El puerto más alto de los Alpes

Día 4 – Jueves 3 de agosto – de Séez a Briançon (227km)

 

Tomarse las cosas con más calma vale sin duda la pena. Hoy hice la segunda parte de la ruta hasta Briançon, que originalmente quería hacer en un dia. ¿Es factible? Sin duda. ¿Vale la pena? En absoluto. Se puede cubrir esa distancia en un día, sobre todo si disfrutas dándole candela subiendo los puertos, pero entonces no hay tiempo de parar al llegar arriba de cada uno y hacer fotos, disfrutar del paisaje, hablar con otros moteros, tomar algo, estudiar el mapa, estirar las piernas y descansar…

Así que tomármelo con calma es lo que hice. A pesar de recorrer solo 227km hoy, llegué al cámping en Briançon prácticamente a la misma hora que los días anteriores, pero mucho más relajado, habiendo disfrutado de todos y cada uno de los puertos de la ruta del día.

Me puse en camino una hora más tarde porqué quería secar un poco la tienda de la humedad de la noche, no me gusta nada guardarla así, y aproveché el rato para charlar con un motero alemán que había acampado al lado. Estuvimos hablando del calor, de las rutas por la zona, de motos, etc. y me recomendó un buen cámping en Briançon.

Nada más dejar Séez la D902 iba llena de tráfico. Casi de inmediato me encontré con una larga cola de coches, camiones, furgonetas, etc. que avanzaban a paso de tortuga y me dediqué a irlos pasando uno a uno cada vez que había un poco de espacio. Resulta que el motivo del tapón era un camión de transporte especial que llevaba una excavadora; una vez adelantado la carretera era toda mía, y la disfruté como merecía… hasta que oí la GoPro emitir unos agónicos pitidos que indicaban que la batería había muerto. “¡Ahora no!” pensé. La subida al Col de l’Iseran, el más alto de la ruta, estaba a punto de empezar y no quería que el camión y la docena de coches que lo seguían se me pusieran delante de nuevo. Aceleré con la esperanza de abrir un hueco lo suficientemente grande para poder hacer una parada en boxes rápida y aún mantener los rivales por detrás, al estilo de la F1. Paré a llegar al Lac de Chevril, pero resulta que las vistas eran tan cautivadoras que no puede evitar hacer unas cuantas fotos, dando al traste con la ventaja que había conseguido acumular.

Efectivamente, al poco rato el camión emergió de un túnel carretera abajo con el motor gruñendo por el esfuerzo de arrastrar tanto metal montaña arriba y, sorprendentemente, se paró donde estaba yo. Estaba dejando pasar al resto del tráfico, un gesto de cortesía que ya había visto hacer a otros camiones y del que muchas autocaravanas podrían aprender. Por primera vez en el viaje empezaba a tener frío, sobre todo con toda la ventilación del traje abierta así que, viendo que no iba a hacer más calor arriba, aproveché la parada y me puse a cerrar clips y cremalleras. Estaba a punto de acabar cuando oí los frenos del camión resoplar, me giré y vi cómo se ponía en marcha de una sacudida y salía a la carretera por delante de mí mientras lo miraba como un idiota con la chaqueta a medio poner. ¡Maldita sea! Las buenas noticias eran que al llegar a Val d’Isère, el famoso resort de esquí, la mayor parte del tráfico, incluyendo el camión, desapareció, dejando la carretera a los que íbamos a dos ruedas.

Col de l’Iseran, con 2.764m (el cartel allí dice 2,770m), es el puerto asfaltado más alto en los Alpes y ofrece unas vistas espectaculares sobre el parque nacional de La Vanoise.

Muchos moteros se habían congregado allí, pero entre tanta maquinaria lo que más me llamó la atención fueron un par de motos de 125cc que habían conseguido llegar hasta allí, así como una pareja en una BMW que viajaban ¡con perro! Con un par de Doggles, por supuesto.

De bajada la carretera atraviesa Bonneval-sur-Arc, un puñado de casas de madera típicas de los Alpes que es de lo más representativo de este tipo de arquitectura que he visto. Pasado el pueblo el valle se abre y la carretera atraviesa bosques de abetos perdiendo altitud con mucha suavidad. Con tanta suavidad que casi me pierdo el siguiente puerto, uno por el que sentía especial curiosidad: según el mapa, se llamaba Col de la Madeleine, pero ya había atravesado un puerto con ese nombre hacía dos días. Siendo un completo ignorante en lo que al Tour de France se refiere, no sabía cuál era el famoso, así que tocaba compararlos. Este no era más que un bulto al final del valle antes de que la carretera iniciara el descenso a Lanslevillard, un tramo bastante plano que pasaría totalmente desapercibido si fuera por el cartel que indica su existencia, así que supuse que el famoso era el otro.

Pasado Lanslevillard dejé la ruta y me desvié a la izquieda. Tenía tiempo y había un puerto en una de las rutas alternativas que quería ver, el Col du Mont St-Cenis. No sé por qué había decidido que valía la pena el rodeo, no sabía nada sobre él, quizá era solo instinto pero, sin duda alguna, valía la pena. La carretera era interesante y sin tráfico, ganando altura por un bosque con algunas pistas de esquí, y el puerto ofrecía unas buenas vistas al valle del que venía de subir, pero lo mejor estaba del otro lado: hay un precioso lago con varias fortificaciones a sus orillas. Decidí bajar hasta la pared de la presa y comer cerca de unas ruinas cerca de la orilla, y así fue como terminé haciendo la primera incursión offroad del viaje.

Una pista salía de la carretera por encima de las ruinas y vi coches aparcados cerca el agua, así que imaginé que sería fácil bajar por allí y me metí. Los primeros metros no tenían dificultad, pero luego me encontré con surcos que normalmente no serían un problema, pero iba de bajada y con la moto cargada, así que no estaba cómodo del todo. Sin embargo, no había espacio para girar, así que seguí abajo. Por suerte, era solo ese tramo, y la pista volvía a ser fácil pasadas las ruinas. Paré a comer disfrutando de las vistas sobre el lago y felicitándome por mi destreza offroad.

Volví por el mismo camino a la carretera principal, que durante un tramo era más bien poco interesante. Paré a por provisiones en Modane (queso y vino, ¡bien sûr!) y luego fui a por los dos siguientes puertos del día: Col du Télégraphe y uno simplemente llamado “Le Col”.

Un poco soñoliento después de la comida, decidí hacer una pausa en la terraza del bar del Col du Télégraphe y pedir una Coca Cola. Mientras estaba allí, llegaron tres abueletes de buen calibre en Suzuki Intruders 250, se sentaron en el bar y se pidieron tres cervezas. ¡Así se hace! Los dejé a lo suyo y llegué al pueblo de Valloire sin haber visto el curiosamente bautizado “Le Col”.

Dos puertos más para terminar el día: Col du Galibier y Col du Lautaret. El ascenso al primero era cosa seria, horquillas muy cerradas, tramos bastante verticales y caídas terroríficas sin ninguna protección, pero ya se sabe, sin riesgo no hay gloria, y éste resultó ser mi puerto favorito. Quizá no sea el más alto, pero el Col de l’Iseran solo le saca 100m y tiene unas vistas fantásticas a ambos lados, con un último tramo tan empinado que hay un túnel para evitarlo unos centenares de metros antes del collado. Tampoco es que el túnel ayude mucho… Con unas pesadas puertas de madera que cierran la boca, es tan estrecho que solo tiene un carril, de modo que el tráfico está regulado por semáforos. Ah, y las caravanas, vehículos más altos de 4m y/o más pesados de 19 toneladas no pueden usarlo, de modo que tiene que enfrentarse a las últimas curvas de infarto para subir al collado. Un puerto de leyenda.

La carretera baja desde allí al Col de Lauteret, que había cruzado en 2013 de camino a conquistar (o fracasar en el intento) las carreteras de Mongolia. Era el único puerto que crucé de viaje al este y me había parecido espectacular. Bajando del Galibier, sin embargo, era algo menos impresionante.

Todo lo que me quedaba por hacer hoy era bajar por la carretera principal a Briançon y encontrar el cámping que Harald, el motero alemán que había conocido en Séez, me había recomendado. Oh, y encontrar un taller que me dejara un par de alicates. El hornillo se estaba quedando sin gasolina y tanto subir y bajar de puertos había provocado que la diferencia de presión hiciera imposible desenroscar el tapón para llenarlo.

Paré en una gasolinera en La Salle-les-Alpes, llené el depósito, metí un poco de gasolina en una botella de plástico para el hornillo y me acerqué a un taller al lado a pedir unos alicates. Solo cuando volvía a la moto me di cuenta de que el sitio me resultaba familiar. ¡Había repostado en esta misma gasolinera en 2013!

El cámping estaba justo pasado Briançon, pero primero tenía que atravesar la ciudad, y era un infierno. La temperatura superaba los 30ºC, incluso a esta altura, y había un atasco interminable en el centro. El cámping era muy agradable por lo menos, y planté la tienda con la intención de pasar más de una noche en el mismo sitio por primera vez en el viaje. Al día siguiente desmontaría las maletas de la moto y me iría a buscar unas rutas offroad que quería hacer.

Cuentapuertos:

14. Col de l’Iseran 2764m

15. Col de la Madeleine 1746m

16. Col du Mt-Cenis 2081m

17. Col du Télégraphe 1566m

18. Le Col 1530m

19. Col du Galibier 2642m

20. Col du Lautaret 2058m

Soy de Barcelona

Pasan bastante de las dos de la madrugada casi en el otro lado del mundo y llevo las últimas cuatro horas pegado a la pantalla del teléfono siguiendo las noticias. Apenas una hora antes de enterarme del ataque terrorista en mi ciudad estaba hablando con un japonés que acababa de conocer y mencionó el problema de ISIS en Europa. Le dije que Barcelona se había librado hasta el momento. Hasta el momento.

Me siento profundamente triste por este acto de violencia sin sentido, pero al mismo tiempo orgulloso de las muestras de solidaridad que la gente de Barcelona ha dado en estos momentos tan duros, y más orgulloso aún de ver los mensajes de apoyo que llegan de todo el mundo. Aún tengo que encontrar el sitio donde al mencionar el nombre de mi ciudad no me hayan recibido con una sonrisa. Ese espíritu jamás será destruido. El mundo es bienvenido en Barcelona y Barcelona es bienvenida en el mundo.

Susto en la autovía

Hace unos días, mientras me dirigía al trabajo por la C-17, al cambiar de carril para adelantar un coche me encontré de golpe con un taco de madera que debía haber caído de un camión.

No tuve tiempo de esquivarlo y la rueda delantera impactó contra él a unos 100km/h. El taco tenía un tamaño considerable, y noté como la moto se despegaba del asfalto y el taco rozaba el neumático trasero mientras me levantaba en el aire. Fue solo un instante, pero me dio tiempo a ser perfectamente consciente de la situación y pensar que si la moto empezaba a dar bandazos al caer, la cosa podía terminar muy, muy mal para mí, así que me agarré bien al manillar y me preparé para lo peor.

La moto volvió al suelo y se meneó un poco, pero casi inmediatamente recuperó la línea recta. Consciente de que un golpe tan fuerte podía haber destrozado el neumático delantero, solté el gas y frené suavemente con el freno trasero para perder velocidad sin cargar la rueda de delante. Parecía que el manillar vibraba un poco, pero eso era todo, el neumático no se había deshinchado. Como había bastante tráfico y mi salida era la siguiente, decidí no parar en el arcén, que siempre puede ser peligroso, y seguí adelante. Fuera de la autovía y con la moto y aparcada, me acerqué a examinar la rueda y me encontré con esto:

El golpe había sido solo en el lado derecho y, a pesar de que la llanta se había doblado bastante, seguía aguantando el aire, a diferencia de lo que me pasó en Kazakstán.

Llamé al seguro para ver si aquello estaba cubierto de alguna manera, aunque sin demasiadas esperanzas, ya que esta moto tiene una póliza a terceros bastante básica.

Efectivamente, me dijeron que mi póliza no cubría daños propios, y que si no había visto de qué camión había caído el taco, ni tenía un atestado de la policía conforme había un objeto peligroso en la vía, me tocaba a mí correr con los gastos, así que lección aprendida: Si a alguien le ocurre algo similar, lo que debe hacer es detenerse allí mismo y notificar a la policía la presencia del objeto en la vía. Si hace falta, hacer fotos, e insistir en conseguir el atestado. Con esto quizá tengáis alguna posibilidad de reclamar a la autoridad responsable de esa vía el coste de la reparación, aunque tampoco está garantizado…

Un OVNI comunista

Día 26 – Martes 23 de agosto – De Idilevo a Buzludzha y vuelta (162km)

La noche anterior había empezado a llover mientras estábamos haciendo la barbacoa y la lluvia se convirtió en tormenta mientras yo dormía cómodamente enroscado debajo de un nórdico con las gotas golpeando contra la ventana y el techo. A la mañana siguiente el cielo amaneció cubierto y había previsión de lluvia durante el día, así que descarté aventurarme a explorar pistas por las montañas, estaba todo lleno de barro y unos días antes una de las chicas británicas que pasaba el verano en el pueblo había tenido una caída con la moto mientras hacía offroad y se había hecho daño en el hombro.

Decidí pasarme por Sevlievo, la población grande más cercana, a conseguir aceite para el engrasador de la cadena y dedicarme un poco a la moto. Una vez terminadas las tareas el tiempo parecía haber mejorado un poco, así que decidí ir a visitar Buzludzha, que estaba a unos 60km de carretera y era algo que tenía ganas de visitar.

Buzludzha no es un pueblo, sino una montaña, y la razón por la que iba a ir allí no era hacer senderismo sino visitar el monumento que se encuentra en la cima, a más de 1400m sobre el nivel del mar. No se trata de un monumento cualquiera, sino de un monstruo de hormigón construido en 1981 para conmemorar la fundación del Partido Comunista búlgaro en una reunión secreta que había tenido lugar allí cien años atrás.

20160823070612El edificio es una enorme estructura circular de hormigón que se parece a un platillo volador con una alta torre detrás, y alojaba un pabellón para funciones del estado y celebraciones. No demasiado orgullosos del pasado comunista, el gobierno búlgaro dejó el edificio abandonado y actualmente se está desmoronando lentamente en medio de la nada.

20160823070800Tras subir por el paso Shipka, otro fichaje en mi lista de grandes carreteras, tomé una carretera más pequeña que llevaba hasta el monumento. Esta estaba en mucho peor estado, seguramente también olvidada por el gobierno, pues solo lleva hasta el edificio.

20160823064016Había bastante niebla esa mañana, y tras unas cuantas curvas cerradas llegué a un collado desde donde la imponente estructura se reveló entre las brumas. En el collado mismo había otra construcción monumental, dos manos enormes aguantando sendas antorchas, desde donde un camino peatonal subía hasta el edificio. La carretera sin embargo seguía, rodeando la montaña, así que fui con la moto hasta el pie mismo de la gran escalinata que llevaba a la entrada.

20160823065516Hasta hace poco el edifico había estado abierto, pero últimamente el techo se había deteriorado considerablemente, de modo que el gobierno había decidido soldar las puertas para evitar el acceso. A pesar de ello, la gente se las había apañado para abrir una entrada a través de los ventanales de las escaleras, y desde entonces una especie de batalla se iba librando de forma regular: alguien cortaba las barras que cerraban el acceso y a los poicos días las autoridades volvían a soldarlas. Poder visitar el interior del edificio era cuestión de tener suerte con el calendario y que la visita coincidiera con la ventana de tiempo correcta.

DCIM123GOPROEn el Motocamp los últimos rumores eran que acababan de volver a cerrarlo y, efectivamente, cuando llegué descubrí que no había manera posible de acceder al interior a pesar de darle la vuelta varias veces. Me llevé una gran decepción, pero debo admitir que a pesar de todo era impresionante solo desde fuera.

DCIM123GOPROMe libré de la lluvia de vuelta y logré llegar seco al Motocamp, donde pasé el resto del día poniéndome al día con el blog y charlando con la gente que había por allí

Omiš

Días 6 a 8 – Miércoles 3 a Viernes 5 de agosto (0km)

Tras un año de duro trabajo una de las cosas que queríamos hacer este verano era relajarnos un poco. Las vacaciones de aventura están muy bien, e íbamos a tener bastante en los días venideros, pero primero unos días para desconectar en la playa nos vendrían de maravilla, y Omiš es el lugar perfecto para ello.

Omiš se encuentra en la desembocadura del río Cetina con un profundo cañón detrás y la isla de Brac delante ocultándola del mar, lo que la convirtieron en un refugio perfecto para los piratas que atacaban los barcos que surcaban el Adriático.

La mayor parte de la gente que viene a Croacia van a Dubrovnik o a alguna de las muchas islas que salpican la costa, de modo que las espectaculares playas de piedras en Omiš son muy tranquilas, ocupadas principalmente por croatas de vacaciones y algunos húngaros, austríacos y polacos. Se puede disfrutar de una excelente cena a base de pescado o marisco en el centro a unos precios muy contenidos y el alojamiento también es barato.

Conseguimos un apartamento al otro lado de la carretera frente al mar y luego descubrimos una pequeña playa escondida al otro lado de la desembocadura del río, justo a la salida del pueblo, con aguas cristalinas y sombra de los pinos justo en la orilla. Además, como prácticamente no había arena el sitio estaba casi desierto en cuanto a niños se refiere, así que era muy tranquilo. Ideal para nadar, leer y relajarse.

Con la playa a media hora a pie del apartamento y el centro aun más cerca, la moto se pasó los días bien encadenada a un árbol en el jardín, y mejor así teniendo en cuenta cómo está el tráfico. Si venís a Omiš, hacedlo en moto, y si tiene que ser en coche, buscad alojamiento en un sitio desde el que podáis ir a la playa y al pueblo a pie si no queréis perder la paciéncia muy rápido. La carretera de la costa pasa por dentro del pueblo, y la única manera de cruzar el Cetina es un estrecho puente que además tiene desvíos a ambos lados hacia las carreteras que suben por ambos lados del cañón, y con las escarpadas colinas pegadas a las casas, no hay espacio para construir una alternativa. El resultado es que se literalment se atraviesa antes el pueblo a pie que en coche.

DCIM123GOPROLa última noche cenamos con unos buenos amigos que viven en Londres y que tambie¡én estaban de vacaciones en Croacia, Josep and Mona. Él había visto en el blog que etábamos por aquí e iban de camino a Split para coger el vuelo de vuelta a casa, así que decidieron pasar su última noche en Omiš y compartimos una velada genial.

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Los lagos de Plitvice

Día 4 – Lunes 1 de agosto – Bus de Korenica a Plitvice a Korenica (0km)

A través de los tapones para los oídos escuché el distante sonido de la alarma del despertador sonando en nuestros dos móviles a las 7:00, luego Nat los apagó (sí, los dos) y volvió de nuevo el silencio. No intentó despertarme y yo, cansado como estaba tras dos días de viaje, no me preocupé demasiado de averiguar por qué. Una hora más tarde me desperté, me quité uno de los tapones e inmediatamente oí un trueno tremendo. Me giré hacia Nat y le pregunté: ‘¿En serio?’ Dos días viajando a temperaturas muy por encima de los 30ºC y hoy, el día que íbamos a recorrer a pie una de las atracciones turísticas más famosas de Croacia, ¿se pone a llover? Sin duda alguna, Dios me estaba castigando por haberme metido con sus evangelistas italianos…

20160801022012Esperamos un rato, pero el cielo no nos daba ninguna esperanza de que el tiempo fuese a mejorar pronto. Estaba cubierto de nubes amenazadoras y caían intensos chubascos cada pocos minutos. No había mucho que hacer, así que decidimos acercarnos al super a hacer algo de compra para comer y pasar el rato. De camino hacia allí vimos una caseta de información turística y preguntamos sobre el parque natural para ver si tendríamos tiempo de ver algo a la mañana siguiente antes de trasladarnos a Omiš por la tarde.

La chica nos dijo que había trenes y barcos si no queríamos andar demasiado, y el mapa mostraba también algunos cafés y restaurantes donde nos podríamos resguardar de la lluvia. No queríamos dejar pasar la oportunidad de visitar el parque y, viendo que había un bus en cinco minutos, decidimos allí mismo arriesgarnos, sin ni siquera volver al apartamento. Por suerte habíamos cogido chaquetas, la cámara, los pasaportes y algo de dinero.

20160801051218Seguía nublado, pero la lluvia había parado cuando el bus nos dejó en la entrada del parque. Estudiamos el mapa y decidimos subir a un barco para cruzar el lago central y andar hasta la atracción principal, la gran cascada. Se puso a llover de nuevo al llegar a la otra orilla, pero por suerte había una pequeña tienda de recuerdos donde pude comprar un chubasquero para evitar que la lluvia diese al traste con la visita ahora que ya quedaba claro que el lugar era algo por lo que bien valía enfrentarse a los elementos.

20160801053903Con 16 lagos e incontables cascadas que los conectan, el parque natural de Plitvice es uno de los más antiguos de Europa. Se pueden tardar hasta ocho horas en verlo a pie, incluso más si se quieren recorrer todos los senderos y rutas en el parque y sus alrededores. Si bien la mayoría de gente viene a Croacia atraída por sus playas, este paraje natural, catalogado como patrimonio de la humanidad por la UNESCO, es sin duda una visita obligada.

20160801070956Tras ver la gran cascada fuimos andando de vuelta hasta la entrada mientras la lluvia arreciaba y nos metimos en una cafetería donde aprovechamos para comer algo. No queríamos dejar la visita a medias, así que subimos a un tren para ir hasta la otra punta del parque y ver los lagos superiores.

20160801052628Sin duda alguna valió la pena, y tuvimos nuestra recompensa en forma de un respiro con la lluvia y menos turistas que en la gran cascada. Mi limitado talento narrativo no haría justicia al lugar, así que os dejo algunas fotografías. Podéis ver muchas más en Facebook.

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Nueva nueva nena

¡Ya estamos aquí de nuevo! Ha pasado una temporada desde la última vez que publiqué, pero no temáis… el blog está por fin de vuelta. Pero primero, una recapitulación rápida de los últimos meses:

(leer con voz de serie)

Previously, on Stroming The World…

Mi fiel V-Strom fue sustituida por una nueva nena, una Super Ténéré prácticamente nueva que pude disfrutar aquí y allí antes de que la robaran de la puerta mismo de casa. Por suerte, la compañía de seguros pagó una indemnización decente y me quedé con dos opciones: intentar encontrar otra Super de segunda mano bien de precio o esperar y ahorrar hasta que la nueva Africa Twin estuviera a la venta. Para salir de dudas esperé a poder probar una, cosa que pasó a principios de febrero. La moto era una pasada, y la decisión fue tomada al instante.

Saltemos al miércoles de la semana pasada.

Habiendo ahorrado para la nueva AT, me había estado informando en los concesionarios Honda de Barcelona, pero todos eran bien conscientes de la demanda que había generado la moto y pedían el precio de lista por ella. Entonces un buen amigo de Sant Just me mandó un mensaje diciendo que en el concesionario de su pueblo la habían hecho una buena oferta, y por escrito. Además de la oferta, tenían en stock un modelo en rojo rally, que era el único color que yo no había visto en directo, así que me fui para allí a ver de qué iba la cosa.

Desde la presentación oficial de la moto me había pasado horas y horas mirando fotos, imaginando de qué color la iba a pedir, pero estas cosas pueden cambiar mucho al ver la moto de verdad. Pensaba que la de color plata era un poco sosa, y resultó serlo cuando vi una, al contrario que la negra, que no me había resultado atractiva en el catálogo pero me cautivó en el concesionario donde hice la prueba. La que me dejaron probar fue una tricolor, con los colores clásicos de la AT, y era la que, como a tantos otros, me enamoró. Sin embargo, ahora que había llegado el momento de tomar una decisión y pedir una, la encontraba demasiado recargada, más aún si iba a montarle protecciones, maletas etc. así que estaba prácticamente decidido por una negra mate.

O eso creía… cuando entré en el concesionario y vi la roja me enamoré. Tenía mucha mejor pinta que en las fotos, sin tanta cosa a la vez como la tricolor pero no tan oscura como la negra. Era lo suficientemente elegante para poder ir con ella al trabajo cada día y al mismo tiempo estar en su elemento atacando una pista. Perfecta.

Cualquier duda de último minuto sobre la tricolor quedó disipada cuando me dijeron que las entregas estaban previstas para octubre, y encargué la roja.

Uso la moto para ir a trabajar a diario, y no quería hacerle el rodaje en tráfico de ciudad, así que acordamos que la recogería el viernes de la semana siguiente para llevármela a hacer una ruta larga el fin de semana y volver el lunes a hacer la primera revisión antes de ponerla a hacer sus tareas habituales.

¿Por qué esperar una semana y media? podéis preguntar. ¿Por qué no hacerlo ese mismo fin de semana? Porque era el cumpleaños de Nat y teníamos una comida con amigos. De hecho me llamaron el viernes para decir que si quería, la moto estaba lista y la podía recoger el sábado, y mis amigos no podían entender cómo no iba a por ella y al menos la tenía ya en casa hasta la semana siguiente. La razón es muy sencilla: me conozco y sé perfectamente que si iba al concesionario y me sentaba en la moto, a la hora de comer ya estaría a 500km de Barcelona… Así que esperé pacientemente hasta tener una mañana libre… ¡hoy!

Tras una completa explicación de todos los controles de la moto y reservar la primera revisión para la semana siguiente, la nueva nena ya está durmiendo en el parquing, esperando que llegue el sábado para lanzarse a la carretera. Vamos a dedicar tres días a una combinación de autovía, carreteras nacionales y carreteras secundarias para asegurar un buen rodaje. Habrá un post más largo cuando volvamos. Entretanto, ¡aquí están las primeras fotos!

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Rider1000 2015 – Intro

Voy a interrumpir la crónica del viaje de Semana Santa para explicar el evento en el que voy a participar este fin de semana.

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La Rider1000 es un evento no competitivo que empezó en 2013 y consiste en hacer 1000 km en carreteras abiertas al tráfico por toda Cataluña. Saldremos desde Manresa, más o menos en el centro del país, y tenemos que pasar por 13 puntos de control e ir sellando un pasaporte. No hay rutas establecidas entre los controles, así que cada motero es libre de elegir las carreteras que quiera para llegar hasta ellos.

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Los participantes tomarán la salida en grupos de 6, a razón de un grupo por minuto, en orden de inscripción, para evitar atascos. El primer grupo saldrá a las 6 am, así que son los que tendrán más horas de sol, pero yo me enteré de la Rider1000 bastante tarde y me apunté poco antes de que cerrasen las listas (tengo el número 634 de 641…), lo que significa que salgo con los últimos grupos, entre las 7:45 y las 7:50.

Hoy me he pasado la mañana planeando la ruta y calculando el tiempo estimado entre controles y para completar el recorrido. Esta es la ruta prevista:

01 https://goo.gl/maps/p5Ooa

02 https://goo.gl/maps/Om2lZ

03 https://goo.gl/maps/T1cOv

04 https://goo.gl/maps/hvFyH

05 https://goo.gl/maps/Z6mcC

06 https://goo.gl/maps/8CmVZ

07 https://goo.gl/maps/A6usW

08 https://goo.gl/maps/G6Dxl

09 https://goo.gl/maps/Lcv2n

10 https://goo.gl/maps/hY3ky

11 https://goo.gl/maps/Gy2Td

12 https://goo.gl/maps/6E9ZY

13 https://goo.gl/maps/m88o1

Y aquí la estimación de tiempo y distancia:

Roadbook

Contrastaré estos números con el tiempo y distancias reales obtenidos el sábado una vez termine.

Intentaré informar en directo durante todo el sábado a través del Facebook de Stroming The World. Mañana tenemos que subir a Manresa para las verificaciones técnicas y a recoger la documentación, así que aprovecharé para ver si puedo mandar actualizaciones sin problemas.

¡Nos vemos mañana!

Mis viejos amigos de Kazajstán

Día 3 – Lunes 30 de marzo – De Toledo a Mérida (342km) – [MAPA]

Cuando estaba planificando la ruta quería ver la zona al sur de Madrid, ya había estado al norte un par de veces con la moto y me apetecía ver algo nuevo. Al salir de Toledo podía tanto coger la autovía, terminar el día en un par de horas y pasar el resto del tiempo visitando Mérida o ir hacia el suroeste y tomar las carreteras a través de la reserva natural de Cijara, que parecía una opción mucho más atractiva que tener que aguantar más kilómetros de autovía; sin embargo eso significaba que si quería llegar a tiempo de ver Mérida tenía que madrugar.

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El despertador sonó a las 7 de la mañana y diez minutos más tarde ya estaba arrastrando las bolsas hasta la moto, aparcada a un par de calles, en una pequeña plaza reservada sólo para residentes. Aún era de noche y las calles estaban desiertas, en marcado contraste con la tarde anterior, cuando cientos y cientos de personas llenaban las calles para ver pasar las procesiones. La única gente que había en pie tan temprano un lunes eran los equipos de limpieza, barriendo a manguerazos las calles de adoquines. Esperaron pacientemente a que cargase la moto antes de terminar ese rincón de la plaza, y salí de la ciudad con la tenue luz del amanecer, con cuidado de no resbalar en las pronunciadas cuestas de calles mojadas, hacia una mañana que se antojaba interesante.

El sol salió cuando dejaba la carretera principal y entraba en los Montes de Toledo, abrí la visera del casco e saboreé los olores del bosque por la mañana mientras subía por una carretera perfecta con cero tráfico.

La carretera perfecta no duró mucho, sin embargo… Había empezado en la CM 4157, pero el asfalto bueno seguía bajo el nombre CR 701 y mi CM 4157 se convertía en poco más que una pista asfaltada, aparentemente sin más tráfico que camiones de troncos, con lo que no me extrañó que hubiese más parches y boquetes mal reparados que asfalto. Incluso a un ritmo muy moderado los saltos y las vibraciones eran muy molestos, así que me lo tuve que tomar con mucha calma y disfrutar del paisaje.

Me lo estaba pasando en grande, más o menos a medio camino entre la carretera principal y el embalse de Cijara cuando oí un ruido metálico que venía de detrás de la moto. Aflojé el ritmo y el ruido desapareció, pero en el momento en que volví a ganar velocidad y la moto empezó a vibrar por la mala carretera el ruido metálico volvió. No notaba nada raro a través del manillar ni del culo, así que imaginé que algo se había aflojado en las maletas. Paré para mirarlo, intentando encontrar qué era lo que vibraba, pero no fui capaz. Determiné que el ruido venía de la parte trasera izquierda de la moto, quizá debajo de la maleta, quizá detrás, pero no parecía haber nada suelto allí. El bidón de gasolina seguía bien atado, y no hacía ningún ruido al moverlo con la mano, igual que las botellas de agua delante, los herrajes de las maletas, el reposapiés del pasajero, la tapa, los candados y el petate atado a la tapa. Proseguí el camino, pero el ruido volvió tan buen punto gané algo de velocidad. Sonaba como si arrastrase una lata vacía detrás de la moto, y ya estaba empezando a mosquearme seriamente. Estaba en medio de la nada, con cero cobertura en el móvil y el único otro vehículo que me había cruzado en la carretera era un camión de troncos… no me apetecía nada pasarme la mañana entera esperando a que apareciese algo. Paré otra vez  y comprobé el caballete y la pata de cabra, sin encontrar nada raro. Entonces, al agacharme para mirar la cadena, lo vi. Con tanta vibración se había soltado uno de los dos tornillos que aguantan el protector de la cadena, y el protector estaba dando contra el soporte. Es una pieza de plástico (llevo el original) pero tiene una placa de metal en el soporte trasero, que era lo que hacía el misterioso ruido. Intenté engancharlo con una brida de plástico, pero me daba la sensación de que las vibraciones la romperían otra vez enseguida, así que lo desmonté del todo y lo até encima de uno de los petates hasta que llegase a un pueblo donde pudiera encontrar un tornillo.

Seguí mucho más tranquilo, disfrutando de la belleza del parque. Me di cuenta de que había carteles de “reserva natural” cada pocos kilómetros, pero me sorprendió ver que también había muchos carteles de indicaban los límites de reservas privadas de caza, y un poco más lejos me encontré con una zona de árboles cortados y maquinaria pesada, seguramente el camión de troncos venía de aquella zona. La caza y la tala de árboles me parecieron una manera bastante peculiar de proteger una reserva natural… en fin, España es un país peculiar, ya se sabe.

Me encontraba ya en Extremadura, y tras tomar una carretera todavía más pequeña alrededor del embalse de Cijara otro recuerdo de Kazajstán vino a visitarme: primero habían sido las vibraciones aflojatornillos, ahora era el socavón sorpresa de un palmo de hondo con bordes vivos. No quería cargarme una llanta otra vez, así que aflojé el ritmo hasta casi ir como andando y me dediqué a jugar al videojuego de esquivar agujeros.

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La mala carretera terminaba cerca de Helechosa, y desde allí la carretera que me llevó hasta la pared del embalse era maravillosa. Paré allí unos minutos a hacer fotos a la presa antes de volver a tomar la carretera para el último tramo antes de Mérida y descubrí sorprendido que me encontraba en la Siberia Extremeña.

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Llegué a Mérida a la hora de comer e hice el check in en el hostal que había reservado. Estaba a sólo 15 minutos a pie del centro histórico, tenía una habitación con baño propio para mi solito y había un garaje subterráneo gratis para la moto. ¡Bien!

Las ruinas romanas de Mérida son espectaculares, y a pesar del calor asfixiante estaba dispuesto a ver tanto como pudiera antes de la puesta de sol, así que empecé inmediatamente después de comer unas tapas en la plaza principal. Bajé hasta el río y lo crucé por el puente nuevo para tener unas buenas vistas del puente romano y hacer algunas fotos, pero parece que no era la mejor idea… eran las cuatro de la tarde, el puente era bastante largo y no había ni una sombra.

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No hace falta decir que era el único loco andando por el puente a esa hora. El camino de vuelta a través del puente romano me llevó hasta la Alcazaba, donde se puede comprar una entrada que da acceso a todos los monumentos de la ciudad por sólo 12€, y si uno no tiene tiempo de verlos todos, la entrada no tiene fecha de caducidad, así que se puede volver cualquier día más adelante y ver el resto.

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Comencé mi tour en esa fortaleza del siglo IX y dediqué más tiempo del que era estrictamente necesario a la visita del aljibe, una cisterna subterránea que filtraba y recogía agua del rio, donde la temperatura era mucho más agradable que en el exterior.

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Desde allí me dirigí al polo turístico de la ciudad, el anfiteatro y el teatro romanos, pero no sin antes pasar por el foro y el templo de Diana.

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El anfiteatro y el teatro romanos son dos de los edificios mejor preservados de su período y un buen ejemplo de hasta qué punto los romanos entendían la importancia de mantener entretenida a la población. Bajando entre las gradas y mirando el imponente escenario, era fácil imaginar el lugar lleno de ciudadanos, sentados en distintas secciones según su clase social, disfrutando de las obras.

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Se estaba haciendo tarde, pero aún hacía bastante calor. Hora de la última visita antes de regresar al centro en busca de más tapas i cerveza. Había dejado el Circo Máximo para el final porqué sabía que con 400 metros de longitud por 30 de anchura no iba a ser divertido andar al sol por la misma tierra donde Diocles obtuvo muchas de sus 1.462 victorias.

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Terminada la visita me di cuenta de que aún era temprano para cenar, así que decidí aprovechar la entrada e ir a terminar mi tour con una visita a la cripta de Santa Eulalia.

Con el sol por fin bajo, me busqué una mesa en la terraza de una callejuela y me regalé unas bien merecidas cervezas antes de pedir unas tapas y volver al hostal. Un último monumento me esperaba en el paseo de regreso: el acueducto, altivo sobre el pequeño rio justo a la salida del centro.

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