No te fíes de las primeras impresiones

Día 11 – Lunes 8 de agosto – de Dubrovnik a Kotor (107,1km)

Hoy me levanté con la emoción de cruzar una frontera a un país en el que nunca había estado: Montenegro.

Cargamos la moto, que como he contado en el post anterior estaba en el aparcamiento de un centro comercial, y cuando bajamos por la rampa que daba a la calle vimos que, a diferencia del fin de semana, la barrera estaba bajada y había un vigilante en la cabina. Había visto un cartel que especificaba los precios por hora y lo más preocupante, el precio a pagar en caso de pérdida del ticket y no tenía intención alguna de pagar eso, así que cuando vimos que el vigilante estaba ocupado cobrando al conductor de un coche aprovechamos el momento y nos colamos por el hueco entre la barrera y la pared y salimos disparados calle abajo. Estaremos en la frontera antes de que se enteren, Joe.

20160808025014Y efectivamente llegamos a la frontera rápido tras una visita al fuerte para hacer una foto panorámica de la ciudad. Anticipando largas colas de nuevo nos habíamos puesto en camino temprano y habíamos tomado una carretera más al sur de la principal que seguía la costa para evitar el tráfico. No estábamos seguros si habría un paso fronterizo allí o si estaría abierto. No había coches en la carretera, que era realmente bonita, descendiendo suavemente hacia el mar por las laderas que dan al Adriático. Tras disfrutar de la carretera un rato encontramos la frontera croata, con solo dos coches esperando, y nos dejaron pasar muy rápido.

Dos curvas más abajo encontramos la frontera de Montenegro, donde había tres coches esperando, pero la policía se tomaba las cosas con mucha más calma, recogiendo los pasaportes de cada coche, llevándoselos al edificio y volviendo al cabo de un buen rato. Esperamos pacientemente al, con la temperatura en aumento a medida que avanzaba el día, hasta que al final nos dejaron pasar y llegamos a la primera población importante del otro lado, Herzeg Novi, diez minutos después de unirnos al tráfico que llegaba de Croacia por la carretera principal. En la primera gasolinera que encontramos compramos una pegatina para la moto (la Susi no tiene esta).

20160808041713Estábamos a la entrada de uno de los lugares más bonitos y únicos del Adriático: la bahía de Kotor, una intrincada bahía rodeada de montañas que superan los 1000m sobre el nivel del mar y que constituye lo que puede ser el único fiord en la zona del Mediterráneo. A lo largo de la costa ondeante, más de 100km de una carretera que tenía muchas ganas de hacer.

Desgraciadamente, al contrario que con otras carreteras que me han creado grandes expectativas, esta resultó ser algo decepcionante… la carretera está muy bien, pero es una vía princiopal que en esta época del año tiene mucho tráfico. Pasamos todo el viaje detrás de coches lentos o directamente parados cada vez que la carretera atravesaba una población, había un flujo constante de vehículos en el otro sentido y era demasiado estrecha para intentar circular entre los dos sentidos como hicimos en la frontera en Bosnia. Para cuando llegamos a Kotor, donde el tráfico estaba en su peor momento, y giramos para buscar el apartamento, me alegré de no tener que hacer la carretera entera. Hay un ferry que cruza la bahía en su parte más estrecha y ahorra más o menos la mitad del recorrido, pero no lo usamos porque había leído que la carretera valía la pena. Si venís aquí en plena temporada turística de verano, yo cogería el ferry.

El apartamento estaba colgado de la ladera con unas vistas imponentes de la bahía, el casco antiguo de Kotor y la fortaleza con su muralla. Para llegar hasta él tuve que subir por unas calles de las más empinadas que he visto jamás (y los que sepan donde vivía antes pueden dar fe de cómo eran las calles allí). Esta era la primera toma de contacto de Nat con la arquitectura de la Europa del este más profunda: caótica, gris, funcional, a veces sin terminar… y no se llevó muy buena impresión.

2016080810222520160808102503Solamente tras ver el apartamento, que era el mejor que habíamos encontrado hasta el momento, y dar una vuelta por la tarde en el centro histórico medieval perfectamente conservado empezó a tener una opinión más positiva de Montenegro. Hay que decir que el calor y los atascos no habían ayudado, así que para compensar nos dimos un baño en la playa de la ciudad, cuyas aguas eran increíblemente transparentes para una playa que está justo al lado de un puerto donde amarran grandes cruceros.

2016080811255620160808115859Con el sol y la temperatura ya más bajos nos atrevimos a hacer una visita a las murallas y la fortaleza, una impresionante muestra de arquitectura medieval que protegía la ciudad de ataques desde la montaña. La muralla se aferra casi en vertical a la montaña tras la ciudad, culminando en una fortaleza con una vista que domina la ciudad debajo, la bahía delante y las montañas detrás.

20160808132406Incluso a una hora tardía, con el sol ya tras las montañas, la temperatura era alta, y llegamos arriba empapados en sudor y agotados, pero las vistas valían sin duda la pena.

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