La etapa más larga jamás

Día 8 – Martes 1 de septiembre – De Bruselas a Barcelona (1.352km)

Ya había hecho este viaje antes, cuando vivía en Bélgica, pero en coche. Tardé unas doce horas y aparte de ser tremendamente aburrido, no tenía ninguna otra dificultad. Sin embargo las cosas en la autopista son muy diferentes en moto: no hay música, no puedes cambiar mucho de postura, necesitas parar más, el viento y las turbulencias son molestas a altas velocidades (el límite legal en las autopistas francesas son 130km/h), etc. De camino a Normandía había dividido el viaje en dos días, parando pasado Burdeos a dormir, y ese era el plan también a la vuelta.

No salí particularmente temprano, nos levantamos, desayunamos bien y salí cuando mi amigo se fue a trabajar, alrededor de las 9. Tuve que vérmelas con un denso tráfico de hora punta para salir de Bruselas, y luego un atasco causado por un accidente de moto – se me olvidaba decir que estaba lloviendo intensamente.

Una vez fuera de Bruselas las cosas fueron mejor. Sin lluvia, casi sin tráfico, sin viento… así que comencé a acumular kilómetros sin problemas. El deflector que había instalado hacía unas semanas funcionaba bien, y por primera vez llevaba tapones para los oídos. Es algo que había oído recomendar a muchos moteros, pero que nunca había tenido necesidad de usar. Sin embargo, para viajar durante ratos largos a velocidad sostenida, son esenciales. Reducen considerablemente el ruido del viento y por ende la fatiga.

En el viaje Stroming The World original conocí a un checo en Volgogrado que iba con una GSA, Martin, que me dijo que había venido haciendo etapas de 800km al día para llegar hasta allí, intentando quitarse de en medio Europa lo más rápido posible para llegar a lo interesante. En aquella época yo iba haciendo 500km al día con mi V-Strom, y me quedé de piedra al oír hablar de esas distancias. Ahora, en 2015 y sentado en la Yamaha, podía constatar que iba muy relajado a una velocidad de crucero de 130km/h (reales, no indicados) y que no me estaba cansando. Para la hora de comer ya me acercaba a Clermont-Ferrand, y seguía fresco. Fue en ese punto cuando empecé a considerar la idea de seguir tirando hasta Barcelona el mismo día. Si me paraba a dormir un poco más adelante ya estaría cerca de la frontera, y no me apetecía pagar un hotel ya tan cerca de casa. Además, la ruta a partir de este punto se volvía bastante interesante para ser una autopista. Mi experiencia en viajes previos a través de Francia había sido por la ruta este – Montpellier, Lyon, Dijon, Nancy, Metz… o la oeste – Toulouse, Burdeos, Nantes… y había encontrado las dos tremendamente aburridas. Esta vez había tirado por la ruta central, yendo desde Bruselas hasta Paris por la A2 y A1 y luego la A6 y A77 hasta Clermont-Ferrand. Hay un tramo entre Magny-Cours y Nevers que no es autopista, y después de Clermont-Ferrand la A75 pasa a través de montañas, cerca de los volcanes de Auvergne y a través del parque natural de Cévennes. Es una autopista de montaña, con curvas, rampas empinadas y un paisaje precioso, y lo mejor de todo, el viaducto de Millau, una imponente obra de ingeniería que vale la pena ver. En resumen, un viaje mucho más entretenido de lo que me esperaba, y barato además, hay tramos largos sin peaje. Oh, y en una muestra más de que Francia es un país muy agradable con los moteros, las motos pagan una tarifa reducida en los peajes, casi el 50% menos en algunos casos. Es normal que esta sea la ruta favorita de la gente que baja de vacaciones de la capital a España.

Llegué a la frontera a las 8pm y la crucé en reserva (la gasolina es más barata del lado español). El sol se puso mientras repostaba, y a las 9:30pm ya estaba en Barcelona. Había tardado 12 horas y 31 minutos, paradas incluidas. Esto me hizo ver que lo que había estado haciendo Martin era perfectamente factible con la moto nueva, y que el día que vuelva hacia Rusia, Kazajstán, etc. podré atravesar Europa occidental más rápido.

Bueno, había sido una semana interesante, y con más tiempo y dinero hubiera podido pasar al menos otra semana explorando la costa de Normadía, hay mucho que ver allí. Si estáis pensando en visitar la zona, no os lo penséis dos veces, id. Naturalmente mi consejo es ir en moto, pues es la mejor manera de disfrutar de las carreteras y se ahora mucho dinero en aparcamientos y peajes, pero si no sois moteros, una buena alternativa (no me puedo creer que vaya a decir esto) es una autocaravana. Hay muchos sitios especialmente preparados para aparcar y pasar la noche gratis, ahorrando mucho en alojamiento, que no es barato allí arriba, tienes tu propio medio de transporte para desplazarte y visitar cosas, y si no tienes una o no quieres llevar una hasta Normandía, hay muchos campings que las alquilan a precios muy razonables. No recomendaría el coche, pues tiene cero ventajas respecto a la moto: tienes que pagar por aparcar en todas partes, y mientras que es tan aburrido de conducir como la autocaravana, ésta al menos te da donde dormir. Animaos a visitar Normandía.

Nos vemos en la carretera.

Comida en el Consejo y una visita a Lovaina

Dia 7 – Lunes 31 de agosto – De Bruselas a Lovaina a Bruselas (44km)

Nos quedamos despiertos hasta tarde después de la mitraillette, bebiendo cerveza y debatiendo sobre política, así que no me levanté muy temprano al día siguiente. Estuve escribiendo un rato y luego fui a dar una vuelta por el Parc du Cinquantenaire, cerca de casa de mi amigo, para matar el rato hasta la hora de comer, cuando había quedado con él en su trabajo, en el Consejo de la Unión Europea.

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Tenía la tarde libre, pero habiendo vivido aquí entre 2003 y 2004, ya había visitado casi todo lo que había por ver en Bruselas y alrededores, el único lugar que me faltaba era Lovaina, que está a tan solo 20 minutos de la capital.

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Dejé la moto en la catedral y me di un paseo por el centro histórico. Es una ciudad preciosa, con mucha vida estudiantil. El cielo se estaba tornando oscuro y es oían truenos cerca, así que me apresuré a volver a Bruselas a tiempo para una ducha y quedar con mi amigo para cenar. Fuimos al barrio de Schaerbeek, donde dimos cuenta de la que puede muy bien ser la mejor pizza turca de la ciudad. Tras eso, a la cama temprano, al día siguiente empezaba la larga vuelta a Barcelona.

Más fotos aquí.

Monet, la batalla del Somme y una mitraillette

Día 6 – Domingo 30 de agosto – De Caen a Bruselas (560km)

Aparte del objetivo principal de visitar los lugares del desembarco del día D, hay otras cosas que ver en Normandía, entre ellas una ruta que sigue los pasos del famoso pintor impresionista y muchos lugares significativos de la 1ª Guerra Mundial. Además de todo esto, uno de mis mejores amigos vive en Bruselas, y pensé que sería una pena estar tan cerca y no hacer una visita.

De modo que con solo unos pocos días de vacaciones ya (dos de los cuales iba a necesitar para volver hasta Barcelona), me puse a planear la ruta perfecta para ver lo mejor de los paisajes de Monet, los campos de batalla de la gran guerra y llegar a Bruselas al final del día.

Me levanté a las 6 de la mañana y salí antes de las 7. Aún estaba bastante oscuro, y una espesa niebla envolvía Caen. El sol no consiguió romperla hasta casi las 8, justo antes de llegar a Honfleur, y qué momento tan precioso fue. Iba por una estrechísima carretera rural y al salir de una curva los rayos de sol perforaron de repente la niebla casi horizontales entre los árboles e iluminaron el camino ante mí. Sobrecogedor.

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Dicen que si se quieren hacer buenas fotos los mejores momentos son la salida y la puesta de sol, y viendo Honfleur a primera hora puedo dar fe de ello.

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Desde allí fui a los famosos acantilados de Étretat. Son el rasgo paisajístico más destacable de Normandía y como tal atraen grandes cantidades de turistas, pero dos cosas jugaban a mi favor: una, era aun temprano cuando llegué; y dos, iba en moto, no en coche. El pueblo de Étretat es bastante pequeño, de modo que han construido varios aparcamientos en los alrededores para evitar que los turistas colapsen en centro de coches y autocaravanas, pero como en general los franceses son muy receptivos a las motos, había plazas especiales para nosotros justo al lado de la playa. Genial.

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Cuando subí al paseo marítimo había niebla aproximándose desde el mar, y llegué justo a tiempo de ver los impresionantes arcos naturales al final de la playa y hacer un foto antes de que desaparecieran. Al otro extremo de la playa había un arco de menor tamaño que la niebla no había alcanzado, y la playa de rocas era lo bastante ancha para poder andar hasta allí con la marea alta. Me di un buen paseo para estirar las piernas, hoy iba a ser un día de moto largo, y pensé que una caminata hasta el final de la playa y de vuelta sería un buen ejercicio.

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No llegué hasta el arco mismo por la marea, pero cuando iba a dar media vuelta y regresar vi una corta escalera de metal que subía hasta un túnel tallado en la roca. Había visto otro túnel de camino aquí y me metí un poco a ver qué era; parecía descender en suave pendiente hacia el interior del acantilado. Como no tenía la linterna y no quería arriesgarme a meterme en un túnel que podía inundarse con la marea, no exploré más. Sin embargo, de este salía una familia, así que pensé que podía entrar a mirar. Subí por la escalera y vi que había luz del otro lado del túnel, no muy lejos. Era bastante grande, podía estar casi de pie (mido 1,84m) y llevaba al otro lado del arco, donde encontré unas escaleras que subían por la pared del acantilado.

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Genial, no hacía falta desandar el camino por la playa. A explorar. Las escaleras llevaban a lo alto de un saliente llamado Le Chaudron, desde donde un camino que forma parte del GR-21 volvía a bajar hasta el pueblo. La niebla se estaba cerrando también aquí, y sin más protecciones que alguna baranda en las escaleras para ayudarse a subir o bajar y el elevado número de turistas que visitan el lugar, me sorprendió que no apareciese en las noticias más a menudo porque uno se había despeñado.

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Antes de bajar visité una pequeña iglesia que queda sobre el pueblo y un monumento llamado ‘L’Oiseau Blanc’, un homenaje a los pilotos de la 1ª Guerra Mundial Charles Nungesser y François Coli, que desaparecieron mientras intentaban cruzar el Atlántico a bordo de un biplano Levasseur PL.8. Dos semanas más tarde Charles Lindberg llevaría a cabo el logro con su Spirit of St. Louis.

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Cuando volví a la moto las hordas de turistas ya habían empezado a invadir el pueblo y la mayoría no parecían haber entendido para qué había aparcamientos a la entrada. Había una atasco enorme en las callejuelas que iban y venían de la playa, atestadas de coches llenos de turistas de mirada vacía buscando un inexistente sitio para aparcar justo al lado de la playa. Huí rápidamente hacia la carretera para hacer una etapa larga hasta el siguiente destino: el Memorial de Thiepval.

Es el memorial de guerra británico más grande del mundo. Lo forman dos arcos de triunfo de 43 metros de altura intersectados y está construido en un terreno elevado que controlaban los alemanes y que costó muchas vidas tomar. Es un memorial a todos los soldados británicos y surafricanos que murieron en la batalla del Somme y no tienen una tumba conocida, un total de 72,195 desaparecidos.

Visible desde lejos en todas direcciones, me dio la impresión que tenía una forma algo rara a medida que me acercaba. Cuando llegué descubrí por qué… lo estaban restaurando. Un enorme andamio cubría el monumento y el recinto estaba cerrado al público. Lo bueno es que para compensar por ello, el museo en el centro de interpretación no cobraba por la visita, así que al menos saqué de ello una interesante lección sobre la 1ª Guerra Mundial y la batalla del Somme gratis.

Desde allí seguí las estrechas carreteras entre campos que suben i bajan suavemente entre el paisaje ondulante hasta llegar al cráter de Lochnagar, un agujero de 67 metros de diámetro creado por la detonación de una mina subterránea por los británicos. Habían estado cavando túneles desde sus trincheras para colocar minas bajo las líneas alemanas en preparación para un ataque, y situado 27.000 kg de amonal en la mina de Lochnagar. A las 7:28 del día 1 de julio de 1916, el primer día de la batalla del Somme, detonaron los explosivos, eliminando entre 90 y 120 metros de trincheras alemanas.

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Ya era media tarde, pero aún me quedaba un último sito por visitar antes de ir a Bruselas: el Somme American Cemetery. Desgraciadamente, cerraba a las 5pm, justo 15 minutos antes de llegar yo.

Bueno, no importaba, el campo estaba plagado de pequeños cementerios de la Commonwealth y ya había visitado algunos de ellos, incluyendo un memorial con un dragón Galés en el bosque cerca de Memetz. Hice mi Erasmus en Swansea, de donde venía uno de los batallones que luchó aquí. Eran el 14th Service Battalion, que perdió 400 de sus 676 hombre intentando tomar estos bosques.

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Volví a la carretera para el tramo final hasta Bruselas y no tardé mucho en llegar a la frontera, de la cual había desaparecido ya todo rastro, solo un pequeño cartel al margen de la autopista indicaba que estaba en otro país. De hecho, no fue el cartel sino la forma de conducir de la gente en la autopista lo que me hizo ver que había cambiado de país.

En este respecto, los belgas se parecen mucho a los españoles. Es decir, parece que tienen grandes dificultades en entender cómo funciona el tema del carril rápido y el carril lento en las autopistas. Los franceses, al contrario que ellos, dominan perfectamente este misterioso arte: siempre circulan por el carril derecho hasta que se acercan a un vehículo más lento, llegados a dicho punto se desplazan al carril izquierdo, adelantan y tras completar la maniobra vuelven al carril lento. Si hay otro vehículo lento más adelante, esperan hasta llegar a una distancia razonable de él y repiten la maniobra. Los belgas se comportan como los españoles: se acercan a un vehículo más lento, cambian de carril y se quedan ocupando felizmente el carril rápido porque hay un camión o cualquier otra cosa en el carril lento unos cuantos kilómetros más adelante. Les da igual si hay otro vehículo más rápido detrás suyo. No importa que el carril derecho esté vacío. Se quedan la mar de contentos en medio el carril rápido, bloqueando a todos los que vengan por detrás. Son, como los españoles, expertos creadores de atascos.

A pesar de ello conseguí llegar a Bruselas, lidiar con una de las ciudades más congestionadas de Europa y encontrar el piso de mi amigo a tiempo para cenar, que naturalmente consistió en una magnífica mitraillette.

Para los no sepáis qué es una mitraillette, imaginad una comida de dos platos normal: ensalada, patatas fritas, carne de algún tipo, algo de pan. Ahora poned todo eso junto en una sola cosa y voilà, uno de los mejores platos del mundo, la gran contribución belga a la dieta multicultural europea. La mitraillette consiste de media baguette (o más) abierta a lo largo, llena de carne (se pueden elegir varios tipos), ensalada, patatas fritas y encima de todo eso, un buen cucharón sopero de una salsa a elegir. Un ejemplo:

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