Ljubljana y Mikkeller

Día 3 – Miércoles 27 de junio – De Brogliano a Smrjene (555km)

A diferencia de los dos primeros días, en los que pasé la mañana en carreteras secundarias geniales y luego tuve que coger la autopista en la tarde para llegar a tiempo, con todo el aburrimiento y la fatiga que eso supone, hoy ha sido al revés. Me levanté después de una buena noche de descanso y desayuné con Danilo (Mattia ya se había ido a trabajar), intentando tener una conversación con algo de sentido en mi casi inexistente italiano. Me dio indicaciones para tomar la ruta más paisajística hacia Eslovenia, cargué la moto y salí.

La primera parte de la ruta me llevó por más zonas industriales y un tráfico denso y lento, pero pude avanzar rápido gracias a los conductores italianos. Debo retirar ahora mis anteriores comentarios sobre los  conductores italianos, ya que hoy fueron absolutamente maravillosos: en el momento en que me veían venir por el retrovisor se apartaban a la derecha para dejarme espacio para adelantarles sin tener que invadir el carril contrario, lo que significaba que podía adelantar en cualquier sitio. Los españoles deberían aprender de esos modales en carretera.

Poco después la carretera se convirtió en una de las mejores que he tomado. No solo hasta Eslovenia, sino hasta la mismísima capital, Ljubljana, era estrecha, revirada y con un asfalto en perfecto estado y vistas maravillosas. Había salido con tres (de cinco) barras en el indicador de gasolina y después de ver como es de cara la gasolina en Italia, esperaba conseguir llegar a la frontera y repostar en Eslovenia. Si era necesario, iba a usar la gasolina de la lata. Llegué cerca de la frontera más o menos a la hora de comer y paré en un pueblo llamado Gradisca D’Isonzo para comer algo. Encontré un parque muy bonito con un monumento en memoria de los que habían muerto en ambas guerras mundiales y me senté a preparar un bocadillo. Mientras comía allí, con aquellos nombres gravados en la piedra delante de mí, pensé en cuan simplista es la visión que a menudo tenemos de conflictos así. Tendemos a pensar en la guerra como algo con bandos claramente definidos, los buenos y los malos, el “estás con nosotros o estás en contra nuestra” que a algunos americanos gusta tanto. Sin embargo, aquellos nombres pertenecían a jóvenes de un pueblo pequeño que seguramente no sabían nada de la gente contra quienes les mandaron luchar o las razones por las cuales empezó todo, simplemente les dijeron que tenían que ir allí y morir por su país. Un país. ¿Qué es eso? Yendo de uno a otro, atravesando fronteras, el concepto se difumina, se vuelve artificial. Es solo una línea en un mapa, y se hace evidente que somos todos exactamente iguales, con los mismos miedos y esperanzas, pasatiempos, preocupaciones, y todas las pequeñas cosas que conforman los momentos de felicidad en nuestras vidas. Compartí las últimas cerezas de la caja que había comprado en Francia con un vagabundo del parque y me fui hacia la frontera, con el indicador de reserva parpadeando.

Me detuve en la primera gasolinera en el otro lado y me alegré de descubrir que la gasolina era mucho más barata y que tenían pegatinas. Llené el depósito y me adentré el paraíso del motorista. Eslovenia es un país montañoso, y parece que prácticamente todas las carreteras son interesantes.

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Cuando estaba planificando el viaje me senté frente al ordenador e intenté planificar la ruta más atractiva con el software que venía con el GPS, BaseCamp. Enseguida me acordé de por qué prefiero usar un buen mapa de papel. Como suele ser el caso cuando se meten ordenadores de por medio, el maldito trasto no tenía ninguna lógica en absoluto y a pesar de que marqué puntos intermedios en la ruta que quería seguir, se emperraba en ir atrás y adelante, haciéndome volver sobre mis pasos y mandándome por sitios por los que no quería ir. Al final decidí simplemente programar las coordenadas del lugar donde quería terminar el día, programarlo para evitar peajes y tasas y dejar que me guiase. ¡Pues vaya si funcionó! Yo mismo no hubiese sido capaz de diseñar una ruta mejor a mano; las carreteras fueron increíbles hasta Ljubljana.

Llegué allí un poco más tarde de lo que esperaba y me encontré de lleno con la hora punta de la tarde. Tuve que cruzar la ciudad entera, ya que la casa de mi huésped estaba en una colina en las afueras al otro lado de la ciudad. Descubrí que no es una buena idea meterse en tráfico denso en una ciudad desconocida tras un largo día de ruta. Afortunadamente, llegué al otro lado sin problemas y me encontré con mis huéspedes,  Metka y Franci, también moteros, que estaban encantados de verme a mí y a la moto. Empezamos a hablar de todo directamente en la puerta de casa y Franci comentó que me iría bien usar un CrampBuster, una pieza de plástico que permite mantener el gas abierto sin tener que tener el puño cerrado alrededor de la maneta todo el rato, de modo que puedes descansar la mano en trayectos largos por la autopista. Había intentado encontrar uno en Barcelona antes de salir, pero no los vendía nadie y ya era demasiado tarde para pedir uno por internet. Franci sacó el móvil allí mismo y llamó a un amigo para ver si se podía conseguir uno en la ciudad ese mismo día ¡y luego me dio el suyo como regalo!

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Hicimos algunas fotos con la moto y luego me enseñaron mi habitación que no tenía absolutamente nada que envidiar a un hotel de cinco estrellas. Franci trabaja como traductor, pero estudió ingeniería eléctrica y le gusta mucho la domótica. Él y Metka compraron una casa a medio terminar y se diseñaron una casa inteligente y respetuosa con el medio ambiente (y Franci escribió el software que la programa él mismo). Me llevaría páginas explicar todo lo que la casa hace, así que lo dejaré en que nunca había visto nada igual.

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Me duché, me cambié y me metí en el coche con Metka, que ya había llamado a una amiga suya que hablaba algo de español y estaba encantada de tener la oportunidad de practicar un poco. De camino al centro descubrimos que los dos somos aficionados a la cerveza y mientras esperábamos a su amiga Maja me llevó a una pequeña tienda que tenía una selección de cervezas para verdaderos expertos. Compramos unas cuantas para cenar (que no me dejaron pagar) y luego fuimos a tomar algo con Maja a una de las terrazas al lado del río. De vuelta a casa, Franci, que ya había terminado de trabajar, preparó pasta tradicional y luego tomamos unas cervezas con un par de sus amigos, también moteros, que se pasaron a saludar. Fue una velada tan agradable, intercambiando historias y anécdotas, que se me olvidó por completo escribir el blog.

Ah, por cierto, Ljubljana es una ciudad preciosa.

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Couchsurfing

Ante todo, disculpas por haber tenido el blog abandonado durante tantos días, estoy ya en las últimas semanas antes de la salida ¡y el trabajo se acumula! Tengo que asegurarme de que todo esté listo, planificar los detalles de la ruta, buscar alojamiento, hacer una última revisión a la moto, etc.

Había calculado que la parte más cara del viaje iba a ser Europa, así que he decidido intentar utilizar CouchSurfing. Como muchos ya sabéis, es un sistema que pone en contacto gente que busca un lugar donde dormir y gente que ofrece sitio (un sofá) en su casa. Hay dos razones por las que he decidido viajar así: primero, para mantener los costes bajos, pero sobretodo porqué considero que es la mejor manera de conocer a la gente del lugar y las ciudades que voy a visitar. Me he pasado muchas horas delante del ordenador y he enviado muchas peticiones, y tengo que decir que estoy gratamente sorprendido con el resultado. Me han ofrecido un lugar donde dormir en la mayoría de ciudades por las que pasaré en Europa, y tengo muchas ganas de vivir esta nueva experiencia.