La Central Eléctrica del Molinar

En el Madrid de 1907 ¿qué tenían en común un tranvía y una botella de cerveza Águila?

Los dos dependían de la electricidad generada en la central eléctrica del Molinar, situada a más de 300km de Madrid.

A principios del siglo XX la electricidad ya abastecía al transporte, a la industria y al alumbrado público en algunas ciudades, pero era corriente continua y su bajo voltaje impedía el transporte de la misma en largas distancias, de modo que las centrales que la generaban, fueran térmicas o hidroeléctricas, se situaban al lado de los lugares que la necesitaban.

El desarrollo generalizado de la corriente alterna permitió separar la generación de energía eléctrica de los centros de consumo, y las centrales hidroeléctricas, más limpias y económicas, comenzaron a sustituir a las térmicas.

En 1907 se construyó en el río Júcar, cerca de la población de Villa de Ves, la primera central hidroeléctrica cuya electricidad viajaría largas distancias para abastecer las redes de tranvía de Madrid y Valencia y fábricas como la cervecera Águila. En aquel momento fue el tendido eléctrico de más tensión y más extensión de toda Europa.

La presa de la que se abastecía la central no se construyó expresamente para ella, sino que fue una ampliación de una presa árabe ya existente en el río. Para conseguir el suficiente desnivel para mover sus cinco generadores, el agua de la presa viajaba horizontalmente a lo largo de casi cinco kilómetros paralela a las gargantas de río Júcar hasta alcanzar una altura de 65 metros sobre el fondo del valle, desde donde caía por enormes tuberías hasta la central.

¿Y que atractivo tiene esta historia para un motero de aventura? Pues primero, que es un lugar abandonado, y para mí eso ya es atractivo suficiente para ir a explorar, con o sin moto. Si además se sitúa en un entorno natural atractivo, con carreteras interesantes para llegar hasta allí, mejor que mejor. Pero lo que realmente me llevó hasta la central del Molinar no era ninguna de estas dos cosas, no.

Resulta que el agua no recorría esos cinco kilómetros por una tubería metálica al uso, como las que se ven en tantas otras centrales hidroeléctricas en parajes montañosos. Los recorría por un canal subterráneo excavado en la roca a base de pico y pala, el trabajo de más de 3.000 obreros, y no un canalillo cualquiera, sino un canal por el que pasaría sin estrecheces un camión de pequeño tonelaje.

Y lo mejor: el canal es accesible, según había escuchado. Así que no podía dejar pasar la oportunidad de recorrerlo en moto.

El primer tramo, el que sale de la presa, tiene el acceso cerrado con una verja, pero siguiendo adelante por la carretera se llega a una pista que desciende en fuerte pendiente hasta las edificaciones abandonadas de la colonia de los trabajadores que construyeron el túnel y la central. Era un pueblo en sí mismo, con iglesia, escuela y un economato, que pertenece actualmente al ayuntamiento del Villa de Ves, la población más cercana, y se encuentra lamentablemente en estado ruinoso. Desde allí la pista desciende un poco más con algo de piedra suelta hasta llegar al punto que da acceso al tramo del canal que se puede recorrer.

Un par de puertas cerraron algún día su entrada, y una pintada que prohíbe el paso con desgana desde la parte superior, proclamando que el túnel es propiedad privada, pero ni lo uno ni lo otro parece disuadir a nadie de aventurarse en la oscura boca, como demuestran un buen número de roderas en el barro seco.

Enciendo todas las luces que tiene la moto y me lanzo hacia la negrura absoluta, con prudencia al principio pero ganando confianza al comprobar que el terreno está seco. Al cabo de poco la luz comienza a desaparecer y pienso que esto poco tiene que ver con los túneles que hice en los Alpes. Por una parte, en este el firme es de tierra compactada y está seco, lo que facilita mucho más avanzar sin complicaciones; por otra, la longitud no tiene nada que ver: este parece interminable. Al poco de entrar, la galería gira a la derecha, desaparece la poca luz a mis espaldas y ante mí se abre un larguísimo túnel sin aparente final.

Finalmente vislumbro luz, pero no se trata del final. Otras dos puertas abandonadas dan acceso a un pequeño tramo a cielo abierto; a mi izquierda, un par de compuertas para regular el caudal bloqueadas para siempre jamás por el óxido en la pared del canal.

Pasado este punto, otro largo tramo, otra pequeña pausa al aire libre, un último tramo con los restos de lo que en algún momento fue un intento de aprovechar el túnel para cultivar champiñones, y llego a una gran cisterna excavada también en la roca desde la que el agua se precipitaba por varias cañerías sobre la central.

Detengo la moto frente a una de las aperturas y al asomarme veo el edificio de lo que fue una de las centrales pioneras del país, abandonado e inaccesible en la maleza del valle. De las cañerías no queda nada, como tampoco queda nada de las instalaciones de la central; el metal es demasiado valioso para dejar que se descomponga con el resto del lugar.

Por otra de las aperturas accedo a un camino que corre paralelo al túnel por el exterior de la montaña y por el que llego a una rampa muy vertical que debió servir para bajar los materiales necesarios para construir la central. Por ahí se podría bajar hasta ella, pero no vestido con el traje de moto, que me resta agilidad, por no decir que me la juego a que me dé una lipotimia volviendo a subir. Otra vez será.

De vuelta al punto de inicio, el embalse que lleva el mismo nombre que la central, me acerco hasta una aldea llamada Barrio del Santuario, situada en las laderas del embalse y perteneciente a Villa de Ves. Antes de dejar el lugar bien vale la pena visitar el Santuario del Cristo de la Vida, en un saliente que da unas vistas espectaculares sobre el embalse y la presa.

Una carretera revirada me devuelve a la llanura castellana y mientras dejo atrás un sitio tan peculiar no puedo evitar pensar que es una lástima que un lugar que en su momento tuvo tanta relevancia para el desarrollo el país hoy yazca abandonado al fondo de un barranco sin que prácticamente nadie conozca su historia.