No hagáis off con llantas tubeless

Día 11 – 10 de agosto – de Naryn a Tash Rabat (292km)

Simplemente no. No os creáis las patrañas de los departamentos de márketing de BMW, KTM y compañía. Vuestra llanta SE ABOLLARÁ y dejará de mantener el aire dentro. Por suerte, esta era una evetualidad que ya habíamos previsto y planeado de acuerdo a ello, pero me estoy adelantado a la historia.

Nos encontramos con Katja las 9 de la mañana tal y como habíamos quedado y fuimos a recoger nuestros permisos para la zona fronteriza antes de salir y, oh sorpresa, había habido un malentendido con los permisos que queríamos: habíamos solicitado para la zona fronteriza de este oblast para hacer la ruta por pista hasta el paso de Touragart y también para ir al campo base del Pico Lenin, que es una visita prevista en unos días, después de pasar por Osh, pero la chica del CBT entendió que solo queríamos el primero. El lunes es festivo aquí e íbamos a salir camino de Osh al día siguiente, un trayecto de dos días, lo que significaba que no íbamos a conseguir esos permisos. Nos quedamos un poco decepcionados, pero no importaba demasiado, teníamos un día muy interesante por delante.

Salimos y, al poco de dejar Naryn por la carretera principal hacia el paso de Touragart (que, por cierto, tiene un asfaltado excelente) giramos a la izquierda y nos metimos ya en pista. Estaba en bastante buen estado, y pronto nos encontramos con una serie de horquillas que nos llevaron hastá un altiplano por encima de los 3000m.

Pensé en parar donde terminaban las curvas para sacar el dron y hacer unas tomas de la subida desde arriba, pero tan pronto se me ocurrió la idea divisé una caseta y una valla en la carretera que cruzaba el altiplano, no muy lejos de donde estábamos. Era el punto de control donde teníamos que mostrar nuestros permisos para la zona fronteriza con China. Al contrario que el tipo que encontramos en el paso de Barskoon, estos eran militares e inmediatamente señalaron nuestras GoProy nos hicierons asegurarnos de que estaban apagadas. También miraron mi móvil y me hicieron borrar un vídeo que acababa de hacer de Marc llegando al punto de control. Se tomaron su tiempo comprobando los pasaportes, permisos, apuntando los datos, las matrículas, etc. y al final uno de ellos, con su AK-47 colgando del hombro, abrió la valla y nos dejó pasar.

Hacía un día perfecto, el paisaje era precioso y lo estábamos pasando en grande cruzando el altiplano cuando oí la voz de Marc en el intercom: ‘la rueda de delante me está perdiendo’, dijo. Seguimos un rato, pero al final tuvimos que parar. Estaba a 0.9 bares.

Dijo que había notado como la moto golpeaba dos socavones uno detrás de otro, así que miramos la rueda delantera y, efectivamente, ahí estaba el culpable:

Antes de empezar a liarnos instalando una cámara bajo el sol abrasador, sacamos el compresor e inflamos la rueda por encima de la presión normal, a unos 3 bares, para ver si llegaba a sellar y aguantaba hasta llegart a la carretera principal, ya que el golpe era bastante pequeño. Aguantó un rato, bastante más que la mía en Kazakhstan en 2013, y conseguimos hacer unos 20 kilómetros antes de que perdiese el aire otra vez. Reticente a desmontar la rueda allí, Marc calculó que con la distancia que faltava hasta la carretera principal en el paso de Touragart solo tendríamos que para a hinchar la rueda unas 4 o 5 veces, cosa que parecía razonable, y era mejor que montar la cámara enmedio de la nada.

Seguimos el camino, con el aire aguantando bastante a pesar de encontrar varios cruces de ríos y debíamos estar en la tercera o cuarta parada para hinchar la rueda, admirando el paisaje al son del diminuto compresor cuando su sonido hizo: prrrrrrrrrrrrrrrrrrrr… ghrrrank! y se paró.

Sé que estos trastos están pensados para usarse en caso de emergencia, pero cascar después de usarlo cuatro veces me parece inaceptable. En fin, me pareció que ya no podíamos posponer más el tema de la cámara, pero Marc dijo que estábamos a menos de 30 kilómetros de la carretera y el compresor había metido algo de aire antes de pararse, así que iba a intentar llegar lo más lejos posible y luego hacerlo.

Seguimo con el neumático perdiendo aire hasta que al final se deshinchó del todo. Paramos, aguantamos la moto sobre un gato de emergecia que llevaba Katja y nos pusimos a desmontar la rueda delantera. Primero vimos que para sacarla hacía falta quitar una de las dos mordazas e freno. A partir de este punto nos podéis criticar tanto como queráis, ya que desde el sofá donde estaréis leyendo esto os parecerá obvio que eso no es necesario, basta con rotar un poco las tijas de la suspensión para dejar espacio y la rueda sale, pero tened en cuenta que estábamos por encima de los 3000m y ya bastante cansados, así que no teníamos la mente precisamente lúcida.

Sea como fuere, esto eran apenas unos minutos extra de trabajo, ya que solo hay que quitar un par de tornillos, pero cuando Marc intentó quitar el seguno, no se movía ni un milímetro. Hicimos lo correcto, metiendo la cabeza torx en el tornillo y dándole unos golpes con otra herramienta para intentar desbloquearlo, pero no había manera. Usé otra herramienta para hacer una palanca más larga y cuando hice fuerza saltó todo. Recogí la cabeza torx, pensando que se había salido del tornillo, y cuando la tenía en la mano ¡me dí cuenta de que se había partido! Había conseguido partir por la mitad una cabeza torx antes de que el maldito tornillo se moviera.

Marc dijo ‘a la mierda’ y decidió ir a punta de gas en primera los veintitantos kilómetros restantes hasta la carretera principal, donde seguro que podíamos parar un coche o camión que tuviera herramientas.

Llegamos a la frontera una hora más tarde y descubrimos que no podiamos llegar hasta el paso y ver la frontera con China tal y como habíamos esperado. Había un recinto de aduanas enorme, rodeado de altas vallas con alambre de espino entre nosotros y los últimos kilómetros hasta el paso. Demasiado precupados por la rueda de Marc, no nos decepcionó demasiado la cosa, rodeamos el complejo y salimos a la carretera al lado de una gasolinera.

Nuestra esperanza de encontrar ayuda despareció rápido. El complejo de la aduana estaba cerrado, no había nadie en la fila de camiones parados a las puertas (no tengo ni idea dónde habrían ido, ya que no habia absolutamente nada más allí arriba) y los dos lugareños de la gasolinera tenían cero herramientas.

Se me ocurrió que si sacábamos el eje aún podíamos meter una cámara en la rueda sin tener que sacarla de la moto, siempre que pudiéramos destalonar un neumático que no estaba plano en el suelo. Tras mucho sudor, tacos y dedos destrozados, conseguimos sacar el neumático, meter una cámara, volver a meter el neumático en la rueda y disponernos a hincharla. Enchufamos el compresor y revivó brevemente, pero no parecía que la rueda ganara presión. Marc tenía algunas botellas de CO2, así que usamos una. En cuanto abrió la válvula vi un chorro de aire salir por un lado de la rueda. Habíamos pellizcado la cámara. Bueno, suele pasar. Nos pusimos a desmontar todo otra vez e instalar una segunda cámara cuando, con tanto movimiento, las tijas de la suspensión rotaron un poco y la rueda salió de la moto. Tendríais que haber visto la cara que se nos quedo. Nos sentimos idiotas totales. Como he dicho antes: moteros más curtidos, podéis criticar.

Conseguimos meter una cámara nueva sin pellizcarla e inflarla lo justo para poder salir de allí. El sol se estaba poniendo, y el único lugar donde podíamos dormir bajo techo era en los campamentos de yurtas de Tash Rabat, 100 kilómetros carretera abajo del paso (recordad cómo son las distancias aquí). Nos pusimos capas extra y, con la temperatura cayendo en picado, empezamos a bajar por la carretera.

Por suerte, esta era la carretera principal del paso a Naryn, y era muy buena, pero siempre hay algo de riesgo al circular en la oscuridad en países de este tipo. Por un momento pensé que íbamos a lograr llegar al inicio de la pista a Tash Rabat con el crepúsculo, pero iba a pasar: había otro punto de control militar a la salida de la zona fronteriza y, para cuando habían terminado el papeleo, ya era negra noche.

Los últimos 15 kilómetros de la carretera principal a Tash Rabat eran una pista. No era mala, la verdad, pero no hay una pista buena a oscuras, así que avanzamos uno tras otro muy lentamente, cuidándonos de no cometer errores.

Estábamos a medio camino cuando entreví luces en la distancia. Era un campamento de yurtas de lujo para turistas de tours organizados, los campamentos normales no tienen generadores, y por lo tanto era el doble de caro, pero viendo la cara que traíamos, el encargado nos rebajó el precio y nos incluyó la cena, lo que me sonó a música celestial. No estábamos dispuestos a hacer ni un metro más.

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