Día 4 – 29 de diciembre – de Errachidia a Merzouga y la vuelta al Erg Chebbi (239km)
Tras una noche bien fría en nuestra Gite d’Étape, nos levantamos con el sol y partimos hacia Merzuouga, el destino de todos aquellos que quieren vivir la experiencia sahariana por primera vez. Expediciones en 4×4, quads, motos, turistas a camello, gente que quiere pasar una noche en las dunas y ver la magia de la puesta y la salida del sol… todos convergen en esta pequeña población de calles polvorientas y riads familiares donde ha florecido todo un sector dedicado a dar respuesta a tal demanda.
Tardamos un rato en encontrar nuestro riad, pero valía la pena. Este era el mejor sitio donde nos habíamos alojado hasta el momento, todo lujo e instalaciones de primera y, tras dejar los bártulos, nos dedicamos a planificar el día.
Queríamos meternos en el desierto y quizá probar las dunas, así que quitamos todas las maletas de las motos y las chicas se fueron a alquilar unos quads. Llevábamos un track en el GPS que rodeaba las dunas del Erg Chebbi, una ruta que debía estar justo por debajo de los 50km, y nos pusimos en camino hacia el sur por la carretera y luego nos metimos por una pista de tierra dura y roca. Sin embargo, al cabo de tan solo un par de kilómetros encontramos arena blanda y las ruedas delanteras de nuestras pesadas motos se hundieron.
Siendo inexpertos en la materia como somos, decidimos volver a la carretera y seguir hacia el sur, en busca de terreno más duro para poder dar la vuelta completa a las dunas, que era nuestra intención.
Un poco más adelante encontramos otra pista que tenía buena pinta y que se adentraba en el desierto; era terreno fácil, y al cabo de poco ya estábamos disfrutando del imponente paisaje, con unas colinas muy suaves donde nos encontramos las ruinas de lo que debía haber sido un pueblo en medio de la nada. Al atravesarlo vimos que al menos una casa seguía habitada. Más allá del pueblo el paisaje se convertía en una vasta llanura con colinas rocosas en la distancia y, mucho más cerca, las majestuosas dunas del Erg Chebbi a nuestra izquierda.
Íbamos hacia el norte por la cara este de las dunas y, al haber comenzado la ruta bastante más al sur de lo que habíamos previsto, nos marcamos un límite de tiempo y/o gasolina, llegados al cual deberíamos decidir si podíamos seguir y completar la vuelta o deshacer el camino.
Unos cuantos kilómetros más adelante encontramos terreno blando; no dunas, sino zonas donde la primera capa del suelo era arena gorda en vez de roca, que requerían más prudencia, y vimos algunas tiendas bereberes salpicando el paisaje. Un 4×4 que también iba hacia el norte, pero más rápido que nosotros, nos atrapó y aprovechamos para preguntar sobre la distancia y el tipo de terreno, y nos aseguraron que era factible pasar con nuestras motos. Cuando ya se había ido, apareció de la nada un bereber que iba en una moto pequeña y se puso a nuestro lado, mostrándonos el camino para evitar los trozos blandos y las ondulaciones en las partes más duras.
Seguimos adelante durante lo que parecía horas y horas, y empezamos a encontrar cada vez más arena blanda, dificultando nuestro avance. Nuestro amigo bereber, en un francés muy básico, nos dio a entender que ya estaba cerca de casa (debía vivir en alguno de los campamentos que vimos) pero que si queríamos se ofrecía a guiarnos el resto del camino hasta encontrar la carretera de vuelta a Merzouga. Nos pusimos de acuerdo en que sería mejor tenerlo con nosotros, pues conocía el terreno y sabía por dónde ir para evitar lo peor de la arena, que cada vez era más abundante, y negociamos un precio que equivalía a unos 6 euros.
A partir de este punto había mucha arena, y empezábamos a acusar el cansancio. Todos tuvimos más de un susto en el que estuvimos a punto de comer arena, pero todos conseguimos mantener las motos de pie, con más o menos estilo. Finalmente, llegamos al extremo más al norte de la ruta y empezamos a girar hacia el sur. El terreno se fue endureciendo a medida que nos alejábamos de la punta norte del Erg Chebbi, pero cuando quedaban solamente unos pocos kilómetros para el final, Esteve se encontró con un trozo blando al final de una pequeña subida, la moto se le fue de detrás y terminó en el suelo. Al verlo, di gas a fondo para llegar a él y ayudarlo, pero ya estaba levantando la moto él solo. No se había hecho nada y los únicos desperfectos en la moto habían sido un pedal de freno doblado que intentamos enderezar lo mejor posible para que pudiera llevar bien la moto.
Tras el incidente llegamos a la carretera que lleva a Merzouga en cuestión de minutos, nos despedimos del guía y fuimos hacia el pueblo a buscar un sitio donde enderezaran el pedal como es debido.
Preguntamos en nuestro Riad y nos mandaron a un taller de confianza donde repararon el pedal mientras Gerard y yo limpiábamos y engrasábamos las cadenas, que estaban completamente cubiertas de polvo.
Las chicas nos habían escrito diciendo que ya habían terminado el tour en quad por el interior del Erg Chebbi, que lo habían pasado en grande y que se habían ido a dar una vuelta por el pueblo. Cuando la reparación estuvo terminada vimos que aún estábamos a tiempo de ver la puesta de sol desde las dunas detrás de Merzouga, así que arrancamos las motos y nos metimos un poco por el desierto hasta que encontramos una duna donde nos sentamos a contemplar el sol esconderse en el horizonte más allá del pueblo.