Kayak en el cañón Matka

Día 18 – Lunes 15 de agosto – Skopje al cañón de Matka y vuelta (37km)

Los efectos de la inundaciones en el centro de la ciudad apenas eran visibles aparte de en los bordes del río, donde se podían ver desechos y ramas. Aparte de la ciudad en sí, el otro motivo de nuestra visita a Skopje era el cañón de Matka, que queríamos explorar en kayak.

Me temía que fuera peligroso por culpa de las inundaciones, pero resultó que hay una presa que forma el lago Matka y regula el caudal del agua, además del hecho que las inundaciones habían afectado la zona norte de la ciuadad y el cañón está al suroeste, así que Goran nos aseguró que no había ningún problema. También nos descubrió algo que desconocíamos: en el lago se encuentran las cuevas de Vrelo, unas cuevas bastante grandes con interesantes formaciones de estalactitas y estalagmitas y dos lagos en su interior. También nos dio indicaciones para llegar a la boca del cañón, que está a tan solo 18km de la ciudad.

Al poco de salir del hostel me acordé de las indicaciones de Goran (‘recto, imposible perderse, imposible perderse’) mientras el GPS nos llevaba a través de una estrecha carretera que cruzaba un barrio a las afueras de Skopje donde vimos exactamente ningún indicador que apuntara al cañón. El única que encontramos fue ya al llegar, así que una vez más me alegré enormemente de tener el GPS.

La carretera terminaba en un pequeño aparcamiento donde no parecía haber ningún sitio que alquilara kayaks (ni lago), pero se veía una carretera más estrecha que salía de la esquina opuesta, así que por ahí nos metimos con la moto. Se volvía mucho más estrecha unos metros más arriba, y nos dimos cuenta de que era un camino para peatones, así que aparqué la moto en un rincón donde se ensanchaba y Nat se avanzó a preguntar por el lago y los kayaks.

DCIM123GOPROResultó que la presa estaba justo a la vuelta de la esquina, y el sitio de los kayaks unos cinco minutos más lejos. Mientras nos cambiábamos la ropa de moto, un guarda de seguridad, sin duda de la presa, pasó por allí y le pregunté si había problema para dejar la moto allí. Levantó un pulgar y señaló a una cámara de seguridad que yo no había visto antes.

20160815045039Tras un corto paseo llegamos a un sitio donde las paredes del cañón se abrían un poco y había un restaurante y un pequeña caseta de madera con unas escaleras que bajaban a un embarcadero donde había tres barcos y varios kayaks de plástico amarrados. Nos dijeron que un par de horas era suficiente para llegar a las cuevas, visitarlas y volver en kayak, y que también ofrecían viajes en barco. Viendo que el kayak era muy poco más caro y duraba mucho más, además de darnos más libertad, alquilamos uno.

20160815063542Esta era la tercera vez que Nat y yo usábamos un kayak, y me alegra decir que tras ser capaces de ir de compras a IKEA sin discutirnos, remar un kayak en línea recta sin soltarse improperios es una clara señal de que nuestra relación es sólida.

20160815063415El trayecto por el lago hasta las cuevas nos brindó unas vistas excelentes, y llegamos a destino antes de lo que esperábamos. Tras unas maniobras un tanto amateurs, amarré el kayak a las escaleras que subían a las cuevas y desembarcamos justo cuando llegaba otro barco con un pequeño grupo de turistas.

20160815054801La coincidencia no podía ser más oportuna, pues no teníamos linternas y nos habían dicho en la caseta de los kayaks que las cuevas estaban iluminadas pero el generador lo ponían en marcha los guías que llegaban en barco con grupos. Nos unimos a los que acababan de llegar y aprovechamos la luz y la explicación.

20160815060331Las cuevas eran fascinantes, y parece que hay mucho más debajo del agua, al menos otras tres cuevas según nos dijeron. No se ha explorado todo aun, y se dice que pueden ser las cuevas submarinas más profundas del mundo. No puedo imaginar la sensación de claustrofobia que se debe experimentar en esas situaciones, nadando hacia adelante por huecos estrechísimos sabiendo que no hay superficie a la que salir si algo falla.

Nos tomamos el trayecto de vuelta con mucha más calma sabiendo que teníamos tiempo de sobra, y cuando llegamos a la caseta nos dijeron que el corto trayecto para cruzar el cañón hasta la otra orilla, desde donde un sendero salía montaña arriba hacia una iglesia, era gratuito para los clientes que habían alquilado un kayak, así que aprovechamos para ir a visitar la iglesia. Cuando nos bajamos tras el corto viaje, el chico nos advirtió sobre el calor a esas horas y nos enseñó una placa de hierro y un martillo colgando de un árbol y nos dijo que lo usáramos para llamar el barco de vuelta.

20160815073915Me considero un buen montañero, pero casi me muero en la subida hasta la iglesia con aquel calor… al menos la visita valía la pena, la iglesia estaba en una pequeña esplanada en un collado donde también había una fuente e instalaciones de picnic y acampada para la gente que hacía el camino de 16km que llega al cañón desde Skopje, al otro lado de la montaña.

20160815073517De vuelta paré a recoger mis calzoncillos, que se habían mojado en el kayak y que había dejado tendidos al sol en la subida, y cuando llegamos a la orilla usamos el intercomunicador para llamar el barco.

El GPS nos llevó por un camino mucho más directo a la vuelta, que imagino que era el que Goran me había querido explicar el día anterior, y volvimos al mismo restaurante para una comida muy tardía, ya que tanto los platos como el servicio había sido excelentes el día anterior. Allí estuvimos charlando mucho rato con Ace, nuestro camarero, que nos contó, entre muchas otras cosas, que había estado trabajando de voluntario para ayudar en las inundaciones y se quejó de que la ayuda se estaba repartiendo de forma desigual según a qué partido estuvieran afiliados los afectados. Si visitáis Skopje, os recomiendo el restaurante, Etno Bar Grill, a la orilla del río en el centro.

Hubiese sido más fácil subir a la Jungfrau a pie

Día 68 – Sábado 31 de agosto – Interlaken (0km)

La principal atracción turística en Interlaken es la Jungfrau. Con 4.185m por encima del nivel del mar, es el pico más alto de la región,  y a unos 600m por debajo hay un observatorio que ofrece a los visitantes unas vistas únicas de los picos de los alrededores y del glaciar que se extiende por el valle. Lo que hace este sitio especial, aparte del hecho de ser el edificio construido a más altura de toda Europa, es que los turistas no necesitan escalar ninguna montaña para llegar, hay un ferrocarril que sube hasta los 3.454m a través del interior de la montaña y lleva a la estación de Jungfraujoch, un complejo subterráneo digno de una película de James Bond. Desde allí, un trayecto en ascensor sube a la gente hasta el observatorio.

Es un sitio espectacular y sin duda vale la pena verlo, pero hay un par de cosas que uno debe tener en cuenta antes de animarse a subir. Primero, no es barato. Un billete de ida y vuelta cuesta algo más de 160€. Segundo, a esa altura el tiempo es muy caprichoso, lo que significa que uno puede terminar pagando una pequeña fortuna solo por un viaje en tren y descubrir que al llegar arriba la visibilidad es cero.

Yo ya había estado allí hace años (costaba unos 60€ entonces, lo que seguía siendo caro para un estudiante haciendo un Interrail), así que decidimos hacer algo diferente con el día que nos quedaba antes de volver a casa. El camping alquilaba kayaks, algo que no había hecho nunca, y pensamos que sería una buena forma de ver el lago.

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Nos dieron un par de chalecos salvavidas, un barril estanco para mantener nuestras cosas secas, y nos dijeron que no nos alejásemos de la orilla izquierda ya que los barcos y otras embarcaciones con las que íbamos a compartir las aguas no trataban con demasiada consideración a los turistas que se les cruzaban. Arrastramos el kayak al canal, lo metimos en el agua, atamos el barril y conseguimos subir sin que volcase, cosa que ya consideré todo un éxito.

Nos apartamos de la orilla de un empujón y empezamos a remar por el canal que lleva al lago. Habíamos decidido coger un kayak doble, ya que pensábamos que iba a ser más divertido que dos individuales, pero pronto se hizo patente que era un error. Sin ningún tipo de experiencia, el maldito trasto era imposible de llevar recto. Intentamos coordinar las remadas, pero era inútil, íbamos haciendo eses de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, todo el rato intentando mantenernos alejados de los barcos que pasaban.

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Cada vez que conseguíamos mantener el cacharro recto unos pocos metros, o Nat o yo dábamos una palada demasiado fuerte o del lado que no tocaba y el kayak giraba rápidamente en la dirección incorrecta. Después de experimentar un rato descubrimos que si sólo remaba uno era bastante fácil de mantener recto,  también descubrí que Nat remaba más fuerte con el brazo izquierdo que con el derecho, lo que significaba que sola iría dando vueltas en grandes círculos en el sentido de las agujas del reloj. También descubrimos que los dos habíamos estado intentando remar y dirigir el kayak, cuando lo correcto es dejar que el de delante sólo reme y el de detrás se encargue de remar y de girar.

Con la lección aprendida y tras aguantar la sonrisa condescendiente de otros kayakeros con más experiencia que nos cruzamos y de la gente que miraba el espectáculo desde la orilla, conseguimos avanzar bastante y empezamos a disfrutar del paisaje. La orilla del lago estaba llena de casitas típicas medio escondidas entre los árboles y la mayoría tenían un pequeño embarcadero y una barca. Hacía un día precioso y había mucha gente tomando el sol al lado de la orilla o lanzándose al lago desde su jardín. Al cabo de un par de horas llegamos a una zona pública de baño con una plataforma flotante y decidimos que era un buen lugar para nadar un rato antes de empezar a volver. El agua estaba bastante fría, pero daba gusto nadar en aguas tan cristalinas.

De vuelta hacia el camping conseguimos llevar el kayak recto como una flecha, como verdaderos profesionales, y avanzamos rápidamente, lo que hizo que nos sorprendiera aún más el darnos cuenta cuánto faltaba para llegar. Teníamos la sensación de que no habíamos hecho mucha distancia del camping a la plataforma, es cierto que habíamos tardado un par de horas, pero habíamos seguido una línea muy errática, sufriendo para ir recto, y ahora veíamos cuánta distancia habíamos recorrido, lo que nos hizo sentir más orgullosos.

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Nos hicimos unas fotos antes de devolver el kayak y luego fuimos a dar un paseo por Interlaken en lo que nos quedaba de tarde. En el centro vimos un convoy de Nissan Skylines antiguos que estaban participando en un rally de Kuwait a Marrecos, parecía que lo estaban pasando en grande.

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Compramos algo de comer y un par de cervezas para cenar y volvimos al camping a organizar las maletas y decidir qué se quedaba en la moto y qué se iba a llevar Nat en el avión.

Mientras hacíamos las maletas caí en la cuenta de que el viaje tocaba a su fin. Al principio Nat había planeado unirse solo para la etapa suiza el viaje, ya que yo pensaba que llegaría a Europa mucho más tarde, y como no quería hacer muchos kilómetros en su primer viaje en moto, había decidido volver en avión a Barcelona, así que iba a llevarla a Ginebra a la mañana siguiente. Al final, sin embargo, mi cambio de planes supuso que nos encontrásemos en Helsinki, e hicimos 4,400km juntos en la moto. No está mal, teniendo en cuenta que no tenía ropa de moto y tenía que llevar varias capas y un impermeable debajo de una chaqueta de moto de verano que le dejé, así como un par de botas de montaña que no eran exactamente impermeables. Fue muy, muy valiente.

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