Día 43 – Martes 6 de agosto – Umeå (0km)
Por la mañana fui a pie hasta la estación de servicio donde Lena me había dicho que seguramente podría hacer la revisión de la moto yo mismo para ver si era posible y preguntar cómo funcionaba. Llevaba todas las herramientas y recambio conmigo excepto el aceite, ya que originalmente contaba con hacer las revisiones a la moto yo mismo en medio de la nada, y ahora, a pesar de que sería más fácil y práctico buscar un taller, quería hacerlo yo mismo para ahorrar algo de dinero que vendría muy bien, pero el problema era desahacerme del aceite usado adecuadamente, no quería simplemente tirarlo en medio del campo.
Cuando llegué a la estación de servicio vi un edificio con seis puertas de garaje en la parte de detrás, un par de ellas abiertas, una con un hombre limpiando el coche con una manguera a presión y otra con un coche en un elevador hidráulico y dos hombre trabajando debajo, así que pensé que ese debía ser el lugar correcto. Entré a preguntar en la gasolinera y me dijeron que los garajes se alquilaban por minutos, y que contaban con instalaciones para reciclar aceite, así como agua y aire a presión. Estaba, no lo olvidemos, en el país que inventó Ikea, y el hágalo usted mismo es muy popular aquí. Se puede alquilar herramientas o espacio para hacer prácticamente cualquier cosa imaginable uno mismo. Me dieron las llaves para el garaje numero 2 pero había un problema con los cubos para el aceite, estaban pensados para poner debajo de un coche en un elevador, así no había forma posible de meterlo dabajo de la moto, y levantar la moto con el elevador tampoco serviría de nada, ya que el cárter está en medio de la moto longitudinalmente, no a lo ancho. El chico de la gasolinera se fue a intentar encontrar una solución y al cabo de poco rato volvió con un cubo viejo que cortó por la mitad para poder meterlo debajo de la moto. ¡Bien!

Me pasé toda la mañana allí, ya que no solo tenía que cambiar el aceite, sino también el filtro del aire, lo que implica desmontar el depósito de gasolina. Esta es una de las cosas que no me gusta de la V-Strom y definitivamente algo que tendré en cuenta cuando llegue el momento de sustituirla: lleva demasiados plásticos y se tarda mucho en quitarlos todos cuando toca hacer la revisión.
Cuando hube terminado, limpié la moto, cosa que no había hecho desde Astrakán, y la pobre estaba cubierta en varias capas de polvo, barro, insectos y trozos de plantas. Al final salió por 88€, incluyendo el precio del aceite, un juego de fusibles y un par de guantes de goma que compré. No está mal.
Dejé la moto otra vez en casa de Lena y me fui a ver algunas de las cosas que me había recomendado por la ciudad. Justo pasada la gasolinera había una pequeña colina cubierta de bosque, y me había dicho que allí había un museo al aire libre con casas tradicionales suecas, y también campamentos Sami, que habían sido transportados de diferentes partes del país hasta allí.

Era una visita muy interesante, había granjas tradicionales, graneros, establos, almacenes, un molino y tres campamentos Sami, todos ellos edificios originales.

Las explicaciones estaban en tres idiomas, incluyendo inglés, y también había un sistema de audio guías muy inteligente. De vez en cuando te encontrabas con un aparato metálico redondo montado en un poste con una manivela que había que hacer girar durante unos 20 segundos; eso generaba suficiente electricidad para que el aparato reprodujese la explicación. No hacía falta instalación eléctrica, ni baterías que cargar, ni equipos de audio guía que la gente pudiese robar ni nadie para distribuirlos. Muy práctico para una exposición al aire libre.

Después de esto bajé hasta la ciudad y paseé por las calles hasta encontrar el río, y al lado del río, el edificio del museo de arte moderno que Lena también me había recomendado. Era un edificio nuevo, de estilo muy escandinavo: madera y cristal por fuera, paredes blancas y espacios abiertos por dentro, muy agradable. Tenía seis pisos y al igual que el museo al aire libre de la colina, era completamente gratuito.

Cuando estaba a punto de terminar el último piso, Lena me mandó un mensaje de texto invitándome a un conceirto que iba a tener lugar esa tarde-noche en la playa. El plan sonaba muy bien, así que regresé al apartamento, donde conocí a una colega de Lena de la Universidad de Umeå, una mujer de Colombia que llevaba más de 20 años en Suecia y trabajaba en el departamento de español. Nos llevó en coche hasta la playa donde había el concierto y buscamos un buen sitio para estirar unas mantas y sentarnos en la arena. Había bastante gente de todas las edades, sentados en mantas o en sillas de picnic, y el ambiente era muy agradable. Era una especia de festival de música, y vimos varios grupos con estilos que iban del folk al jazz, incluyendo rock y versiones.

Volvimos a casa sobre las 11 pm y antes de acostarnos tomamos un café, que se convirtió en una larga conversación sobre política, clichés, la UE, la enseñanza, y muchos otros temas interesantes, y terminamos yendo a la cama bastante tarde. Como Lena tenía que madrugar para ir a trabajar al día siguiente, nos despedimos antes de dormir y le di las gracias por su hospitalidad.

Al final había decidido bajar por la costa sueca hasta Estocolmo y cruzar a Finlandia desde allí por varias razones: no era tan caro como pensaba y aún podía viajar dentro de mi presupuesto, me habían dicho que el paisaje en la costa era muy bonito y quería tener unos días para que me mirasen la cadena en un taller, ya que seguí haciendo ruido a pesar de limpiarla y engrasarla a menudo.