par de días. Además, unas cuantas personas me habían dicho ya que preferían dejar la llanta de color plata, ya que la V-Strom ha tenido una vida larga e interesante, es una superviviente, así que llevar las llantas de colores diferentes no haría más que sumarle encanto. Al fin y al cabo, el intermitente delantero izquierdo está aguantado con cinta americana desde que el viento tumbó la moto una noche en un fiordo en 2013, así que me pareció que tenían razón.

Bastó con hacer una buena palanca con decisión para desbloquear los tornillos, y luego me puse a desmontar el disco del sensor del ABS. Cuando fui a montarlo en la llanta nueva, me llevé un buen chasco.

A pesar de que la llanta era para los modelos de 2007 a 2010, tenía exactamente los mismos códigos que la otra, tenía los puntos de montaje de los discos de freno en el lugar correcto para dejar sitio al disco del sensor del ABS y el disco encajaba perfectamente en el lugar previsto para ello… ¡no había agujeros para los tornillos que lo aguantan!

No me lo podía creer… Suzuki había modificado la llanta cuando empezó a ofrecer el ABS en 2007, pero parece que solo hacía los agujeros en los modelos que lo llevaban, cosa que creo que son ganas de complicar las cosas en la línea de producción. ¿Por qué no hacer todas las llantas iguales?

No íbamos a dejar que este imprevisto nos detuviera a estas alturas, así que sacamos la colección de herramientas que mi padre ha amasado a lo largo de décadas y atacamos el problema.

Taladramos tres agujeros y, con una herramienta especial, cortamos la rosca para los tornillos en ellos. El disco del sensor del ABS quedó perfectamente fijado en su sitio y a continuación montamos los discos de freno.

Conseguí encontrar un taller abierto un sábado por la tarde, me montaron el neumático al momento por 20€, y por fin pude volver a ponerlo en la moto. En total, había tardado poco menos de un mes, pero mi bolsillo se alegra de no haber tenido que pagar por una llanta nueva!

Il cerchio

Tras el fracaso de intentar reparar la llanta aquí en Barcelona, sopesé mis opciones:

  1. Atarla al portaequipaje de la AT, ir hasta Astrakán y que me la arreglaran allí.

Por muy tentador que sonara, no tenía el tiempo ni el dinero para ello (aún, pero quiero volver en el futuro).

  1. Comprar una llanta nueva.

El precio de venta de una llanta nueva supera los 500€, que debe ser más o menos la mitad de lo que vale mi moto con 160.000 kilómetros, así que eso tampoco era una opción.

  1. Encontrar una llanta de segunda mano.

Eso ya era una opción más realista. Primero fui a ver a Fabio en Hamamatsu Motor y le conté el percal. Estuvo de acuerdo que una llanta de segunda mano era la mejor alternativa y enseguida me encontró una online, pero venía de un desguace profesional y era un poco cara.

La opción más barata sería buscar una de un particular a través de los foros de motos y tiendas online, así que quedamos en que lo intentaría por mi parte y si no encontraba nada, me pediría la que habíamos visto.

El problema es que cualquier elemento en la parte delantera de una moto (llanta, horquilla, faro, etc.) es lo primero que se rompe en la mayoría de accidentes, así que encontrar una llanta en buen estado iba a ser una tarea complicada, sobre todo si la necesitaba rápido. Para empeorar la cosa, las ruedas de los modelos con y sin ABS no son intercambiables, y la de la V-Strom 1000 tampoco sirve. Me pasé una semana de página en página y conseguí encontrar hasta cuatro llantas, pero eran todas del modelo sin ABS. Di con una en el sur de España; estaba en buen estado y era barata, pero no sé por qué el tipo que la vendía me tuvo cuatro días esperando para confirmar finalmente que era sin ABS. ¡Argh!

Llamé a Fabio para que encargara la que habíamos visto, pero ya se había vendido. ¡Estas cosas vuelan! Volví a la búsqueda y finalmente encontré la adecuada: ABS, modelo 2007. El problema es que era plateada, no negra. Y estaba en Italia. Y era más cara que todas las anteriores… Pero llegados a este punto no me podía permitir seguir buscando algo mejor, y aun así era mucho más barata que una nueva, así que la pedí.

Una semana más tarde llegó. Me la llevé a casa, abrí el embalaje y comprobé que fuera la correcta.

Los códigos eran los mismos:

Y también los puntos de montaje de los discos de freno, que son la principal diferencia entre el modelo con ABS y el modelo sin. En el segundo van montados cerca del centro, en el primero tienen puntos de montaje más hacia el exterior para dejar espacio al disco del sensor del ABS:

¡Genial! El único pero era que a pesar de que las fotografías en el anuncio mostraban la llanta sin neumático, había llegado con uno viejo montado, imagino que para proteger el borde durante el transporte. Estaba en su sitio e hinchado, lo que significaba que me volvía a tocar destalonarlo y sacarlo otra vez… Y ahora sin la ayuda de un par de manos extra. Ah, y era la semana más calurosa en lo que llevábamos de año. ¡Hurra! Bueno, de nuevo, así practico para el futuro. Aquí podéis ver cómo destalonar el neumático con la pata de cabra si estáis solos:

La llanta y una pistola

Día 25 – Viernes 19 de julio – Astrakhan (0km)

Advertencia – Este post puede contener lenguaje ofensivo y referencias a sexo y drogas.

Esta mañana sobre las diez recibí buenas noticias: Arkan llamó para decir que la llanta ya estaba reparada y que vendría en unos diez minutos a recogerme y llevarme al taller. Valentin, mi anfitrión, había estado haciendo de intérprete todo este tiempo, ya que Arkan no hablaba ni una sola palabra de inglés, pero hoy tenía que trabajar y no podía venir conmigo, así que me dijo que si necesitaba algo le llamase. Mientras estaba esperando que llegase, Dasha me escribió en Facebook y me dijo que ella y unos amigos iban a ir a nadar al río esta tarde, y me invitó a unirme a ellos. Quedamos que nos encontraríamos a las siete y media en la misma parada de autobús que la última vez. Parece que después de varios días de inactividad iba a tener planes otra vez.

Bajé a la calle y al cabo de cinco minutos apareció Arkan en su coche negro. Fuimos otra vez a la parte chunga de la ciudad y aparcó enfrente de un sitio que parecía más una chatarrería que un lugar que pudiese reparar y equilibrar una llanta de aluminio. Estaba un poco escéptico en cuanto al posible resultado, pero no había podido hacer demasiadas preguntas al respecto, en parte por culpa de la barrera idiomática, en parte porque no quería molestar más a mi anfitrión con el tema de la traducción, pues me parecía que estaba abusando de su hospitalidad, ya llevaba una semana en su casa. A estas alturas había aprendido que lo mejor en Rusia es dejarse llevar por la corriente, confiar en la gente y dejar que hagan lo que tengan que hacer, y efectivamente, a pesar de la pinta del sitio, la llanta estaba lista y la reparación tenía un aspecto muy profesional.

La llevamos a un taller de neumáticos que no tenía mucha mejor pinta para montar el neumático. El problema con la llanta estaba por fin solucionado, pero estaba un poco preocupado por si el neumático estaba dañado, ya que había hecho trozos largos sin aire en carreteras muy malas intentando volver a Astrakán. Buscar un neumático de esas medidas podía ser difícil y no tenía ganas de pasar más tiempo aquí. Por suerte, con el neumático montado e inflado, el hombre del taller lo comprobó con agua y jabón y no parecía perder aire por ningún sitio. Lo montó gratis, cosa de agradecer.

Llevamos la rueda de vuelta al parking donde había tenido la moto una semana entera. Meter la moto en un parking con vigilancia 24 horas puede sonar a lujo para un viajero con un presupuesto más bien exiguo como yo, pero solo costaba 20 rublos al día, que es menos de lo que se paga por una botella de agua. Arkan me ayudó a montar la rueda en la moto y cuando vio que faltaba el tapón de la válvula, cogió uno de los de su propio coche y me lo dio. También vio que no tenía montado el protector de la cadena, le expliqué que había perdido uno de los dos tornillos que lo aguantan por culpa de las vibraciones en Kazakstán. Mientras estaba limpiando y engrasando la cadena, llamó a Valentin y me lo pasó, y me dijo que Arkan le dijo que me dijese, que me llevaría a una tienda donde podía encontrar un tornillo de recambio.

Nos metimos de nuevo en el coche y me llevó no a una tienda, sino a su propia casa, donde encontró un par de tornillos de la medida correcta y me enseñó su moto, una Yamaha Fazer 1000. Me explicó que había tenido una Honda Fireblade, pero que la había estampado contra la parte de detrás de un coche. Vi que no tenía matrícula, en la moto, y me dijo que era para que la policía no le multase. Bueno, más que explicarlo así, hizo un gesto con la mano derecha, como abriendo gas a tope, y dijo “fuck police”.

Con el tornillo en el bolsillo, cogimos otra vez el coche y se volvió a poner al teléfono. Pensaba que íbamos de vuelta a casa de mi anfitrión, pero me volvió a pasar el teléfono. Era Valentin, que me dijo que Arkan me quería llevar a nadar con sus dos hijos. Le dije que me parecía perfecto siempre y cuando estuviese de vuelta a tiempo para quedar con Dasha y sus amigos más tarde.

Íbamos hacia las afueras cuando encontramos una larga cola de coches parados. Sin pensárselo dos veces, se metió en contra dirección y fue hasta el principio de la cola. Resulta que era un paso a nivel, están por todas partes en Rusia y a veces tardan mucho en abrirse, de ahí los atascos. Llevábamos un rato esperando cuando, probablemente aburrido de la espera, decidió enseñarme algo. Levantó el reposabrazos y sacó… una pistola. Con los dos niños en el asiento de detrás, que no parecían en absoluto sorprendidos. Imagino que no era la primera vez que la veían. Sacó el cargador, que llevaba balas de verdad, sacó la bala de la recámara y me la dio. Era la primera vez que sostenía una pistola, y pensé que para ser la primera vez, no estaba nada mal que fuese la de un motero ruso. Espero que no mate a nadie antes de que yo salga del país, ya que ahora tiene mis huellas.

Finalmente cruzamos el paso a nivel y paramos en una pequeña tienda a recoger a unos amigos suyos: un tío muy delgado con tatuajes enormes, que tenía peor pinta que Arkan, su novia Natasha, en un vestido muy corto, y otro tío que tartamudeaba y tenía los dientes medio podridos, que me hizo pensar en uno de esos memes de “Meth? Not even once” en internet.

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Fuimos a una playa entre un puente del ferrocarril y un astillero con un barco oxidado, que puede no sonar muy bien, pero que estaba bastante más limpio y con menos gente que la playa en el centro. Mientras estábamos allí hablamos del viaje y de motos, y comparamos precios de motos entre España, Rusia y Georgia. Resulta que Arkan no era ruso, sino de Georgia. Después, como pudo, usando gestos y dibujando en la arena, me explicó que iba a menudo a Alemania, por algún tema de drogas por lo que pude entender. A partir de ahí la conversación se volvió un poco, como decirlo, incómoda. Usando gestos y palabras sueltas en inglés, me dieron a entender que la tal Natasha hacía unas mamadas espectaculares (parecía que todos habían pasado por ahí) y luego dijeron “tonight, drugs –palabra rusa refiriéndose a sexo- Natasha”. Reí y les seguí la corriente un rato, pero cuando nos íbamos les dije que ya había quedado con otra gente más tarde, cosa que era cierto.

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Dejamos a los amigos de Arkan otra vez en la tienda y de camino al centro me dijo que practicaba boxeo y varios tipos de artes marciales, y se señaló la nariz, que era evidente que le habían roto varias veces. Señalando a los niños y a su anillo de casado, me dio a entender que era una buena manera de liberar tensión. También me dijo que antes se dedicaba a las carreras ilegales en la calle, y que había tenido un Impreza y un M5, pero que lo dejó cuando se casó.

De vuelta en casa de Valentin, le di las gracias por todo, había sido una persona genial y había hecho de todo para ayudarme.

Preparé las maletas para irme temprano el día siguiente y luego cogí uno de los micorbuses rusos con conductores locos para ir hacia el centro a encontrarme con Dasha, esta vez no tenía ganas de andar casi 7km otra vez. Compramos algo de cerveza y me llevó a una playa pequeña en el otro lado de la isla donde habíamos estado la última vez. Ya era tarde, y el sol se estaba poniendo, era una vista preciosa, una enorme bola de fuego rojo tras las fábricas en el otro lado del río mientras nadaba en el agua fría.

Tras la puesta de sol volvimos al puente, donde descubrí que los autobuses dejaban de funcionar a las 9 de la noche, lo que significaba una buena caminata hasta casa… Pero los amigos de Dasha dijeron que ni hablar de irme tan temprano, cogimos un taxi y fuimos a casa de uno de ellos, un edificio de madera muy antiguo, de antes de la revolución rusa. Tenía una galería que daba al patio interior, y estuvimos allí sentados al fresco de la noche bebiendo y tocando la guitarra. Me hizo pensar en la experiencia que estaba siendo este viaje hasta el momento, ahí estaba, sentado con gente que acababa de conocer, todos geniales, ofreciéndome sus bebidas, hablándome de las canciones rusas que estaban cantando.

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Me fui a medianoche, ya que quería madrugar a la mañana siguiente para el viaje de vuelta a Volgogrado. No era especialmente largo, y las carreteras eran buenas, pero aún no sabía cómo había quedado la llanta y si aguantaría, así que quería tener tiempo por si acaso. Dasha me acompañó hasta casa, nos dimos los contactos y me deseó buena suerte con el resto del viaje.

Pocas noticias

Día 24 – Jueves 18 de julio – Astrakhan (0km)

Hoy llamamos a Arkan, que nos dio el número del taller para que pudiésemos llamar directamente y preguntarles, y dijeron que la llanta estaría lista “la segunda mitad del día” el viernes. Eso significaba que no iba a poder ir hacia Volgogrado hasta el sábado. Aparte de eso, hoy no pasó nada más… Estaba a punto de no escribir nada hoy, pero ya que me he acostumbrado a publicar sobre cada día, al final decidí escribir un post, aunque sea uno corto.

Primeras noticias de la llanta

Día 23 – Miércoles 17 de julio – Astrakhan (0km)

Hoy llamamos a Arkan, que dijo que la llanta ya estaba en el taller y que estaría lista mañana por la tarde o el viernes por la mañana. Como estaba bastante dañada, no sólo de la carretera en Kazakhstan, sino porqué el mecánico en el pozo de petróleo la intentó arreglar a golpe de martillo, el resultado puede no quedar bien del todo. Espero que al menos aguante el aire para poder seguir viajando.

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En cuanto a buenas noticias, descubrí por qué el enchufe de 12V no funcionaba. Está marcado como un máximo de 20A, pero el mecánico que lo instaló le puso un fusible de 10A, que se había fundido, ya que el compresor necesita 15A.

Recibí noticias de Martin, desde Uzbekistán. Se dio contra una roca en su GS Adventure y también dobló la rueda delantera. Un camionero que paró le ayudó a enderezarla con un martillo, y dice que le aguanta el aire. ¡Espero que tenga más suerte que yo!

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Buenas y malas noticias

Día 21 – Lunes 15 de julio – Astrakhan (0km)

Primero, las malas noticias: hoy mis padres descubrieron que no es posible enviar paquetes a Rusia, sólo documentos. Fex Ex sí que hace envíos, pero con restricciones estrictas de peso y valor, y a precios astronómicos. Así que parece que no era posible recibir la llanta de recambio de España. Tocaba pasar al plan B.

El sábado, Lex y yo salimos a buscar moteros en el centro, que siempre ayudan, y encontramos un contacto. Un motero llamado Arkan, con pintas de tío duro donde los haya, el típico ruso enorme que no sonreía nunca. Nos dio su número y esta mañana le pedí a Valentin, mi anfitrión, que lo llamase. Dijo que vendría a echar un vistazo y a la hora de comer apareció en su cochazo negro. Nos llevó al parking donde estaba la moto, le ladró cuatro improperios al guarda para que lo dejase entrar y examinó la rueda. Dijo que se podía reparar, que volvería al día siguiente con las herramientas para sacarla de la moto. Le dije que yo tenía herramientas y la podía sacar en cinco minutos, así que lo hice. Más tarde Valentin me dijo que se sorprendieron, pues me habían tomado por un aficionado sin demasiada idea de lo que hacía. Metió la rueda en el maletero y nos fuimos a una parte de la ciudad con bastante mala pinta para intentar encontrar un taller para sacar el neumático de la llanta. Tras un par de paradas encontramos uno, y luego fuimos hacia otra parte de la ciudad con todavía peor pinta a buscar un taller para reparar la llanta, ya que el que él conocía no podía hacerlo hasta el miércoles. Al final encontramos uno, pero no estaba contento ni con el precio que pedían ni con el hecho de que no tuviesen las herramientas para equilibrar la rueda una vez hecha la reparación. Le dije que no me importaba esperar un poco más con tal de que la reparación fuese buena, y dijo que en un par de días la tendría. Así que estas son las buenas noticias. Espero.

Problemas en el desierto

Día 18 – Viernes 12 de julio – De Dossor a algún lugar en el desierto a Astrakán (655km)

Nos despertamos al amanecer, poco después de las 5 de la madrugada, y para cuando habíamos sacudido el polvo de todas nuestras cosas y desmontado las tiendas, ya empezaba a hacer calor. Mientras nos preparábamos para partir, le preguntamos al hombre de la gasolinera por el estado de las carreteras, y señaló a mi ruta y dijo “problem, problem”. Parece que la carretera estaba en muy malas condiciones, y la gente daba un rodeo de 1500km para evitar los 600km a Aktobe. Había hablado con otra gente en HUBB que habían hecho esta carretera y pensé que me tomaría dos días e intentaría hacerla.

Me entristeció despedirme de Martin, habíamos pasado unos días geniales juntos en las motos y me hubiese gustado seguir teniendo compañía. Quizá debería haber seguido la misma ruta que él a través de los “estanes”, hubiese tenido la oportunidad de hacer la Pamir Highway y el paisaje hubiese sido sin dudarlo más variado que en Kazakstán. En todo caso, era demasiado tarde ahora, no tenía los visados, así que me tocaba hacer el desierto kazajo.

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La carretera seguía siendo buena los 10km al norte de Dossor, y luego volvía a ser el tipo de asfalto lleno de socavones que habíamos encontrado en la frontera. La moto vibraba tanto que no podía ni leer el GPS, así que alargué el brazo para sostenerlo con la mano izquierda para poder ver la distancia y para horror mío, me quedé con todo el conjunto, GPS y soporte en la mano. Paré a ver qué había pasado y después de desmontar la cúpula descubrí el problema. LA cúpula está fijad con cuatro tornillos, y había sustituido los dos de arriba por un par más largo porqué el soporte del GPS va montado ahí. Parecía que las vibraciones habían hecho que el peso de todo el conjunto actuase de palanca y los tornillos se habían aflojado y caído. Volvi a poner todo en su sitio, lo aguanté con un par de trozos de cable y esperé que aguantase.

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Seguí adelanta y al cabo de un rato la carretera se convirtió en la pesadilla de la que me habían advertido. Es relativamente fácil ir por pistas o carreteras de gravilla, pero el problema aquí es que aquello había sido una carretera asfaltada en algún momento del pasado y ahora no quedaba nada, solo algunos pedazos aquí y allí, que aparecían y desaparecían, y era muy difícil intentar evitar golpear los cantos vivos. Avancé muy lentamente, y en un momento dado me metí por uno de los caminos que los camiones habían hecho paralelos a la carretera para evitarla. Era arena fina, y al cabo de diez minutos, la moto patinó de delante y me fui al suelo.

No me pasó nada, así que quité la bolsa del depósito e intenté levantar la moto con todo el equipaje. Resultó más fácil hacerlo en la arena que en el asfalto, y pude levantarla solo. Suerte, porque no había nadie más por allí. Seguí, entrando y saliendo de la carretera principal, y a unos 100km de Dossor pensé que llevaba buen ritmo y que podría llegar al destino que me había marcado para ese día a una hora decente a pesar de la mala carretera, cuando de repente la moto empezó a comportarse de forma extraña y tuve que parar, pensando que había pinchado.

Lo comprobé y efectivamente, la rueda de detrás estaba deshinchada, así que saqué el compresor, lo enchufé y la hinché. Cuando acabé empecé a girarla, para ver qué la había pinchado, pero no vi nada a pesar de darle varias vueltas. Empezaba a preguntarme qué la había deshinchado cuando lo vi – la llanta estaba abollada.

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Había cambiado los muelles de la moto para prepararla para el viaje, intentando darle un poco más de capacidad fuera del asfalto, pero no se puede escapar del hecho de que esta moto es sobretodo para carreteras y pistas en relativo buen estado, no una verdadera máquina de enduro, y a la suspensión le falta el recorrido que tiene por ejemplo una KTM o una BMW, e hice topes más de una vez en los tramos más difíciles, la llanta debió dañarse en una de esas ocasiones. El neumático parecía retener el aire, así que sopesé mis opciones. Podía intentar llegar a Aktobe, pero era un viaje de dos días en el mismo tipo de carretera o peor, y claramente necesitaba reparar o sustituir la llanta, cosa que podía ser difícil en Kazakstán. Parecía que la mejor opción era volver a Rusia, donde tenía un lugar donde dormir y acceso a internet para poder hacer los trámites para encontrar un recambio. Me lo pensé un buen rato bajo el sol, pues esa opción significaba que no podría volver a intentar esta ruta, ya que mi visado para Kazakstán sólo me permite una entrada.

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Al final, decidí dar media vuelta. Empecé a deshacer el camino lentamente y con cuidado, y a los diez minutos noté que el neumático se había vuelto a deshinchar. Aún no me había entrado el pánico, ya que lo había podido hinchar y pensaba que podía volver hasta Rusia sin demasiados problemas, pero cuando volví a sacar el compresor, lo enchufé, le di al botón y vi horrorizado que no se ponía en marcha, noté como empezaba a formarse una sensación de pánico en mi interior. Estaba en medio de la nada, a 100km de la población más cercana, y no tenía forma de hinchar la rueda otra vez. Las cosas se ponían feas.

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Pensé que quizá podía encontrar la forma de hacer llevar la moto hasta un taller, y paré una furgoneta para intentar conseguir ayuda. Eran trabajadores de una planta de petróleo, y un de ellos hablaba un poco de inglés. Me dijo que no había ningún tipo de grúa en ningún sitio cercano, así que no podían hacer nada. Entonces me dibujó un mapa rudimentario en mi libreta que mostraba que había una planta de petróleo o una refinería o algo por el estilo a unos cinco o seis kilómetros de distancia, y me dijo que intentase llegar hasta allí y pedir ayuda. Me subí a la moto y avancé muy lentamente, en primera, intentando evitar las peores partes, pero era imposible no dar con algún canto feo de vez en cuando, incluso yendo en primera. Sudado y miserable, llegué a la entrada de la planta casi una hora más tarde. Llamé al guarda de seguridad e intenté explicarle el problema. Pasamos casi media hora, yo intentando explicarle que necesitaba volver a Astrakhan y él intentando decirme que no había manera de conseguir transporte. La única cosa que pasaba por esas carreteras eran camiones cisterna que iban y venían de las pozos de petróleo, y era imposible subir la moto a uno de ellos. Entonces me preguntó si tenía dólares, y pareció hacerme entender que podía reparar la rueda. Hizo algunas llamadas y me indicó que desmontase la rueda, así que saqué las herramientas y me puse a desmontar la rueda bajo el insoportable calor a la entrada de la planta.

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Llegó otro hombre, aparentemente un mecánico que trabajaba allí, y se llevó la ruda hacia el interior de la planta. Volvió al cabo de media hora, con el neumático inflado pero con algunos cachos de labio rotos donde había intentado enderezar la llanta. Lo examiné y parecía que aguantaba el aire, así que lo volvía a montar en la moto, les pagué y volvía a la carretera lo más rápido posible.

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Pensaba que la chapuza no iba a aguantar mucho, y me estaba arrepintiendo de haberles pagado, cuando vi una moto que se acercaba en la distancia. Paramos y resulto ser un tal Wesley, de Gran Bretaña, que iba en misma dirección a la que me dirigía yo antes de romper la llanta. Se quejó del estado de la carretera (y eso que iba en una moto mucho más preparada que la mía para eso) descubrimos que conocíamos a Stephen Stallebrass y nos dimos los detalles de contacto. Me deseó suerte y nos separamos.

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La chapuza me llevó hasta Dossor, donde paré a por gasolina y pregunté a varias personas, pero obtuve la misma respuesta, no grúa, no transporte, no manera de llevar la moto a Rusia. Viendo que el neumático aguantaba, decidí intentar llegar por mí mismo, sobretodo porque el cielo se estaba oscureciendo y el viento soplaba con fuerza, se estaba preparando una tormenta de arena. Pasé entre los enormes camiones cisterna que estaban esperando para llenar los depósitos de diesel en el último pueblo antes de adentrarse en el desierto y la tormenta, y seguí el camino de vuelta. El neumático aguantó el aire hasta Atyrau, donde paré a comprobar la presión. Estaba bien, así que seguí hacia la frontera, esperando llegar a Astrakhan antes del anochecer.

Conseguí evitar la tormenta de arena en Dossor, pero el cielo se estaba oscureciendo y parecía que llovía con fuerza hacia mi derecha. Aún hacía muchísimo calor y no quería perder el tiempo parando para sacar y poner la capa impermeable del traje, así que decidí arriesgarme. Al cabo de una media hora, la lluvia me pilló, gotas enorme que me empaparon el traje rápido. Por surte, no duró mucho rato y antes de acercarme a la frontera ya me estaba secando. Empezaba a tener confianza en llegar, pero entonces volvía a encontrar la parte mala de carretera hasta la frontera y me dí con un par de socavones; naturalmente, la rueda se deshinchó de nuevo. Me arrastré hasta unas barracas al lado de la carretera, pero no tenían nada con que hincharla. Otra vez en la carretera, paré una par de cabezas tractoras de Ucrania que conectaron una manguera al compresor del camión y me hincharon la rueda. Conseguí avanzar unos 10 km antes de que se deshinchase otra vez, la cosa se ponía fea. El sol se había puesto, estaba agotado y el neumático no parecía poder aguantar el aire más de 10km cada vez. Me arrastré 10 km más hasta la frontera con la rueda deshinchada y mientras esperaba que comprobasen los papeles hable con otro camionero que me hinchó la rueda. Estaba a sólo 30 km de la ciudad, pero la rueda se volvió a deshinchar cuando llegué al puente de pontones. Cruzarlo con la moto en perfectas condiciones fue complicado, cruzarlo ahora sin aire en la rueda fue terrorífico. La moto patinaba por todos los lados, y estuve a punto de ir al suelo más de una vez. Sudado y temblando, llegué al otro lado. Sólo me quedaban 20km para llegar, e intenté parar un coche para enchufar mi compresor a su toma de 12V, quizá sólo era el enchufe en la moto lo que fallaba y no el compresor, pero no se paró nadie. Al cabo de un rato vi una gasolinera y una chica que había parado a llenar el depósito me dejó intentarlo en su coche. Funcionó, y esa última carga fue suficiente para llegar al apartamento, donde Lex y Valentin me estaban esperando. Era casi medianoche y nunca en la vida me había alegrado tanto de ver a alguien. Me dieron de cenar, me duché y caí muerto en la cama.