Día 65 – Miércoles 28 de agosto – de Ljubljana a Cortina d’Ampezzo (296km)
Tenía muchas ganas de volver a los Alpes y poder pasar un poco más de tiempo en las algunas de las mejores carreteras de Europa, ya que mi primera experiencia allí se me quedó corta, pero no pude evitar sentir cierto arrepentimiento al dejar Ljubljana. Eslovenia es un país precioso y hay muchas cosas que dejábamos atrás sin descubrir: el Castillo de Predjama y su cueva, las montañas del Triglav, Ljubljana, donde me hubiese quedado tranquilamente un par de días más… Es sin duda un lugar donde podría pasar unas vacaciones enteras. Sin embargo, lo que más mal me supo fue no haber tenido la oportunidad de volver a ver a Metka y Franci, mis anfitriones la primera vez que pasé por la ciudad. Nuestra agenda de viaje era bastante improvisada, lo que suponía que no estábamos seguros cuándo íbamos a llegar allí, y había sido bastante difícil tener conexión a internet en los días previos a nuestra llegada a la ciudad, así que no había podido ponerme en contacto a tiempo de confirmar si iban a estar allí o de vacaciones, y para terminar de arreglarlo solo pasamos una noche allí antes de seguir la ruta.
De camino a la frontera paramos a visitar el castillo de Bled, construido en un acantilado sobre el lago que lleva el mismo nombre. Era un sitio precioso, fue una pena que hubiésemos perdido tanto tiempo intentando entrar y salir del pueblo por culpa de los atascos causados por los enormes camiones que intentaban atravesar el centro.
Mi lengua maternal es el catalán, y como la ruta que habíamos estado siguiendo Nat y yo nos había mantenido alejados de los principales centros turísticos europeos nos habíamos acostumbrado ya a poder hablar sobre cualquier cosa sin preocuparnos demasiado que la gente a nuestro alrededor nos pudiese entender, ya que las posibilidades de toparse con paisanos eran más bien bajas. Sin embargo, de bajada por el camino que llevaba de la puerta del castillo al aparcamiento estábamos enfrascados en una conversación sobre temas digamos “interesantes” cuando nos cruzamos con un grupo de turistas que iban hacia arriba. En el punto álgido de la conversación, uno de ellos nos soltó “¡bon dia!” en tono jocoso y callamos de golpe antes de partirnos de risa. Bueno, parece que estamos por todas partes.
Volvimos a tomar la autopista durante un rato antes de girar a la izquierda por una carretera más pequeña que seguía el río Belca para evitar pasar por Austria y tener que pagar peajes. Tardaríamos un poco más en llegar a la frontera italiana, pero valía la pena. Fuimos rodeando las montañas del Triglav por el norte, y el paisaje era imponente. Por desgracia, la lluvia nos atrapó justo en la frontera y tuvimos que hacer una parada de emergencia para ponernos el material impermeable.
Sin embargo, una vez en Italia, la lluvia paró al cabo de poco rato, así que decidimos aprovechar la oportunidad para comer y descansar antes de que el tiempo se volviese a girar.
Por suerte aguantó, y pudimos disfrutar del recorrido a lo largo del rio Fella; había una autopista, pero como teníamos tiempo de sobra decidimos tomar la SS13, que ofrecía un camino mucho más interesante. Al acercarnos a Tolmezzo la cosa se tornó algo aburrida, pasamos por una zona industrial y luego hicimos un tramo de carretera bastante aburrido, pero al cabo de no mucho llegamos a Dolomitas y enfilamos carreteras mucho mejores hasta Cortina.
El paisaje en esta zona era maravilloso. Podría haberme pasado semanas recorriendo estas carreteras en moto una y otra vez, por no hablar de las múltiples vías ferratas que se pueden encontrar en estas montañas o las posibles excursiones. Es un sitio fantástico y estoy completamente seguro de que volveré a pasar unos días en el futuro.
Llegamos a Cortina y empezamos a buscar un sitio donde dormir. Ya que los hoteles eran tremendamente caros y no había hostales, decidimos buscar un camping. Sin embargo yo estaba bastante cansado (el último tramo de carreteras de montaña había sido divertido pero agotador), el tener que buscar un sitio donde dormir estaba resultando frustrante y para terminar de arreglarlo había empezado a tener algo de alergia que me hacía estornudar constantemente y no me dejaba pensar con claridad.
Encontramos un par de campings, pero no eran tampoco exactamente baratos, yo necesitaba un buen descanso y una ducha caliente y Nat había cogido frío tras cruzar las montañas. Al final, dada la pequeña diferencia de precio entre un sitio donde plantar la tienda y alquilar una habitación en el edificio de recepción y disfrutar de una cama como dios manda y una ducha, optamos por la segunda opción. Cuando ya habíamos pagado y estábamos esperando a que nos diesen las llaves, el hombre del camping nos dijo que su hermana ya había alquilado la habitación pero no lo había actualizado en el sistema, así que hizo un par de llamadas y nos mandó hacia una bonita casa en la loma de la colina que llevaba a la ciudad, donde una abuelita alquilaba una habitación, y nos dijo que había quedado en que podíamos dormir allí por el mismo precio.
Un vez instalados en casa de la sra. Maria me di una ducha rápida y nos fuimos a terminar el día en un bar del centro de Cortina con un Spritz.