Día 1 – Martes 25 de agosto – De Barcelona a Saintes (782km)
Las 8:30 de la mañana no era la mejor hora para ponerse en camino, especialmente si quería llegar tan lejos como fuese posible el primer día, pero quería dejar a Nat en el trabajo y despedirme antes de iniciar la ruta, y su oficina viene de camino saliendo de Barcelona. Para ahorrarme los prohibitivos peajes de la costa, había planeado la ruta al oeste hacia Lleida y luego Huesca. La única ventaja de este camino hasta ahí es que es gratuito. Aparte de eso, me esperaban casi 300 km de aburrimiento. Una vez pasado Huesca y de camino a Jaca lacosa ya es más interesante.
Quería cruzar los Pirineos por el Somport, uno de mis puertos favoritos. La carretera que baja por el lado francés es preciosa y el paisaje imponente. No solo eso, también podemos encontrar la estación abandonada de Canfranc en el lado español y las vías de la línea francesa que conectaban con ella desde el otro lado del puerto, así como el fuerte de Portalet. En esta ocasión no tenía tiempo de parar a visitar todo esto, pero siempre me gusta darle un vistazo al pasar por aquí.
El día era precioso, pero a medida que iba ganando altura por la cara sur de los Pirineos la temperatura iba cayendo, y cuando llegué al puerto ya hacía bastante frío en movimiento. Era la hora de comer y me había imaginado que comería sentado en lo alto del puerto, contemplando las gigantescas montañas a mi alrededor, pero no había ningún sitio para sentarse aparte de un aparcamiento bastante gris, así que seguí en busca de un lugar decente para comer.
Por suerte, tras dejar atrás un par de áreas de picnic con demasiados coches aparcados, encontré una vacía en el lugar perfecto para un friki como yo a quien gusta explorar sitios abandonados. Pasado pueblecito de Urdos hay una de las viejas estaciones que alguien ha recuperado. No parecía un bar, albergue, oficina de turismo o cualquier otro de los usos que se les termina dando, sino una residencia privada. Qué raro. En cualquier caso, pasada la estación y junto a las vías había una zona de picnic muy agradable, con árboles y vistas a uno de los viejos viaductos. Hasta había un túnel del otro lado.
Naturalmente, después de comer y viendo que el acceso al puente y al túnel no estaban de ningún modo cerrados, decidí explorar un poco. Los desvíos a la entrada de la estación estaban intactos, y a pesar de estar muy oxidados, con la suficiente fuerza se podían mover; casi me dejo la muñeca haciendo el tonto con uno.
El puente también estaba completamente oxidado, pero los raíles descansaban en sólidas vigas de acero, así que mientras caminara por las vigas y no por las planchas que cubrían los huecos bajo los raíles no había problema para cruzar. Por debajo pasaba un río que nacía de las nieves más arriba, y delante, la oscura boca del túnel.
Sobre la apertura una placa con la fecha de construcción, 1922, recordando al visitante aventurero que la línea funcionó durante solo 48 años. A pesar de haber estado mantenido desde 1970, el túnel aún se encontraba en buen estado, y se podía andar lejos por él. No se veía luz del otro lado, así que no sé si hay una sección hundida más adelante o si era uno de los túneles largos y tenía un curva en su interior. En cualquier caso eran ya las 2 de la tarde y aún me quedaban al menos 500 km, así que la expedición quedó pospuesta y volví a la moto.
Un par de curvas más abajo tuve que frenar de golpe cuando me encontré con un coche prácticamente parado en la carretera, un Renault Clio con sirenas que iba a ritmo de peatón. Al principio pensé que era un transporte especial o quizá obras, pero resulta que era un grupo de visitantes que iban a pie hasta el Fort du Portalet. Parece que los trabajos de restauración ya han terminado y está abierto a visitas. Como solo es accesible por carretera y el punto donde está situado es el más estrecho de la garganta y no hay espacio para que pare ningún tipo de vehículo, un bus deja a la gente en la estación que acababa de dejar atrás (hay una parada de línea regular allí) y andan unos centenares de metros por la carretera mismo. El Clio está ahí para controlar el tráfico y evitar que atropellen a unos cuantos turistas. Me gustó ver que el viejo fuerte se puede visitar de nuevo, otra razón para volver por la zona.
Y desafortunadamente esa fue la parte más interesante del día. A partir de ahí intenté encontrar (sin demasiado éxito) la vía más rápida para conectar con Pau y una vez allí entré en la autopista. No es mi forma favorita de viajar, pero era un mal necesario para poder pasar de Burdeos a tiempo de encontrar dónde dormir.
Tenía una lista de albergues y decidí que lo más lejos que podía llegar razonablemente bien ese día era Saintes. No tenía ni idea de qué aspecto tenía la ciudad, y me gustó descubrir que en vez de una ciudad residencial rodeada de polígonos industriales me encontré con la clásica población rural francesa. El albergue estaba bastante cerca del centro pero en una zona tranquila, tenían un aparcamiento donde pude dejar la moto, el desayuno iba incluido en el precio y como estaba casi vacío me dieron una habitación para mi solito por el precio de una compartida. Maravilloso. A la cama temprano, que el plan era levantarse bien temprano para llegar al Cap de la Hague a primera hora de la tarde.
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