Día 5 – Domingo 4 de agosto – de Bishkek a Tossor (338km)
Nos levantamos a las 6am y el hotel ya era un hervidero de actividad; un grupo grande salía para Mongolia con Sambor, de AdvFactory, otros hacia Mongolia, otros acababan de aterrizar en Bishkek y ya estaban sacándole el polvo a las motos, que llevaban más de un mes paradas, y un italiano se peleaba con su vieja Africa Twin intentando que el motor se mantuviera en marcha. Nos unimos a la locura de la salida y empezamos a cargar las motos, un proceso que siempre se alarga más de lo esperado y nunca sle bien a la primera. Buenom, no pasa nada, tendríamos un montón de tiempo para ir corrigiéndolo a lo largo de los siguientes días.
Tuvimos suerte de que era domingo y el tráfico era mucho, mucho mejor que los días anteriores, así que salir de Bishkek fue más fácil de lo que me temía, pero eso no nos libró del ritual de iniciación que este tipo de viaje inevitablemente implica: el poli que se inventa una multa y te para. Había coches patrulla parando conductores cada pocos kilómetros a la salida de la ciudad, no sé si es siempre así o era porque era domingo y seguramente el primer día de vacaciones para mucha gente e íbamos por una carretera en dirección a un destino turístico muy popular. Sea como fuere, pasamos muchos sin problemas, yendo a la misma velocidad que el resto del tráfico, hasta que uno nos indicó que parásemos. Marc iba delante, así que paró más lejos, y yo paré cerca del coche patrulla. El tipo venía hacia mí haciendo gestos que indicaban que no era mí a quién quería parar, sino a Marc, pero cuando llegó a mi altura me bajé de la moto, le dí la mano mostrando respeto y me presenté. Me preguntó de dónde era y cuando dije Barcelona empezó de inmediato a hablar de fútbol y, para cuando Marc llegó a donde estábamos, ya me estaba contando que tenía un equipo con sus amigotes de la policía y que se hacían llamar Barça.
Cuando vió a Marc explicó que lo había parado por ir a 51km/h en una zona de obras donde la limitación era 40. Dijo que hasta 50 no pasaba nada, pero que por encima… hizo el gesto de escribir una multa. Era una patraña, ya que íbamos todos a la misma velocidad, así que seguimos dándole cancha con el tema del fútbol hasta que le pidió el carnet a Marc, le echó un vistazo y nos dejó marchar con un apretón de manos y un recordatorio de no pasarnos más de 10km/h del límite.
A partir de ahí la rute era bastante monótona, era una carretera principal en relativo buen estado, el único entretenimientoa cargo de los adelantamientos suicidas que se veían de vez en cuando, hasta que nos desviamos a visitar la torre de Burana.
Esta torre es lo único que queda de una ciudad antigua llamada Balasagun, y se usaba como torre de vigía desde la cual encender un fuego y enviar un mensaje de alerta sobre peligros o invasores. Apenas habíamos aparcado en la entrada y ya estábamos rodeados de curiosos que preguntaban sobre las motos y querían hacerse fotos con nostros.
Hicimos una visita rápida a la torre y seguimos hacia nuestro destino del día: un campamento de yurtas a orillas del lago Issyk-kul, el más grande del país con 182 kilómetros de largo por 60 de ancho.
Habíamos estado viajando relativamente lentos, así que el consumo de gasolina era realmente bajo y no nos preocupaba el encontrar dónde respostar puesto que la carretera que rodea el lago es una ruta principal, pero a medida que pasábamos pueblo tras pueblo con gasolineras abandonadas mientras bajaba el nivel en nuestros depósitos empezamos a preocuparnos. No habíamos llenado los bidones extra porque no queríamos cargar con mucho peso y mientras empezábamos a tomar conciencia de nuestro error, apareció a la vuelta de una curva una gasolinera con un montón de coches haciendo cola. Nos tocó esperar un buen rato, pero cargamos lo suficiente para no tener que preocupernos los días siguientes. El único pero era llevar 10 kilos de más tan atrás y arriba, en la parrilla portaequipajes.
Llegamos a Tossor al cabo de poco y paramos a por provisiones y a preguntar la forma de llegar al campamento de yurtas. Nos enviaron por una calle lateral que se convertía en una pista de arena de playa antes de llegar al campo, cosa que a nuestras pesadas motos no les gustó nada en absoluto. Marc la atravesó sin problemas, pero yo casi voy al suelo. Por suerte, llegué al campamento sin incidente y nos fuimos directos a meternos en el lago.