El puerto más alto de los Alpes

Día 4 – Jueves 3 de agosto – de Séez a Briançon (227km)

 

Tomarse las cosas con más calma vale sin duda la pena. Hoy hice la segunda parte de la ruta hasta Briançon, que originalmente quería hacer en un dia. ¿Es factible? Sin duda. ¿Vale la pena? En absoluto. Se puede cubrir esa distancia en un día, sobre todo si disfrutas dándole candela subiendo los puertos, pero entonces no hay tiempo de parar al llegar arriba de cada uno y hacer fotos, disfrutar del paisaje, hablar con otros moteros, tomar algo, estudiar el mapa, estirar las piernas y descansar…

Así que tomármelo con calma es lo que hice. A pesar de recorrer solo 227km hoy, llegué al cámping en Briançon prácticamente a la misma hora que los días anteriores, pero mucho más relajado, habiendo disfrutado de todos y cada uno de los puertos de la ruta del día.

Me puse en camino una hora más tarde porqué quería secar un poco la tienda de la humedad de la noche, no me gusta nada guardarla así, y aproveché el rato para charlar con un motero alemán que había acampado al lado. Estuvimos hablando del calor, de las rutas por la zona, de motos, etc. y me recomendó un buen cámping en Briançon.

Nada más dejar Séez la D902 iba llena de tráfico. Casi de inmediato me encontré con una larga cola de coches, camiones, furgonetas, etc. que avanzaban a paso de tortuga y me dediqué a irlos pasando uno a uno cada vez que había un poco de espacio. Resulta que el motivo del tapón era un camión de transporte especial que llevaba una excavadora; una vez adelantado la carretera era toda mía, y la disfruté como merecía… hasta que oí la GoPro emitir unos agónicos pitidos que indicaban que la batería había muerto. “¡Ahora no!” pensé. La subida al Col de l’Iseran, el más alto de la ruta, estaba a punto de empezar y no quería que el camión y la docena de coches que lo seguían se me pusieran delante de nuevo. Aceleré con la esperanza de abrir un hueco lo suficientemente grande para poder hacer una parada en boxes rápida y aún mantener los rivales por detrás, al estilo de la F1. Paré a llegar al Lac de Chevril, pero resulta que las vistas eran tan cautivadoras que no puede evitar hacer unas cuantas fotos, dando al traste con la ventaja que había conseguido acumular.

Efectivamente, al poco rato el camión emergió de un túnel carretera abajo con el motor gruñendo por el esfuerzo de arrastrar tanto metal montaña arriba y, sorprendentemente, se paró donde estaba yo. Estaba dejando pasar al resto del tráfico, un gesto de cortesía que ya había visto hacer a otros camiones y del que muchas autocaravanas podrían aprender. Por primera vez en el viaje empezaba a tener frío, sobre todo con toda la ventilación del traje abierta así que, viendo que no iba a hacer más calor arriba, aproveché la parada y me puse a cerrar clips y cremalleras. Estaba a punto de acabar cuando oí los frenos del camión resoplar, me giré y vi cómo se ponía en marcha de una sacudida y salía a la carretera por delante de mí mientras lo miraba como un idiota con la chaqueta a medio poner. ¡Maldita sea! Las buenas noticias eran que al llegar a Val d’Isère, el famoso resort de esquí, la mayor parte del tráfico, incluyendo el camión, desapareció, dejando la carretera a los que íbamos a dos ruedas.

Col de l’Iseran, con 2.764m (el cartel allí dice 2,770m), es el puerto asfaltado más alto en los Alpes y ofrece unas vistas espectaculares sobre el parque nacional de La Vanoise.

Muchos moteros se habían congregado allí, pero entre tanta maquinaria lo que más me llamó la atención fueron un par de motos de 125cc que habían conseguido llegar hasta allí, así como una pareja en una BMW que viajaban ¡con perro! Con un par de Doggles, por supuesto.

De bajada la carretera atraviesa Bonneval-sur-Arc, un puñado de casas de madera típicas de los Alpes que es de lo más representativo de este tipo de arquitectura que he visto. Pasado el pueblo el valle se abre y la carretera atraviesa bosques de abetos perdiendo altitud con mucha suavidad. Con tanta suavidad que casi me pierdo el siguiente puerto, uno por el que sentía especial curiosidad: según el mapa, se llamaba Col de la Madeleine, pero ya había atravesado un puerto con ese nombre hacía dos días. Siendo un completo ignorante en lo que al Tour de France se refiere, no sabía cuál era el famoso, así que tocaba compararlos. Este no era más que un bulto al final del valle antes de que la carretera iniciara el descenso a Lanslevillard, un tramo bastante plano que pasaría totalmente desapercibido si fuera por el cartel que indica su existencia, así que supuse que el famoso era el otro.

Pasado Lanslevillard dejé la ruta y me desvié a la izquieda. Tenía tiempo y había un puerto en una de las rutas alternativas que quería ver, el Col du Mont St-Cenis. No sé por qué había decidido que valía la pena el rodeo, no sabía nada sobre él, quizá era solo instinto pero, sin duda alguna, valía la pena. La carretera era interesante y sin tráfico, ganando altura por un bosque con algunas pistas de esquí, y el puerto ofrecía unas buenas vistas al valle del que venía de subir, pero lo mejor estaba del otro lado: hay un precioso lago con varias fortificaciones a sus orillas. Decidí bajar hasta la pared de la presa y comer cerca de unas ruinas cerca de la orilla, y así fue como terminé haciendo la primera incursión offroad del viaje.

Una pista salía de la carretera por encima de las ruinas y vi coches aparcados cerca el agua, así que imaginé que sería fácil bajar por allí y me metí. Los primeros metros no tenían dificultad, pero luego me encontré con surcos que normalmente no serían un problema, pero iba de bajada y con la moto cargada, así que no estaba cómodo del todo. Sin embargo, no había espacio para girar, así que seguí abajo. Por suerte, era solo ese tramo, y la pista volvía a ser fácil pasadas las ruinas. Paré a comer disfrutando de las vistas sobre el lago y felicitándome por mi destreza offroad.

Volví por el mismo camino a la carretera principal, que durante un tramo era más bien poco interesante. Paré a por provisiones en Modane (queso y vino, ¡bien sûr!) y luego fui a por los dos siguientes puertos del día: Col du Télégraphe y uno simplemente llamado “Le Col”.

Un poco soñoliento después de la comida, decidí hacer una pausa en la terraza del bar del Col du Télégraphe y pedir una Coca Cola. Mientras estaba allí, llegaron tres abueletes de buen calibre en Suzuki Intruders 250, se sentaron en el bar y se pidieron tres cervezas. ¡Así se hace! Los dejé a lo suyo y llegué al pueblo de Valloire sin haber visto el curiosamente bautizado “Le Col”.

Dos puertos más para terminar el día: Col du Galibier y Col du Lautaret. El ascenso al primero era cosa seria, horquillas muy cerradas, tramos bastante verticales y caídas terroríficas sin ninguna protección, pero ya se sabe, sin riesgo no hay gloria, y éste resultó ser mi puerto favorito. Quizá no sea el más alto, pero el Col de l’Iseran solo le saca 100m y tiene unas vistas fantásticas a ambos lados, con un último tramo tan empinado que hay un túnel para evitarlo unos centenares de metros antes del collado. Tampoco es que el túnel ayude mucho… Con unas pesadas puertas de madera que cierran la boca, es tan estrecho que solo tiene un carril, de modo que el tráfico está regulado por semáforos. Ah, y las caravanas, vehículos más altos de 4m y/o más pesados de 19 toneladas no pueden usarlo, de modo que tiene que enfrentarse a las últimas curvas de infarto para subir al collado. Un puerto de leyenda.

La carretera baja desde allí al Col de Lauteret, que había cruzado en 2013 de camino a conquistar (o fracasar en el intento) las carreteras de Mongolia. Era el único puerto que crucé de viaje al este y me había parecido espectacular. Bajando del Galibier, sin embargo, era algo menos impresionante.

Todo lo que me quedaba por hacer hoy era bajar por la carretera principal a Briançon y encontrar el cámping que Harald, el motero alemán que había conocido en Séez, me había recomendado. Oh, y encontrar un taller que me dejara un par de alicates. El hornillo se estaba quedando sin gasolina y tanto subir y bajar de puertos había provocado que la diferencia de presión hiciera imposible desenroscar el tapón para llenarlo.

Paré en una gasolinera en La Salle-les-Alpes, llené el depósito, metí un poco de gasolina en una botella de plástico para el hornillo y me acerqué a un taller al lado a pedir unos alicates. Solo cuando volvía a la moto me di cuenta de que el sitio me resultaba familiar. ¡Había repostado en esta misma gasolinera en 2013!

El cámping estaba justo pasado Briançon, pero primero tenía que atravesar la ciudad, y era un infierno. La temperatura superaba los 30ºC, incluso a esta altura, y había un atasco interminable en el centro. El cámping era muy agradable por lo menos, y planté la tienda con la intención de pasar más de una noche en el mismo sitio por primera vez en el viaje. Al día siguiente desmontaría las maletas de la moto y me iría a buscar unas rutas offroad que quería hacer.

Cuentapuertos:

14. Col de l’Iseran 2764m

15. Col de la Madeleine 1746m

16. Col du Mt-Cenis 2081m

17. Col du Télégraphe 1566m

18. Le Col 1530m

19. Col du Galibier 2642m

20. Col du Lautaret 2058m