Día 19 – 18 de agosto – de Osh a Sary Tash (179km)
Hoy empezamos el día a casi 40 grados y para cuando llegamos a Sary-Tash nos habíamos puesto todas las capas y estaba nevando.
Tardé más de lo habitiual en preparar la moto para salir, tenía mis cosas esparcidas por toda la habitación después de casi una semana allí y no me quería dejar nada. Un vez en movimiento, la sensación de volver a estar en la moto era extraña y maravillosa al mismo tiempo. Una vez más tuvimos suerte de dejar la ciudad en domingo, como ocurrió en Bishkek, así que evitamos lo peor del tráfico.
Solo tardamos media hora en empezar a ganar altura y la temperatura empezó a caer. Estaba un poco nublado y cuando alcanzamos los 2000 metros tuvimos que ponernos capas adicionales, así que paramos cerca de un edificio que parecia abandonado pero que resultó ser en realidad un café de carretera.
Desde allí la carretera pasaba por un primer paso de montaña a unos 2800 metros y luego empezaba el tema serio, la subida al paso Taldik, a 3615 metros.
Desde arriba del paso podíamos ver el precioso valle del que veníamos a un lado y, del otro, Sary-Tash, nuestro objetivo. Más allá del pueblo, las montañas Pamir se alzaban como gigantes cubiertos de nieve.
A pesar de estar en un cruce de rutas importantes (tanto la frontera China como la de Tajikistan) están a pocos kilómetros de aquí) Sary-Tash es un montón de pequeñas edificaciones dejadas de la mano de Dios entre el pie del paso y las montañas Pamir. La vida aquí es dura, y la casa donde nos alojamos lo reflejaba. Era una combinación de casa de huéspedes, granja y taller, con un camión medio desmontado, gallinas, vacas y nuestras motos compartiendo el mismo espacio en el patio.
Teníamos electricidad y wifi, pero no agua corriente ni duchas, aparte de un cuarto donde uno podía echarse por encima un par de cubos de agua calentada con una resistencia electrica. Lo mejor era que la habitación tenía un calefactor eléctrico, que pusimos a funcionar de inmedato.
El tiempo se había estado deteriorando rápidamente desde que llegamos y, a media tarde, las Pamir habían desaparecido detrás de espesas nubes y empezaban a caer copos de nieve en nuestras motos. Era increíble pensar que solo unas horas antes estábamos sudando enfundados en los trajes en Osh.
Preparamos una sopa que se enfrió casi de inmediato y nos retiramos al interior de la casa de huéspedes a charlar con la gente que había ido llegando a lo largo de la tarde: un grupo de ciclistas neozelandeses, una pareja de excursionistas alemanes y tres chicos de Chicago en un Skoda haciendo el rally de Mongolia.