Cambio de planes

Día 4 – Sábado 3 de agosto – Bishkek (0km)

A media mañana ya estaba claro que no había mucho que hacer al respecto del tema del visado de Marc; había contactado con la embajada española más cercana, que está en Astaná, Kazakhstan, a ni más ni menos que 1640km de Bishkek. Estaba dispuesto a coger un vuelo de ida y vuelt ahasta allí si le podían conseguir un pasaporte nuevo, pero el funcionario de la embajada al otro lado del teléfono se limitó a meterle bronca por haber salido de España sin comprobar la fecha de caducidad del pasaporte y le dijo que uno nuevo tendría que emitirse en España y enviarse a Astaná, lo que llevaría como mínimo 12 días, y que lo único urgente que podían hacer era dar un salvoconducto en caso de emergencia pero dejó claro que a) esto no era una emergencia y b) ese documento solo era válido para poder permitir el regreso a España.

Con todas las opciones (legales) agotadas, decidimos que lo único que podíamos hacer era modificar la ruta para pasar el mayor tiempo posible recorriendo juntos Kyrgyzstan y luego y iría hacia la Pamir por mi cuenta. El plan original era ver primero parte de Kyrgyzstan, luego hacer las montañas Pamir en Tajikistan, ir a Uzbekistan a ver Samarcanda y Bukhara, volver a Tajikistan a hacer otra ruta distinta en las montañas Pamir y visitar el resto de Kyrgyzstan.

En lugar de ello, haríamos todo Kyrgyzstan al principio y luego nos separaríamos: yo iría a Tajikistan y, empezando en el lago Karakul, haría el valle de Wakhan en la frontera con Afganistán en dirección sur, luego iría hacia el norte por el valle de Bartang de vuelta al lago Karakul como estaba previsto y en vez de volver a Kyrgyzstan iría otra vez hacia el sur, esta vez en lo que es propiamente la carretera trans Pamir, la M41. Después de eso, iría hacia Uzbekistan a encontrarme con Marc en Samarcanda, ya que podría entra en Uzbekistán, donde no hace falta visado. De allí, volveríamos a Kyrgyzstan a través del valle de Fergana en el norte del país.

Iba a pasar unos 9 o 10 días sin Marc, pero es no quería decir necesariamente que estaría solo: habíamos conocido un británico en el hotel que iba a hacer la misma ruta en espiral que yo en Tajikistan, pero necesitaba unos días más en el hotel para recuperarse de una herida en el pie, lo que significaba que seguramente podríamos encontrarnos al cabo de 12 días en Sary-Tash, cerca de la frontera, e ir juntos desde allí, cosa que eran excelentes noticias.

Empiezan los problemas

Day 3 – Viernes 2  de agosto – de Istambul a Bishkek (3740km – en avión)

No pegué ojo en las más de cinco horas del vuelo nocturno hasta la capital de Kyrgyzstan; íbamos hacinados en un 737 con apenas algo más de espacio que en un vuelo de bajo coste y al bajar por la escalera del avión envuelto en un calor sin piedad, todo me parecía un sueño. El aeropuerto era pequeño, parecía más uno regional que el aeropuerto internacional que en realidad era, con una sola pista por la que el avión tuvo que hacer backtaxi y una sola terminal, un edificio bajo sin fingers. En las pistas, un par de 737 de aerolíneas del este, un 747 de carga y un Iliyushin Il-76.

Nos sellaron los pasaportes sin problemas (es un país sin visado de entrada para ciudadanos de la UE), cambiamos algo de dinero y encontramos al taxista que el hotel había enviado recogernos. Sin embargo, nos quedaba una cosa por hacer primero: ir a la embajada de Tajikistan a tramitar los visados para ese país. Lo podríamos haber hecho online desde casa, pero esos son de una sola entrada y queríamos intentar consguirlos de doble entrada en la embajada para poder volver a entrar en el país desde Uzbekistan sin tener que preocuparnos de que se aprovase una segunda solicitud online mientras estábamos en la carretera. Por desgracia, el chico de la embajada nos dijo que solo hacían visados de doble entrada para turistas, así que pedimos uno de turista y tendríamos que pedir otro online una vez dentro del país. Era viernes por la mañana y nos dijeron que iba a cerrar a partir de ese mismo día por vacaciones, pero que como favor especial podíamos volver por la tarde y los tendríamos listos.

Hay unos cuantos rincones esparcidos por el planeta que son pequeños paraísos para los pocos locos que decidimos ver el mundo desde una moto, y el hotel era uno de ellos. Es el punto donde AdvFactory lleva las motos que recoge por toda Europa y la emoción se palpaba en el aire. El patio estaba atiborrado de motos, algunas listas para salir, otras aún a medio montar, otras luciendo ya orgullosas una capa de suciedad y esperando ser devueltas a sus hogares y por todas partes se oían conversaciones sobre sitios que ver. Gente comentando las rutas que acababan de terminar, otros hablando de sus destinos: Kyrgyzstan, Tajikistan, Uzbekistan, Kazakhstan, China, India, Mongolia, con las caras quemadas por el sol y grasa bajo las uñas. Encontramos nuestras motos y nuestro equipaje, nos dimos un merecido baño y salimos a comer.

Por la tarde, tras una siesta para compensar la noche en blanco en el avión, tomamos un taxi de vuelta a la embajada de Tajikistan para recoger los visados. El trayecto hasta allí ya fue uan aventura en sí mismo: el coche era un Lada que se caía a pedazos, con un motor que se paraba cuando quería enmedio del tráfico de locura y un conductor que no hablaba ni una palabra de inglés ni parecía tener claro dónde queríamos ir, pero todo eso poco importaba, era parte de la aventura. Los problemas de verdad empezaron al llegar a la embajada. El chico me dijo que había un problema con mi pasaporte, que caducaba en menos de seis meses. Sentí que se me congelaba la sangre.

‘No puede ser’ le dije. ‘¡Caduca en noviembre de 2020!’ Le di el pasaporte otra vez y le señalé la fecha. ‘Ah sí, perdón, es el otro’ dijo. Miramos el pasaporte de Marc y, efectivamente, caducava en menos de seis meses. Era por unos pocos días solamente, pero era suficiente para que el visado le fuera denegado, a pesar que que no había tenido ningún problema para conseguir un visado en Turquía o en entrar en Kyrgyzstan y no había nada más que hacer allí.

Volvimos al hotel con los ánimos por el suelo y estudiamos las opciones. Todo el mundo tenía sugerencias: contactar con una embajada española para renovarlo, pedir un visado online, modificar la fecha de caducidad del pasaporte, un Británico se ofreció incluso a falsificar su propio visado ya expedido y hacer una copia con los datos de Marc. Entretanto, Marc tenía a su mujer en España viendo qué podía hacer con la embajada e intentamos pedir un visdo online con una fecha de caducidad modificada. El problema era que el sistema también pedía una foto del pasaporte, así que si alguien comprobaba los documentos en persona iban a ver que las fechas no cuadraban. Alguien sugirió enviar una version modificada de la foto del pasaporte con la fecha cambiada, pero la primera foto qeu enviamos ya estaba en el sistema. Intentamos cancelar la petición, pero el sistema estaba muy mal diseñado y estaba bloqueado esperando un pago que no habíamos hecho ni nos dejaba hacer ahora. No había mucha cosa más que hacer, así que salimos a cenar con los de AdvFactory y nos emborrachamos a base de cerveza kirguistaní sin filtrar

Istambul

Día 2 – Jueves 1 de agosto – Istambul (0 km)

El trayecto hasta Istambul fue uno de los más relajados que he vivido en todos estos años viajando; el vuelo fue cómodo, el control de pasaportes sencillo y rápido, cuando llegamos a recogida de equipajes nuestras maletas ya estaban allí y nuestro transfer ya nos estaba esperando a la salida. El nuevo aeropuerto es impresionante, claramente diseñado a una escala pensando en el futuro en un contexto en que el crecimiento de los viajes por aire no parece que vaya a menguar. El único aspecto negativo es que queda mucho más lejos de la ciudad, pero por suerte habíamos reservado transporte y a la salida nos esperaba una furgoneta Mercedes a todo lujo; de momento, ¡esto de viaje de aventura no tenía nada!

A la mañana siguiente nos despertamos temprano para aprovechar al máximo nuestro único día en Istambul; no teníamos mucho tiempo, así que decidimos ir a ver lo imprescindible. Dejamos el hotel a pie, cruzamos el puente Galata y subimos colina arriba hasta la torre del mismo nombre, que se alza sobre el Cuerno de Oro, el brazo de mar más grande en el estrecho del Bósforo. Desde arriba de la torre teníamos una vista perfecta del brazo, del estrecho y, al otro lado, Asia. Os podría contar muchas cosas sobre la torre, como que la antigua torre alojaba un mecanismo para levantar una cadena gigante que, cuando estaba levantada, bloqueaba a los barcos la entrada al brazo de mar (ahora ya sabemos de dónde sacó el sr. Martin la idea para la batalla de la Bahía de Blackwater), o que cuando se construyó era la estructura más alta de la ciudad, pero lo que más me impresionó mientras estaba en lo alto era el pensamiento de que todo un continente distinto empezaba ahí mismo, del otro lado del estrecho, y era hacia allí a donde nos íbamos a dirigir pronto.

Tras la visita a la torre comimos temprano y fuimos a visitar la Mezquita Azul. La decepción fue encontrarla en obras de mantenimiento y no poder ver la cúpula en su interior, además del hecho de que más de la mitad del recinto estaba reservado al rezo, pero no me importó demasiado, ya que hacía poco que había visitado la Mezquita de Alabastro en El Cairo, que es una copia exacta de esta, construida por el mismo arquitecto.

A continuación nos dirigimos hacia el momento que yo había esperado con ansia, Santa Sofía. Esdtudié historia del arte en el instituto y desde entonces me ha fascinado, así que estaba muy emocionado de poder visitarla al fin después de más de 20 años.
Nunca conozcas a tus héroes, dicen, pero en este caso me alegro de haberlo hecho: estuvo más que a la altura de las expectativas. Sé que he dicho esto antes pero en este caso es especialmente cierto: es difícil describirla en palabras que hagan justicia a su majestuosidad. De repente ya no me importaba lo más mínimo que Turkish Airlines nos hubiera robado un día de nuestro viaje, era un precio pequeño a pagar por la oportinidad de atravesar las puertas de un lugar así. Id a verla si tenéis la oportunidad.

Nuestro día de visita terminó con la visita a la Basílica de la Cisterna, una increíble obrade ingeniería construida bajo tierra capaz de almacenar 80.000 metros cúbicos de agua, y una cena a base de kebab turco tradicional.

Istambul es una ciudad fascinante y sentía lástima de tener que dejarla cuando no habíamos hecho más que vislumbrar brevemente todo lo que tiene que ofrecer, pero era hora de coger nuestro vuelo a Bishkek y enfrentarnos a nuestro primer obstáculo: cuando intentamos hacer el check-in online durante la comida nos encontramos con que la app nos indicaba que no podíamos elegir asiento porque el vuelo ya estaba completo. Nos temíamos que ya que el del día anterior había sido cancelado o reprogramado, este iba sufrir overbooking y por muy bonito que fuese Istambul, no queríamos retrasarnos más en nuestro objetivo. Fuimos al aeropuerto y corrimos hacia los mostradores para intentar asegurarnos dos asientos, ya que en estos casos la premisa suele ser que el primero que llega es el que los consigue. La mujer que nos atendió no puso buena cara al ver nuestros pasaportes e hizo una llamada, cosa que nunca es buena señal, pero al final conseguimos dos asientos en el vuelo. Otros no fueron tan afortunados, sin embargo: mientras esperábamos para embarcar Marc vió al menos tres personas que, según ponía en sus tarjetas de embarque, estaban a la espera de asiento.

Los Stans 2019

Día 1 – Miércoles 31 de julio – De Barcelona a Istambul (2240km – en avión)

Aquí estoy, otra vez en la carretera. O, para ser precisos, en el aire, ya que este viaje empieza en la moto.

Hace mucho que quiero volver y termianar mi viaje a Mongolia y, esta vez, en lugar de cruzar Kazakhstan, que es casi todo una extensión interminable de desierto, quería hacer Uzbekistan, Tajikistan y Kyrgyzstan siguendo la Ruta de la Seda a través de las montañas Pamir. El problema era que una ruta así iba a tomar más tiempo que el primer intento, y no podía desaparecer de mi trabajo (ni de mi relación) otra vez durante tantos días, lo que implicaba meter un viaje así en cinco semanas.

La primera idea fue llevar la moto al MotoCamp en Bulgaria en Semana Santa, dejarla allí hasta el inicio de mis vacaciones de verano, iniciar la ruta vía Turquía y Georgia para empalmar con la ruta original en Astrakhan, hacer las Pamir, ir hasta Mongolia y luego mandar la moto para casa y coger un avión para llegar a tiempo de vuelta al trabajo. ¿Factible? Sí. ¿Aconsejable? Para nada. Eso implicaba ir con prisas todo el viaje y perderse algunas de las mejoras rutas y lugares, así que miré un plan B.

Cuanta más información tenía de la Pamir Highway, más me atraía esa ruta, y también llegué a la conclusión de que Mongolia se merecía algo más que cruzarla apresuradamente en una semana, así que decidí centrarme en la región de las Pamir.

Comenté el plan con algunos amigos y esta vez no costó demasiado encontrar un compañero de viaje: Marc mi vecino (ahora ex-vecino), que conocí justo antes de la Route des Grandes Alpes en 2017. Habíamos hecho algunas rutas juntos, incuyendo otra escapada a los Alpes para hacer algunas de las rutas off legendarias (prometo contar ese viaje cuando pueda, ha sido un año movido) y le encantó la propuesta.

Mandamos las motos a Bishkek (la capital de Kyrgyzstan) via Varsovia con AdvFactory y reservamos los vuelos, cosa que nos dejaba cuatro semanas enteras para nuestra ruta.

Primera parada: Istambul, Turquía. Se supone que aquí solo íbamos a hacer una escala para cambiar de vuelo, pero nos retrasaron un día el segundo vuelo, así que eso nos daba 24 horas para visitar la ciudad.

Dos caminos se bifurcaban en una polvorienta gasolinera kazaja

y yo, yo tomé el menos transitado.

Martin, un chico de la República Checa con quien había estado compartiendo ruta desde Volgogrado, tomó el otro camino en la polvorienta gasolinera kazaja y se fue camino de Uzbekistán, Tayikistán y Kirguizistán siguiendo la Ruta de la Seda a través de las montañas Pamir. Me ofreció unirme a él, pero no tenía los visados necesarios para esa ruta, así que nuestros caminos se separaron allí.

 La carretera estaba en tan mal estado que un par de horas más tarde la vibración había hecho que perdiera los tornillos que aguantaban el protector de cadena, la cúpula y el soporte del GPS.

Un centenar de kilómetros más adelante la cosa empeoró tanto que abollé la llanta trasera de manera que ya no mantenía el aire del neumático. Estaba tirado en medio de la nada con una rueda imposible de reparar.

Al final conseguí volver a la ciudad rusa de Astrakhan, donde me las apañé para encontrar a alguien que me ayudó a reparar la rueda para poder continuar el viaje, pero había perdido una semana y usado la única entrada que me permitía el visado a Kazajistán, así que ahí se terminaba la cosa; mi plan de llegar hasta Mongolia había fracasado.

Me juré que volvería algún día y haría la ruta por la carretera Transpamir, que parecía un camino mucho más interesante que atravesar las interminables extensiones de desierto en Kazajistán. Hace 6 años de eso y han pasado muchas cosas en ese tiempo:

Retiré mi fiel V-Strom y la sustituí por una Super Ténéré con la que solo tuve tiempo de hacer Normandía antes de que me la robaran.

Puse la V-Strom a trabajar otra vez hasta poder ahorrar suficiente dinero para una Africa Twin nueva, que a mis ojos era la moto ideal para conquistar las montañas Pamir. Cuado finalmente llegó, la puse de inmediato a cumplir con viajes a los Balcanes, Marruecos y los Alpes, y muchas rutas por tierra cercanas que me hicieron ver lo poco preparado que estaba cuando me puse en camino a Mongolia.

Hubo otras cosas que requerían mi atención además de viajar, como un poco de bricolaje doméstico,

y la triste muerte de mi querida V-Strom.

Ahora por fin ha llegado el momento y, en menos de una semana, nos (sí, en plural) pondremos en camino hacia las montañas Pamir!

Dentro de poco os contar más!